Friday, 29 de March de 2024

Celebrando a la “Casta Diva”, María Callas a 90 años de su nacimiento

Lunes, 02 Diciembre 2013 12:20
La vida de la soprano, quien nació un día como hoy pero de 1923, fue una mezcla de tragedia y de cuento de hadas



Su voz, su técnica y ejecución dramática la convirtieron en la cantante de ópera más reconocida del siglo pasado. Cecilia Sophia Anna María nació el 2 de diciembre de 1923, en Nueva York, bajo el apellido Kalogeropoulou. Su padre, de origen griego, al obtener la nacionalidad estadunidense simplemente lo cambió por Callas.



Tuvo una infancia difícil, marcada por la amargura, la frustración y la exigencia de Evangelina, su madre; la separación de sus padres y su traslado a Grecia la marcaron.



Drama de vida



Arianna Stassinopoulos, una de las biógrafas de La divina, como la llamó el público de La Scala de Milán, escribió qua la vida de la soprano fue una mezcla de tragedia y de cuento de hadas; se transformó de una adolescente obesa, con gruesas gafas y torpe en sus movimientos, en una mujer de belleza y personalidad magnéticas, tanto en el escenario como fuera de éste.



La tragedia inició desde su nacimiento, cuando la madre descubrió que en vez de dar a luz a un varón nació una niña, a quien desde ese momento trató con frialdad, pero cuando se dio cuenta de que ella, con tan sólo cinco años, poseía una maravillosa voz, se enfocó en su instrucción musical. Aun así, el afecto se volcó en su hija mayor, Jackie.



María Callas, como se hizo llamar a la postre, a los diez años, inició una rígida y ardua educación musical, que en un principio no le interesó, pero al darse cuenta del potencial de su voz y que con ésta atraía la atención de la gente, su actitud cambió y se concentró en el canto.



Fue en Atenas, hacia finales de 1939, que la adolescente y regordeta María (con alrededor de 90 kilos de peso) entró al conservatorio tras de una audición con Elvira Hidalgo, la afamada soprano española que conquistó los más importantes escenarios, como La Scala de Milán.



Aunque en un principio la primera impresión que tuvo Hidalgo sobre Callas no fue la mejor, al escucharla cantar detectó en su voz el drama y la tesitura de una gran intérprete. Así, además de convertirse en su maestra y mentora, cultivaron una amistad más allá de las aulas, y fue quien ayudó para que la joven promesa despegara y cuidara su imagen.



Para Hidalgo fue una alumna perfecta, muy musical y trabajó horas y horas como ninguna, para alcanzar notas agudas, no tuvo miedo de hacerlo. Cuando por fin llegaron los frutos de ese arduo aprendizaje le consiguió un lugar en la Ópera de Atenas. En 1941, como suplente de la protagonista, interpretó Tosca, de Giacomo Puccini, obra que la llevó a ser considera una de las mejores voces de Grecia.



En 1944 viajó a Nueva York para reencontrarse con su padre, pero también movida por la firme idea de conquistar el Metropolitan Opera House. Aunque su debut sería hasta octubre de 1956, con Norma, de Bellini, tras una audición y el ofrecimiento de interpretar los papeles principales de Madame Butterfly y Fidelio, rechazó la oportunidad. María poseía un carácter fuerte y decidido.



Tiempo después, en la ciudad donde nació, conoció al tenor Giovanni Zenatello, quien la contrató para actuar en el Festival de Verona, Italia, con La Gioconda, de Ponchielli.



Ahí, en esa localidad brilló con su voz. Callas conoció al acaudalado industrial de la construcción y agente artístico Giovanni Battista Meneghini, 30 años mayor que ella y con quien se casó casi de inmediato.



La voz de Italia



Con Elvira, protagónico de I puritani, de Vincenzo Bellini, a Callas se le conoció como La voz de Italia. Sin embargo, llegar al máximo escenario italiano, La Scala de Milán, se convirtió en su gran obsesión, después de que en 1947 la rechazaran.



Pero testadura como era, según Francesco Siciliani, director artístico, ella se empeñó a estar ahí. Para conseguirlo acudió directamente a Arturo Toscanini, el jefe de La Scala. Al conseguirlo, interpretó Aida, de Giuseppe Verdi. Ahí fue donde el público cautivado por la voz y la ejecución la llamó La divina. 



