Xavier Velasco


En esto creo


Escritor mexicano. 45 años.

Autor de Diablo Guardián, El materialismo histérico, Éste que ves, Luna llena en las rocas


Índira Cerón

 

 

Escribir es una enfermedad, es algo que no se puede evitar, sin lo cual la propia vida es miserable, puedes llorar sangre si no lo haces. El que escribe, con o sin apoyos, lo va a seguir haciendo, se trata de pasión.

 

El momento más feliz de mi vida fue cuando tenía 14 años y bailé con la chica que en ese momento era el amor de mi vida. Pero también fue el 23 de febrero del 2003, cuando me dieron el premio Alfaguara y entendí que mi locura se iba a convertir en profesión.

 

Crear una historia es poblar un mundo. Narrar es terrible porque uno siempre tiene ese sentimiento de insuficiencia.

 

Mi vida tiene muy poca importancia ante la vida de mis personajes, puedo dejar de comer, dejar de bañarme, dejar de dormir, para darles vida a ellos.

 

Preferiría que no hicieran mis novelas en el cine. Me han hecho varias propuestas pero nada me gusta, no lo tolero. Me pongo muy mal.

 

Cuando empecé a sentir la necesidad de tener dinero para sobrevivir me fui a prostituir a una agencia de publicidad. Mi jefe me dijo que me estaba traicionando y me ordenó que me pusiera a hacer lo que en verdad me gustaba.

 

Al escribir tratas de hacer algo mejor que tú mismo, yo estoy lleno de defectos, pero que no me digan que mi novela los tiene, porque les saco los ojos.

 

La única vez que conseguí un trabajo espectacular fue de extra en una película de Luis Miguel, cuando él cantaba yo era uno de los sonsos que le aplaudían.

 

Mi trabajo es como una película de horror; me siento incomprendido y siento que lo que estoy escribiendo no le va a gustar a nadie.

 

Entre más obstáculos tiene una novela, más oportunidades tiene. Como novelista tienes que jugar a ser, debes tener hambre de vida.

 

Parte de la inquietud de escribir es andar por el mundo a ver qué me puedo robar como autor para dárselo a mis personajes. Robo refranes, vestimentas, miradas, caras, gestos, música y hasta modos de hablar.

 

De niño era tímido, hijo único, inadaptado. Cuando los demás jugaban fútbol yo siempre era elegido como reserva, solía guardar un cochecito de metal en mi bolsa derecha del pantalón para entretenerme cuando nadie me pelaba.

 

Las palabras tienen olores, colores, sabores, nunca será lo mismo decir piscina que alberca. Amo la palabra exacta, la historia exacta.

 

No quiero tener un autor favorito, porque me gustan los escritores que sorprenden, que me desafíen. Sin embargo, leo mucho a Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Alejo Carpentier.

 

El valiente no es el que no tiene miedo, es el que se lo aguanta. Yo pensé que si me atrevía a saltar de un avión podría escribir una novela, y así lo hice.

 

Diablo Guardián no es una novela, es un estupefaciente, mi idea precisamente fue hacerlos sentir como en una montaña rusa.

 

Toda la vida me ha acompañado la música, en mis novelas no falta el ritmo, es como si mi escritura se contoneara.

 

Cuando estoy escribiendo el cerebro no tiene lógica, al escribir no sirve el cerebro, el orden. Por eso escribo todas mis novelas a mano, de ladito, en los márgenes, en cualquier lugar para poder hacer lo que quiera con mis letras.

 

A quien más admiro en la vida es a mi perro, es el único que me puede hacer entrar en razón. Usualmente admiro a los seres que tienen más de dos patas.

 

En este trabajo tienes que perder tu vida, meterte en la subjetividad de los personajes. Tu vida no existe, la objetividad no es posible.

 

Luna llena en las rocas la escribí cuando me mandaron a los tugurios a reportear sobre la vida nocturna. Conocí a una rubia y amanecimos en un concierto de los Rolling Stones tirados de borrachos sobre unas piedras y viendo una enorme lunota. Tres meses después me casé con ella y por supuesto, nos divorciamos.

 

En realidad nunca quise ser escritor, nunca lo decidí. Empecé a jugar a escribir historias y como la escuela era insoportable, me encontré con este juguete maravilloso que era mi cuaderno de escribir.

 

Mi cuaderno no acepta competencia; es más importante que mis compromisos, que mis sueños, que mis deseos. Puedo postergar cualquier deseo con tal de quedar bien con mi cuaderno.

 

El momento más feliz es cuando acabas y publicas tu primera novela. En ese momento dejas de ser un novelista sin novela.

 

Mi vida es muy aburrida, sólo soy un tipo que está leyendo, viendo películas, escribiendo, a veces salgo a orearme o a visitar a mis amigos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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