Thursday, 25 de April de 2024


El movimiento estudiantil del 64




Escrito por  Gabriel Sánchez Andraca
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HOY SE CUMPLEN 50 AÑOS, la friolera de medio siglo, de que un movimiento popular-estudiantil, nunca antes visto en Puebla, derribó al gobierno estatal encabezado por el general Antonio Nava Castillo.

Todo se inició el 14 de octubre de 1964, cuando por disposición del gobierno en Puebla ya no se vendería leche bronca, sino sólo pasteurizada, es decir, el estado entraría al primer mundo, que parece que ha sido la obsesión de muchos de nuestros gobernantes.

 

 

Policías e inspectores de los entonces llamados Servicios Coordinados de Salubridad y Asistencia se apostaron en todas las entradas de la ciudad para que los lecheros (vendedores de leche bronca) no entraran a la ciudad y que su producto fuera arrojado a las alcantarillas, a fin de que ya no volvieran a intentar su venta al público y la llevaran directamente a la pasteurizadora Jeles, la única que había, pero que pagaba un precio que no convenía a los productores.

 

 

Los lecheros pretendieron defenderse y hubo golpeados y encarcelados, y esa fue la mecha que originó el incendio.

 

 

Los productores que procedían de poblaciones cercanas a la capital, entonces de 300 mil habitantes, fueron a solicitar el apoyo de la Universidad Autónoma de Puebla, movilizada desde hacía cuatro años por un movimiento de Reforma Universitaria que dividió a la población en dos grandes grupos: el liberal, llamado comunista y el conservador, llamado “los Fuas”.

 

 

Pues con todo y la división ideológica que existía entre la población, liberales —encabezados por maestros y estudiantes de la UAP— y conservadores —encabezados por la jerarquía eclesiástica, por agrupaciones empresariales, entonces denominadas en conjunto “la iniciativa privada”—, se unieron para combatir a un gobierno que vino a remover el recuerdo de un cacique atrabiliario y déspota llamado Maximino Ávila Camacho, quien había muerto 20 años antes, pero cuyo mal recuerdo prevalecía entre la población.

 

 

Todos los sectores sociales estaban descontentos por el proceder de funcionarios carentes de la más mínima sensibilidad social y política; arbitrarios y soberbios que trataban a los ciudadanos, incluso a los presidentes municipales, con la punta del pie.

 

 

La inmensa mayoría de los funcionarios que así actuaban, eran militares y ajenos por completo al estado de Puebla.

 

El descontento era general, principalmente contra el contralor general, un médico militar con grado de Coronel, de nombre Luis Sánchez Domínguez; contra el director de Tránsito, un Mayor de apellido Saldívar; contra el jefe de Policía, un general de apellido Lepe, parece que tío de Ana Berta Lepe; del titular de la Dirección de Gobernación, médico veterinario y Teniente Coronel, Ciriaco Tista y muchos más.

 

 

El 14 de octubre el movimiento estalló. Hubo encuentros violentos entre policías y estudiantes, pero la unidad de todos los sectores no se rompió en ningún momento.

 

 

Para dirigir la lucha, se constituyó un Directorio Estudiantil Poblano, con los más leales perfiles universitarios, como dice uno de sus integrantes, sin compromisos políticos externos o internos en ese momento determinante, es decir, se recurrió a los dirigentes elegidos democráticamente: presidentes y consejeros universitarios alumnos de las facultades y escuelas de la institución, así como a estudiantes con liderazgo y con fama de honestos.

 

 

Los integrantes de ese grupo, que tuvo mucho que ver en el éxito del movimiento, por su limpieza de miras, por la honestidad que demostraron en todo momento y por su lealtad a la población, fueron: Nicandro Juárez Torres, Ernesto Ordaz Cartas, Samuel Gurwitch Soloff, Edmundo Briones Fuentes, Jorge Morales Obregón, Gildardo Carpio Corzo, Nemesio Cruz López, Ramón Beltrán López, Rubén Tejeda Reza, Juan José Barrientos Granda, Víctor Vargas Escorza, Juan Bueno Moneda, Antonio Pérez Díaz, Raúl Carpinteyro Vera, Manuel Guzmán Pérez, Rafael Figueroa Silva, Francisco Sánchez Muñoz, René Fernández Angulo, Leonardo Raúl Macías, Luis Ponce Ramírez, Eduardo Núñez, José Luis Ríos Torres, Luis Villa Issa, José Peña Islas y Pedro Valbuena Sánchez.

