Friday, 29 de March de 2024


#Chalchihuapan: la administración de la crisis




Escrito por  José Zenteno
foto autor
La tarde del 9 de julio llegaba la información de los sucesos ocurridos durante el desalojo de manifestantes de la junta auxiliar de San Bernardino Chalchihuapan. Un menor de edad con apenas 13 años de edad herido de gravedad en el cráneo, un hombre con la mandíbula destrozada, otro perdió un ojo, varios heridos por contusiones de todo tipo, policías retenidos en la comunidad.

La situación se había salido de control y amenazaba con convertirse en un problema grave para el gobierno del estado de Puebla. Al menos eso se intuía en la redacción de algunos medios de comunicación locales, porque al parecer el gobierno no lo juzgó de ese modo.

 

 

Esa tarde el gobierno dejó ir la primera oportunidad de encauzar una salida digna e inteligente del problema. Los asesores del gobernador tenían que haber comenzar a escribir el epitafio de esa historia, de lo contrario, esa misma historia podía dar pie al epitafio político del régimen. La realidad es que el gobierno eligió el camino equivocado ¿por qué lo hizo?

 

 

Hay un dicho en inglés que dice más o menos así “when the tough gets going the going gets tough”. Cuando la dificultad va avanzando, avanzar se dificulta, eso es lo que ha venido ocurriendo con este asunto que no comenzó el 9 de julio, sino mucho antes, con la aparición de diversos eventos que juntos condujeron a los efectos que hoy atestiguamos.

 

 

Resulta hasta paradójico porque en el caso de Puebla, el gobernador había vencido todas las dificultades que hasta ese momento se le habían presentado; en 2013 logró la mayoría en el Congreso local y el triunfo de sus candidatos en los principales municipios del estado, apostó todo a Gustavo Madero y con él ganó el control del PAN, propuso una Ley para el uso de la fuerza en caso de manifestaciones y logró promulgarla, sus alianzas se multiplicaban fuera del estado lo que hacía parecer un camino directo y sin escalas a la candidatura presidencial del 2018, su imagen y la evaluación de su gobierno gozaban de cabal salud, el proyecto sucesorio del 2016 se anticipaba sencillo pues el PAN lucía imbatible en la capital y con la colaboración de sus aliados en el PRD parecía imposible que el PRI pudiera arrebatarle el triunfo en las elecciones por la mini gubernatura. Moreno Valle avanzaba con viento a favor y su proyecto parecía elevarse por las alturas sin que nada pudiera detenerlo. Así fue como se instaló la soberbia que nubló el juicio.

 

 

El peor enemigo no está fuera sino dentro de uno mismo, y ese fue el caso del gobernador poblano. Pese a su inteligencia e intuición política, esta vez se equivocó. Pasó por alto lecciones de la historia que un gobernante jamás debería olvidar, como aquella frase de don Jesús Reyes Heroles que decía que “cuando el pueblo dice que es de noche, a encender los faroles” o aquella otra que reza “en política la forma es fondo”.

 

 

¿Qué estaría pasando hoy 30 de julio si el día 11 de julio se anuncia la salida del secretario de seguridad pública, Facundo Rosas? Aduciendo que es consecuencia de los hechos ocurridos y ante la evidencia de falta de capacitación de la policía que mostró exceso y mala aplicación de la fuerza en un evento en el que varias personas resultaron heridas, algunas de gravedad. Y dos días después se anuncia la abrogación de la llamada “Ley Bala” por motivos similares. Y si a esas medidas le agregamos otras de índole humanitaria como una visita al hospital donde trataban al niño Tlehuatlie. Seguramente que una muestra afecto y solidaridad con la madre y con los otros heridos a tiempo, también hubiese contribuido a relajar el ánimo de linchamiento mediático y político que ya se estaba confabulando en contra de Moreno Valle. Sin embargo, el hubiera no existe.

 

 

Lo que pasó después es consecuencia de lo que se dejó de hacer en los primeros 6 días de absoluto silencio por parte de las autoridades del estado de Puebla. De la indiferencia pasaron a la violencia y dejaron caer el peso de su poder para pretender hacer prevalecer su versión de los hechos. Una versión que ya nadie estaba dispuesto a aceptar como verosímil.

 

 

Las fotografías del niño con el rostro ensangrentado, el hombre con el rostro desfigurado, otro con el ojo hundido bajo un hematoma de proporciones groseras ya habían circulado por las redes y se habían difundido en varios periódicos. El veredicto de los hechos ya había sido contado a través de esas fotografías y nada que el gobierno hiciera podría contradecir el juicio contra la policía del estado de Puebla. Ese es el punto, el enojo de la sociedad procedía del exceso de fuerza desplegado por la policía y hubo tiempo para entregar el chivo expiatorio, haciéndolo pagar con su cargo por los defectos en las tácticas de dispersión de manifestantes.

 

 

Pero no fue así, sino que se presentaron dictámenes de la PGR que no existían, análisis absurdos como el de la cabeza de marrano, pretextos ridículos como las “piedras de grueso calibre”, justificaciones inhumanas como pretender criminalizar al menor por su supuesta participación en la toma de la autopista, contradicciones inaceptables en términos de comunicación como la versión del cohetón y luego de la onda expansiva. En la administración de una crisis como ésta, los errores se pagan con pérdida de credibilidad y con abrir flancos vulnerables que pueden aprovechar los adversarios políticos.

 

 

El problema de Moreno Valle es que se ha quedado sin argumentos y sin aliados. Nadie quiere arriesgar su capital a un proyecto que carece de credibilidad y se observa en franca decadencia, como lo documenta la encuesta del BEAP publicada el 28 de julio. La fábula de David contra Goliat se repitió, solo que esta vez fue José Luis Tlehuatlie el que venció al omnipotente gobernador Rafael Moreno Valle, y sin lanzarle una sola piedra.

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