Tuesday, 16 de April de 2024


Razones para decirle que no a Peña Nieto




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Si fuese legislador del PRI y tuviese que votar a favor de una reforma energética que privatiza los derechos de explotación y aprovechamiento de los hidrocarburos y la electricidad, me haría varias preguntas antes de comprometer mi voto.

La primera y más lógica de todas sería ¿por qué hasta ahora el PRI decidió que privatizar el sector energético es la mejor opción para el país? En el pasado ha habido otras propuestas similares que el PRI rechazó, sin ir más lejos en 2008.

 

 

Luego me preguntaría ¿cuáles serán los costos y cuáles los beneficios esperados para México derivados de tan importante decisión?

 

 

Y finalmente buscaría saber ¿qué opina la sociedad a la cual represento y cuáles serán los costos políticos que tendré que pagar?

 

 

La razón por la que el PRI no había intentado una reforma de este tipo en el pasado tiene múltiples respuestas dependiendo del momento histórico de que se trate. Entre 1938 y 1982 los gobiernos emanados del Partido Revolucionario Institucional respetaban una ideología nacionalista y revolucionaria. Esto significa que se obligaban a velar por el interés general de la nación antes que privilegiar intereses privados o extranjeros. Se tenía conciencia de que el sector energético se hizo propiedad del Estado para garantizar que la explotación de los recursos naturales beneficiaran a los mexicanos, y no como ocurría antes de la nacionalización de la industria, cuando los beneficios eran para los socios de empresas extranjeras a quienes ni siquiera se les podía cobrar todos los impuestosque las leyes mexicanas exigían.

 

 

Entre 1982 y el 2000 los gobiernos del PRI nunca se atrevieron a presentar formalmente una propuesta de privatización del sector energético, pese a que los presidentes De la Madrid, Salinas y Zedillo eran partidarios de esa idea. Eso ocurrió debido a la falta de consenso entre los grupos de poder al interior del propio PRI, ya que muchos conservaban suficiente fuerza para dificultar una decisión de ese tipo en las cámaras y podían convertirse en aliados de la disidencia desatada por Cuauhtémoc Cárdenas. Hubo que esperar 12 años de gobiernos panistas para que los liderazgos del viejo PRI corporativista perdieran fuerza política y se rindieran a una nueva generación de priístas, esos sí entregados a la idea de privatizar las actividades económicas que le dieron viabilidad al desarrollo de México durante el siglo XX.

 

 

Para ir en contra de la historia del PRI había que destruir la memoria de la militancia y darle poder a liderazgos que poco o nada tienen de identidad con la revolución mexicana;a una nueva generación de priístas sumisos, ignorantes y sin otro interés que el dinero.

 

 

Quizá una reflexión de carácter histórico o ideológico pudiese generar poco interés en el ánimo de un legislador postmoderno del siglo XXI. A ese político contemporáneo le interesan los pesos y los centavos, las relaciones entre costos y beneficios. En principio diríamos que 34 de cada 100 pesos que como legislador cobra por su trabajo provienen del petróleo, y que después de cierto tiempo de aprobada esa reforma, el país dejará de percibir parte de ese ingreso ya que se irá al extranjero como utilidad de las empresas a quienes hoy les queremos abrir las puertas. En algunos años México no tendrá parte del dinero que hoy tiene para pagar a sus empleados, financiar sus inversiones y respaldar la contratación de préstamos. Además de carecer del flujo de efectivo que hoy le aportan PEMEX y CFE al presupuesto federal, México se irá quedando sin petróleo ya que sus yacimientos serán explotados en proporciones mayores a las actuales. PEMEX aporta cerca de 70 mil millones de dólares al presupuesto federal cada año, para supuestamente ser una empresa en quiebra contribuye al fisco con mucho más dinero que todas las empresas transnacionales asentadas en México. Justamente por esa razón es que las petroleras del mundo quieren hacerse del control de nuestros hidrocarburos.

 

 

La conveniencia de la reforma energética es de corto plazo y de concretarse nos condenará a permanecer como una economía manufacturera, sin posibilidades de dar el salto cualitativo que nos permita alcanzar altos estándares de calidad de vida para la mayor parte de la población. Es un engaño, una mentira que se van a crear millones de empleos y que la economía va a crecer empujada por la inversión extranjera en el petróleo. Si acaso ocurre cierta mejoría económica será temporal y en mucho se podrá explicar por la inyección del presupuesto no ejercido durante 2013. Una vil cortina de humo.

 

 

La peor noticia para un político es el costo que tiene que pagar ante la sociedad que lo eligió y que eventualmente lo elegirá para otro puesto. Cerca de dos tercios de la población mexicana está en contra de la reforma energética del régimen y más temprano que tarde la gente se hará consciente de las funestas consecuencias de permitir la entrada de capital privado al sector. Quizá por eso se sacaron de la manga las famosas candidaturas ciudadanas, ya que ni el PRI ni el PAN gozarán de crédito suficiente para aspirar a ganar las elecciones en 2018. Los poderes fácticos van a apoyar a un “candidato ciudadano” que cuide sus intereses y sea capaz de vencer a la izquierda.

 

 

En otras palabras, la clase política que va a hacerle la tarea al régimen y sus socios se va a quedar fuera del poder en pocos años, esa es la visión modernizadora de la globalización. Si les queda algo de sentido de supervivencia a los políticos de hoy más les vale evitar que la reforma energética se concrete, porque una cosa es segura, ellos no van a gobernar este país por mucho tiempo. Y como no quiero quedarme con la duda, vamos a levantar una encuesta donde le preguntaremos a los poblanos si votarían por algún político que como legislador aprobó la reforma energética que privatiza los derechos de explotación y aprovechamiento de los hidrocarburos y la electricidad. La próxima semana publicaremos los resultados del estudio para que ningún legislador comprometa su voto sin conocer los costos políticos asociados a su decisión.Y lo mejor para ustedes amigos legisladores, no les va a costar dinero esta información.

 

 

 

 

 

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