Miguel López Artasánchez


En esto creo


Escultor de bronce


Elisa Vega Jiménez

 

Me encantaría que mi trabajo y mi obra sean reconocidos, primero, en la República Mexicana. Hablando a largo plazo —espero que no sea tan lejano—, mediante un trabajo tenaz y constante, tener obra en cualquier parte del mundo. De ser posible, que sea algo distinto a esculturas del clásico charro o la china poblana, pero que se puedan identificar como obra de un mexicano.


Hacer el “Tlahuicole”, en Tlaxcala, fue toda una aventura. No habíamos hecho una escultura de metro y medio cuando Joaquín Cisneros, presidente de Tlaxcala, nos preguntó a mi hermano Pablo y a mí “¿pueden hacer una escultura de cinco metros?”, nosotros le respondimos “por supuesto” y la hicimos. Es sensacional el arrojo y la valentía que te da la juventud.

 

Recomendaría a los escultores más jóvenes ser fieles al trabajo y a la disciplina: tener el don no es todo, si no trabajas, nunca vas a desarrollarlo; también, evitar dejarse llevar por vicios —muy comunes en el medio artístico—. Es cierto que a veces las mejores ideas han surgido tomando una copa, platicando, dejando volar la mente, pero la cosa es no dejarlo en la pachanga. La parte fina de este asunto es aterrizarlo en el trabajo. Esto aplica a todos los ámbitos.

 

Gran parte del secreto del éxito es saber relacionarte, para poder contactar con esa gente que además, ha hecho excelentes amigos. Hay personas que me encargaron obras hace 15 años y hoy somos excelentes amigos, que no me han vuelto a pedir nada, pero a veces esa relación dice: “Oye, Miguel tengo que recomendarte con mi amigo porque él es director de no sé qué…” Eso ayuda mucho. Solos no hacemos nada. Yo veo a todo mundo como amigo.

 

La inspiración viene mientras estás trabajando, si te sientas a esperarla, seguramente vas a crear una sola pieza en toda tu vida.

 

El dinero lo generamos nosotros. Es más fácil lograr resultados trabajando constantemente, tanto en lo artístico como en tu promoción, que sentarte a esperar que alguien llegue y te pregunte “¿cuánto trabajo quieres tener?”. Hay excelentes artistas que no tienen la inquietud de promover su trabajo. En ese sentido agradezco la preparación académica que recibí como administrador.

 

Tengo dos principales manías: trabajar mucho —trabajar, trabajar, trabajar, no estar esperando el momento de la inspiración—; y de ser posible hacerlo en dos o tres obras al mismo tiempo, no estar siempre sobre la misma: eso permite tener la mente y el corazón más frescos, e impide que te cicles creativamente.

 

Yo estoy agradecido con Puebla, porque en mayor o menor medida, durante estos 15 años, siempre he tenido trabajo. Y no me refiero sólo a una cuestión económica, también a la oportunidad de hacer algo emblemático en mi ciudad.

 

Siento que mi papá sí llegó a sentir un gran orgullo, aunque no lo expresaba de una manera muy directa. Además si a mi papá algo le gustaba, era hablar y hablar de la familia, que venimos de una tradición de orfebres, veía en el trabajo de mis hermanos, y el mío, la continuación de una tradición familiar.

 

Admiro a Humberto Peraza —él se dedicó a toda la cuestión de tauromaquia—, me gustan algunos trabajos de Víctor Gutiérrez; el trabajo creativo de Sergio Bustamante, aunque no sea muy figurativo. También siento un gran respeto por Jesús Corro, independientemente de si me guste o no su estilo, reconozco que es una persona que se dedicó en cuerpo y alma a las artes plásticas. En su caso, prefiero precisamente su pintura que su escultura.

 

Nos dedicamos a la orfebrería mis dos hermanos: Bernardo Luis (al que le tiraron una estatua de Fox en Veracruz), Pablo Rafael (el que hizo el ángel del 475 —aunque muchos se lo atribuyen a Bernardo—) y yo. Los tres estamos dedicados, y de repente nos echamos la mano, aunque no estamos asociados.