Fue el director de cine Luchino Visconti quien le dio un toqué dramático a la actuación de la soprano en escena (para ese entonces ya lucía delgada, había bajado alrededor de 30 kilos); él logró que fuera más fina y más precisa sobre el escenario.



Para Callas, encontrar un gesto y saber cómo actuar “(lo que) tienes que hacer es escuchar la música… si te tomas la molestia de escuchar con el alma y con los oídos encontrarás cada gesto… Antes de cantar una frase tienes que prepararla con la cara y ofrecérsela al público: esa es la belleza del bel canto, hacer que el público lo lea en tu mente y luego lo escuche”.



María Callas tuvo una carrera relativamente corta, poco más de diez años. Cuando disfrutaba de las mieles del éxito con la puesta en escena de Medea, de Luigi Cherubini, en 1959, también inició un tórrido romance con el millonario Aristóteles Onassis, de quien se enamoró perdidamente, de acuerdo con sus biógrafos, y no sólo abandonó a su marido, sino que también se retiró temporalmente de los escenarios, pero el naviero griego la dejó para casarse con Jacqueline, quien fuera la esposa del legendario presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy.



Cuando quiso regresar a los escenarios su voz la traicionó, pues estaba desgastada. Tosca fue una de sus últimas actuaciones, en 1965, en el Covent Garden, de Londres. En Sapporo, Japón, dio su último recital.



La divina Callas murió a los 54 años de edad, en París, el 16 de septiembre de 1977, en el departamento de la avenida Georges-Mandel que le regaló Onassis, lugar donde inició su polémico romance, caracterizado por encuentros y desencuentros.  



La Divina en Bellas Artes



Fue el Palacio de Bellas Artes, de la Ciudad de México, uno de los escenarios de América Latina en los que La divina cantó en tres temporadas: 1950, 1951 y 1952.



Con gran expectativa fue esperado el debut, con Norma, de Bellini (23 mayo, 1950), presentada como “la soprano absoluta del siglo”, para su primera temporada en México contratada por la Ópera Nacional, A.C. (ONAC), bajo la administración de Antonio Caraza Campos.



En el contrato se estipulaba que cantaría Norma, Aida, Tosca, Il Trovatore y Traviata, pero rechazó ésta última, pues no la sabía, así que pidió cambiarla o cancelaría su participación, relata José Félix Patiño Restrepo en su libro María Callas: la divina, prima donna assoluta, la voz de oro del siglo. 



El crítico de música Félix Herce publicó en Revista de Revistas que a pesar de la gran expectativa que despertó el debut de Callas, con Norma, resultó aburrido. Carlos Díaz DuPond, subgerente de la ONAC, dijo que el público se desilusionó con la interpretación.



En la primera temporada en México además cantó en tres ocasiones Aida (30 de mayo, 3 y 11 de junio); en dos, Tosca (8 y 10 de junio), y en tres, Il Trovatore (20, 24 y 27 de junio). 



Entre el elenco que acompañó a Callas destacan el tenor Kurt Baum, la mezzosoprano Giulietta Simionato y el bajo Nicola Moscona, el barítono Leonard Warren, el tenor Mario Filippeschi y el barítono Robert Weede.



La Callas, como también se refirieron a la temperamental soprano, regresó a México en junio de 1951 para una temporada con tres funciones de Aida y cuatro de La Traviata, las cuales causaron sensación.



Para la tercera y última temporada de Maria Callas en el Palacio de Bellas Artes, en 1952, presentó I puritani, Traviata, Lucia di Lammermmoor, Rigoletto y Tosca. Para esa temporada, cobró dos mil dólares por presentación; debutó con I puritani con la participación de dos mexicanos: el tenor Roberto Silva y la soprano Rosa Rimoch.



Con Lucia di Lammermoor, a Callas la llamaron en México La diva del siglo, pues en una de las interpretaciones logró que el auditorio de Bellas Artes la ovacionara por más de 15 minutos.



Sin embargo, la crítica fue dura con las presentaciones de Rigoletto, por lo cual la temporada en México para la soprano había sido un fracaso, y tomó la decisión de no volver a interpretar más la obra.    



En la segunda Tosca, Díaz DuPond pidió a la orquesta interpretar Las golondrinas, al término de la ópera para despedir a María Callas, de acuerdo con el relato de Patiño Restrepo.



En México se grabó Maria in Mexico, las presentaciones en vivo de 1950-1951 de Aida, Il Trovatore, La Traviata, Norma y Tosca.



Excélsior

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