Friday, 19 de April de 2024


El penoso caso de Edgar Salomón




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Es triste ver la cruda de un soberbio; penoso cuando se atestigua el desmoronamiento de “alguien” con ínfulas de grandeza, que cree que su ego es más grande que la realidad. Ese tipo de personas –por lo general- son capaces de hacer (y decir) cualquier cosa, ya que, suponen que el destino nunca los alcanzará (craso error).

Es entonces cuando “el tiempo” –ese sabio y justo arrendador- decide hacer de las suyas, para poner orden y mandar a cada quien a su lugar. “El Señor tiempo” cobra caro la arrogancia, por eso es mejor caminar a su lado con humildad y sencillez.

 

 

El final de los soberbios siempre es el mismo: terminan despojados de su altanería, y metidos en un traje sastre de remordimiento. Cuando eso sucede, el espectador siente una extraña mezcla entre compasión e impotencia, al no poder hacer nada por ese manda-más venido a menos; creo que es entonces cuando se acostumbra a decir: Me da pena ajena…

 

 

Tal es el caso del diputado Edgar Salomón Escorza, ex Presidente de la Junta de Gobierno del Congreso del Estado, ex Coordinador de la Fracción de Diputados del PRI, y ex Candidato a la Presidencia Municipal de San Martín Texmelucan.

 

 

Hace un año, el diputado Salomón caminaba sobrado por los pasillos del Congreso, daba órdenes a diestra y siniestra, se ufanaba de tener mucho poder, y no hacía ningún intento por ocultar sus excentricidades (entre ellas, sus fastuosos relojes y su peculiar vestimenta). Hablaba de sus viajes, sus idas al antro, alardeaba de colocar gente en distintas posiciones, e incluso presumía su excelente relación con el gobernador, a quien le gustaba referirse como “Rafa”.

 

 

Recuerdo una publicación del periodista Iván Tirzo, en que daba cuenta de uno de los escándalos del entonces diputado, en un antro de su natal San Martín Texmelucan: el diputado Edgar Salomón Escorza, en todo momento se dirigió a un servidor (Comandante de Policía) y a los elementos que acudieron al auxilio, en una forma prepotente y mentándonos la madre a todos y a cada rato, diciéndonos que éramos unos nacos muertos de hambre, también dirigiéndose a la persona del capitán Adalberto de Jesús Pelayo, diciendo que él estaba bajo sus huevos y mentándole también la madre… Hasta aquí la penosa pero obligada cita (http://www.oem.com.mx/elsoldepuebla/notas/n2559067.htm)

 

 

Recuerdo también que, en un burdo intento por contrarrestar su imagen de prepotente que ya se había ganado (y para promocionarse para la Alcaldía de San Martín), Salomón llegó al extremo de bailar “Zumba” (con unos pants ajustados) intentando parecer carismático y cercano a la gente... (#Patético) Aquí el video: (http://www.youtube.com/watch?v=xeQ69tPofDQ) Él pensaba que era un diputado peculiar, la opinión pública pensaba otra cosa…

 

 

Pero más allá de sus frivolidades (finalmente son sus gustos y estilos), lo que más se le criticaba a Salomón era el servilismo que mostró ante los intereses de RMV. La actitud de Salomón, nunca fue como la de un “representante de un Poder Autónomo” y menos como la de un “líder de oposición”, sino todo lo contrario, Salomón fue más morenovallista que muchos diputados del PAN, ya que, desde su posición, no sólo avaló, sino que impulsó todas las reformas enviadas desde Casa Puebla, asumiendo posturas ignominiosas que lo llevaron a defender lo indefendible, como por ejemplo: la selección de Magistrados del TSJ; la conformación de Consejeros Electorales del IEE; o bien, la aprobación de la Reforma Electoral; todas ellas, iniciativas proclives a los intereses del gobernador.

 

 

Pero a Salomón poco le importaban las críticas, el rubor y la pena eran palabras ajenas a él. Pensaba que una vez convertido en Presidente Municipal, se borraría la mancha de su pasado sombrío como diputado abyecto. Pensaba también que, llegar a la Presidencia Municipal era un asunto de mero trámite (como las iniciativas que le mandaba el gobernador, que se aprobaban solitas), no pensó que podía perder, eso no estaba en sus planes, por eso, cuando estaba a punto de pedir licencia para irse como candidato, su soberbia lo llevó a decir: “Yo creo que mi ciclo en el Congreso ya terminó, estoy muy contento, siempre dije que no estaba aquí ni por un buen sueldo ni por nada de eso, entonces yo creo que mi ciclo ya finalizó (…) no quiero ser un diputado más…” –expresó el diputado, con cierto dejo de nostalgia, al saber nunca más volvería a ser Presidente del Congreso-.

 

 

El final lo conocemos todos: el tiempo se encargó de darle un duro golpe a Salomón, un golpe del tamaño de su soberbia. Hoy es triste verlo regresar al Congreso con la vista abajo, con las manos en los bolsillos, escondiéndose de todos, con la derrota entre las patas, y  comiéndose una a una todas sus palabras. Hoy Salomón es un diputado más, chiquito, sin voz, sin autoridad, sin prestigio. Ya no tiene la oficina de antes, hoy pelea por tener un cubículo decente. Ya no tiene las prerrogativas de antes, hoy tiene que aguantarse la pena para cobrar su sueldo (ese que dijo, no necesitaba).

 

 

Es triste ver un caso así. Pobre Salomón, lo entiendo (pero no lo justifico), tuvo mucho poder en sus manos y no estaba preparado. El poder es una bebida muy fuerte, y Salomón no la supo controlar. Bebió mucho y muy rápido; se embriagó, y hoy la cruda es fatal.

 

 

Dos noticias se asoman para él. La buena es que la vergüenza pasa rápido. La mala es que la dignidad NO se recupera fácilmente (espero que en lo sucesivo sea más cuidadoso con ella…).

 

 

 

 

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