 

Uno de los problemas que enfrenté cuando empecé, fue la falta de credibilidad porque era muy joven: y dudaban que tuviera la cuadratura, la habilidad y la seriedad para cumplir con trabajos importantes. Ya en el camino, la gente va confiando en ti y va recomendándote. En esos inicios es donde te formas como gente de trabajo, como artista, como ser humano. Salir a la calle y decir “¿a quién le vendo una escultura?”, “¿cómo me promuevo?”, ese momento es clave.

 

Me gustó mucho hacer la escultura de un agente de tránsito en Aguascalientes: el héroe de todos los días, un buen funcionario público, un buen maestro, un buen político, un buen trabajador, un buen comerciante, que no está trepado en el pedestal, gente que ayuda a que México sea un país mejor, sin necesidad de ser el héroe subido en un pedestal inalcanzable.

 

Mi papá estaba casado con la idea de que necesitas dedicarte a una carrera tradicional para salir adelante, por eso estudié administración de empresas y no artes plásticas. Cumplí con mi título y, no niego que me ha ayudado mucho, porque ¿cuántos artistas hay, que son excelentes creativos, pero que no saben administrarse?

 

Es indispensable para un escultor tener la facilidad innata de manejar tres dimensiones. Conozco, con todo respeto, a gente que hace escultura y que al mimo tiempo pinta —yo ni dibujo, ni pinto— y de repente ves pinturas maravillosas que al pasar a las tres dimensiones pierden su encanto.

 

Uno de mis ejemplos en el ámbito plástico es Leonardo Da Vinci: uno de los maestros de maestros y, gran científico, ingeniero, inventor… Ese conocimiento que tuvo del cuerpo humano, esa hambre de conocimiento…

 

Me gusta mucho trabajar el retrato, en todas sus formas. Ahorita voy a hacer a un mueblero de Jesús María, Aguascalientes, que falleció el año pasado, y su señora como homenaje quiere hacerlo en el centro del jardín, sentado en una banca como si estuviera diseñando muebles. Entonces ellos me van a dar las fotografías, y con base en ello se hará el modelado en plastilina, y ellos tienen que aprobar esa plastilina para poder pasar a la fundición.

 

Mis maestros fueron Francisco Rosales, él fue fundidor de uno de mis tíos, realmente con él aprendimos mis hermanos y yo; también aprendimos con el maestro Arturo Castañón, que en paz descanse, y que trabajaba con herramienta de mi bisabuelo.

 

Al arte plástica me dedico desde 1991. En mi familia, desde mi bisabuelo, fueron orfebres religiosos: hacían cálices, custodias, copones; todo ese tipo de cosas. A partir del Concilio Vaticano II dejaron de hacer ese tipo de trabajos. Más tarde uno de mis tíos empezó a hacer escultura en bronce, y mis hermanos y yo nos involucramos al cien por ciento. Hacíamos desde el modelo en plastilina, tomábamos moldes, hasta el último toque en pátina, todo lo hacíamos con nuestras propias manos. Hoy, ya tengo talleres.

 

La mayor parte de los temas que esculpo son por encargo, más que obra artística por inspiración. También hago motivos de la vida cotidiana, reproducciones de obras clásicas. Me gusta mucho la escultura funcional: una por ejemplo es un buzón, no nada más el ornato que pones en el pedestal, tiene un uso.

 

Si algún día mis hijos quieren dedicarse a la orfebrería, tendrán todo mi apoyo y toda mi exigencia, porque esto es un trabajo serio. Tengo una hija de 11 y un niño de 9. A los dos les veo aptitudes tanto en música como en dibujo, pero ninguno me ha dicho “papá me quiero dedicar a hacer esculturas como tú”.

 

No soy un gran lector, para ser sincero, pero me gusta mucho el estilo de Gabriel García Márquez: sus descripciones tan latinoamericanas, su magia es única.

 

Entre piezas importantes que he realizado están un “Sagrado Corazón de Jesús” en la entrada de la Ibero, el “Trono de la Sabiduría” en esa misma universidad, para el Tribunal Superior de Justicia del estado hice a José María Lafragua, que está en el salón Lafragua, a José María Morelos y Pavón que está en el patio; el Juárez sentado, un relieve que está en el descanso de la escalera; hicimos la maqueta del Centro Histórico en 1994 —la que acaba de reinaugurar la presidenta municipal Blanca Alcalá—, lo último que hice fue la escultura del arquitecto José Refugio Reyes, en Aguascalientes, él hizo la mayor parte de los edificios de tipo clásico del centro de esa ciudad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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