 

 

Muchos de ellos ya han fallecido y otros ejercen con éxito la profesión que eligieron y seguramente guardan un recuerdo de esa etapa de su vida, en la que fueron solidarios con su pueblo, al que sirvieron en momentos difíciles con lealtad y honradez.

 

 

ESTE DIA, 30 DE OCTUBRE, PERO DE HACE cincuenta años, los activistas concentrados en el Carolino, decidieron hacer pintas y distribuir propaganda en las colonias de la periferia de la ciudad, exhortando al pueblo o no abandonar la lucha, pero un día antes habían llegado y se hospedaban en diversos hoteles del centro, jóvenes robustos, algunos pelados al rape y el día en que los activistas salieron a cumplir su misión fueron brutalmente golpeados por los que se supone eran gente contratada por el gobierno para reprimirlos.

 

 

A las 24 horas del día 30, en el edificio Carolino empezaron a llegar los primeros golpeados. Fueron llamados médicos del Hospital Universitario para atender a los heridos. Llegaron médicos y enfermeras, incluso particulares y a la 1 de la madrugada, el Centro hervía de gente, padres de familia, maestros, estudiantes y simples curiosos estaban por todas partes. El Centro no durmió esa noche.

 

 

A las 7 de la mañana, las tanquetas y transportes del ejército, con soldados uniformados como si fueran a combate, recorrían las calles de la capital poblana con sirena abierta.

 

 

El comercio no abrió sus puertas y la ciudad se quedó paralizada. Pero en la tarde empezaron a llegar grupos de todos los barrios, de todas las colonias, de diversos municipios y poblaciones cercanas. A las 7 de la noche el zócalo estaba llenó hasta el tope, lo mismo que las calles aledañas.

 

 

Los tanques y los transportes militares, quedaron atrapados en medio de la multitud. En la 5 Poniente, frente al edificio del Congreso, había una gran cantidad de gente. Un grupo de estudiantes había penetrado en el recinto donde sesionarían los diputados y luego el salón se vio abarrotado con gente de todas las clases sociales.

 

 

Fue el diputado local por Tepeaca, don José Octavio Ferrer Guzmán, recientemente fallecido, quien dio lectura al documento mediante el cual el General Antonio Nava Castillo solicitaba licencia para retirarse del cargo de gobernador del estado de Puebla, por tiempo indefinido.

 

 

Los diputados aprobaron la solicitud de Nava y luego procedieron a designar al gobernador sustituto, ingeniero Aarón Merino Fernández, que días antes renunció a la gubernatura del territorio federal de Quintana Roo, en el sureste mexicano, para trasladarse a Puebla.

 

 

Se hospedaba en el hotel spa Agua Azul, de donde salió al recinto legislativo, para rendir la protesta de rigor.

 

 

A pie, en medio del regocijo de una multitud nunca antes vista, hizo el recorrido del Congreso al palacio de gobierno, que entonces era el edificio que se encuentra en la esquina de la Maximino Ávila Camacho, hoy Juan de Palafox y Mendoza y la 2 Sur.

 

 

El zócalo rebosaba de gente alegre que aplaudía y gritaba de júbilo. Las campanas de la catedral fueron echadas a vuelo. Fue un recorrido lento pero único. Tal vez, nunca antes un gobernante poblano había sido recibido con tanto entusiasmo como el ingeniero Aarón Merino, que curiosamente, era originario del mismo pueblo del general Nava, Ixcaquixtla.

 

 

Se inició una nueva etapa en la vida de la entidad poblana. La forma de gobernar de Merino Fernández, fue muy diferente a la de su antecesor y terminó bien su periodo.

 

 

Con la Universidad Autónoma de Puebla desestabilizada desde 1961, por el denominado Movimiento de Reforma Universitaria, hubo, después de Merino, varios cambios de gobernadores y fue hasta la llegada del doctor Alfredo Toxqui al poder, cuando se estabilizó el gobierno.

 

 

Lo de 1964 fue una pausa en la lucha de los universitarios por reformar a su alma mater, una pausa que logró la unificación del pueblo para no volver a los tiempos de un caciquismo feroz, como el que se había vivido en los años treinta bajo la férula de “don Maximino”, como le llamaban al gobernante de entonces, aún después de su muerte.

 

 

Este acontecimiento fue recordado ayer, con un discreto acto efectuado en el Paraninfo del edificio Carolino, a las 17 horas. Estuvieron varios de los integrantes del Directorio Estudiantil, que hace medio siglo se cubrió de gloria.

 

 

 

 

 

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