La dictadura del tedio informativo


Crónica


La paz nunca se negoció, sino que la impuso el vencedor. Rendidos a la realidad, la fracción panista envió a la tribuna a una diputada novata con pinta de maestra rural que temblaba ante el micrófono


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Arturo Rueda

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De forma inconsciente, quizá, Mario Marín regresó al emblema de la corbata verde, enseña del grupo en el poder durante la primera parte del sexenio. No fue la única moda en regresar para el Cuarto Informe de Gobierno. También lo hizo la mansedumbre de los diputados, incluida la oposición, que ha decidido bajar los brazos en la recta final del marinismo.


No fue, sin embargo, un armisticio. La paz nunca se negoció, sino que la impuso el vencedor. Rendidos a la realidad, la fracción panista envió a la tribuna a una diputada novata con pinta de maestra rural que temblaba ante el micrófono. El resto de la chiquillada ni siquiera hizo el esfuerzo de parecer oposición. Simplemente se acomodaron juntos para que el Gran Legislador les pasara por encima.


Y sí, como decía Cicerón, la dictadura siempre termina por aburrir. Es monólogo, tedio, adhesión permanente, alabanza eterna. El Cuarto Informe de Gobierno, más que nunca, pareció un trámite constitucional que se cumple fatigosamente. Una simulación de la vida republicana, un lugar apto para los súbditos sin límites.


Desde su alta atalaya, el gobernador volteaba y donde antes hubo campo de batalla, sólo encontraba la visión de los vencidos.


El acto republicano fue deslucido porque los fuegos pirotécnicos no fueron reservados para el Congreso del estado, sino para el Complejo Cultural Universitario, que hospedará hoy al verdadero informe por ser la verdadera fiesta del Tlatoani.

 

Lista de asistencia, invitados poco especiales


El escaso entusiasmo por el acto republicano se vio reflejado en la pobre asistencia de los invitados especiales. Ningún peso pesado de la vida política nacional hizo acto de presencia, a excepción del diputado César Duarte, quien arribó a la galería cuando el gobernador pronunciaba los párrafos finales de su texto.


Ausentes, también, estuvieron los líderes empresariales, e incluso los más incondicionales no recibieron invitación, con lo que Casitas Arellano se quedó con la representación. El célebre amigo de Kamel Nacif nunca soltó del brazo al poderoso José Andrés de Oteyza, director de OHL, quien se mantuvo en la galería con gesto de tedio adusto.


Los asientos de gayola echaron de menos a dueños y periodistas de medios de comunicación oficialistas, que tampoco recibieron su acostumbrada invitación. El único que estuvo ahí, testigo de piedra del retorno del Tlatoani, fue Enrique Montero Ponce.


Ni empresarios ni periodistas. Tampoco rectores. Cuando Marín alabó el trabajo del mandamás de la BUAP, Enrique Agüera, no estaba ahí para recibir el nuevo espaldarazo. Tampoco los de la Ibero, la UDLA o la UPAEP.


Bartlett, el sempiterno, tampoco estuvo para cobijar a su expupilo. Acaso porque tampoco ningún exgobernador fue convocado, excepto Melquiades Morales, por su calidad de senador. Guillermo Jiménez Morales y Mariano Piña Olaya ni por televisión pudieron enterarse del informe, una vez que por segundo año consecutivo se canceló la transmisión.


Después de un año de ausencia, el PAN regresó para avalar la aburrida dictadura. Eduardo Rivera Pérez, hábil negociador que colocó a una doña nadie en la tribuna, una diputada inofensiva, se dedicó a enviar mensajes por celular a lo largo del discurso del mandatario.


Ahí, en la galería izquierda, compartieron asiente Paco Fraile, Moreno Valle, Violeta Lagunes, Lolita Parra y “El Mosco” Díaz García. Enfrente de ellos, Rafael Micalco y Bernardo Arrubarrena.


Por ahí, en medio del tedio, se asomaron los dirigentes estatales del Verde, Panal y Convergencia —Natale, ya en piel de candidato— Cabalán Macari, José Juan Espinosa, quien llevaba la cabeza de un lado a otro ante el servilismo de Carolina O’Farril.


Invitados especiales que no tenían nada de especiales. Algunas cabezas de organismos descentralizados. Alejandro Armenta, Carlos Meza, Blanca Alcalá. Ninguna sorpresa da la dictadura.


De la familia del gobernador, tan solo Mario júnior y la maestra Julieta, con polvo en los zapatos de recorrer barrios y rancherías del distrito de Ajalpan.

 

Un mensaje sin mensaje político


Tarea difícil discernir algún mensaje en el texto del gobernador. Un texto duro, lleno de cifras pero vacío de contenido político.


Señales sucesorias se quedaron en el tintero. Excepto por los quince minutos que se llevaron los logros de la Secretaría de Desarrollo Rural frente a los muy escasos tres del combate a la pobreza.


Atrás quedaron las cifras de logros absurdos, como aquella de las cien mil dosis de semen de toro. Una pifia grave, sí, cuando Marín afirmó que la deuda pública del gobierno se situaba en los tres mil 300 millones de pesos, cuando los datos oficiales ya hablan de casi 10 mil millones.


Pocos datos perdurables. Acaso la adhesión a la tesis del ataque del crimen organizado en 2008 como una serie de “hechos aislados”. Mientras el panista Enrique Guevara bostezaba sonoramente y Violeta Lagunes chacoteaba con Moreno Valle, el mandatario defendía sus macroproyectos sexenales como el nuevo Centro Expositor, La Célula y la terminación del Circuito Periférico.


Y subrayados absurdos, desde la obtención de los premios patito IMDA, hasta los muy loables, como la adhesión al sistema Infomex.

 

Nunca llegó la salva de aplausos


Pepe Momoxpan trató de ponerle emoción al tedio cuando exhibió mantas reinvidicatorias de justicia, pero como eran justicia para sí mismo, causaron poco efecto. Nada podía derrotar al tedio.


Pero todavía había expectativa por la última parte del mensaje, donde usualmente el gobernador en turno coloca los mensajes políticos, las advertencias y hasta las imprecaciones. Nada hubo, salvo un tenue compromiso de no interferir en las elecciones federales de julio. Un compromiso que todo mundo sabe que no se cumplirá.


Las galerías se vaciaron sin pena ni gloria. Tanto y tan poco, que ni siquiera hubo una salva de aplausos que interrumpiera la lectura del gobernador, cuando en anteriores informes había por lo menos una decena.


No alcanzó ni para la simulación. El Informe de Gobierno, jornada de culto al patriarca, disfrazada de acto republicano de rendición de cuentas, se erosiona en la unanimidad.


Al final sólo quedó el sonrojo provocado por Bailleres, a quien poco faltó para agradecer al gobernador por venir a aplastar a los diputados.


Es la Dictadura del Tedio.

 

 

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