Saturday, 20 de April de 2024


Tlatelolco 1968. Iguala 2014: el rayo que no cesa de golpear a Peña Nieto




Escrito por  Arturo Rueda
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La herida tan profunda de un rayo que no cesa, cualquiera que sea el desenlace, traerá consecuencias profundas para el sistema político mexicano, especialmente para los tres partidos mayoritarios. Al tratarse, como lo definió Human Rights Watch, de la violación a los derechos humanos más grave desde Tlatelolco, sus consecuencias podrían ser semejantes para toda una generación de mexicanos, especialmente los universitarios y normalistas que salen a la calle en desbandada para marchar, quejarse, tomar sus escuelas, realizar actos cívicos y escapar a la pereza social dominante

Pasan los días, noches, horas terribles sin que toda la fuerza del Estado pueda encontrar a los 43 normalistas de Ayotzinapa. Más de un mes llevan desangrándose los padres que los buscan, mismo tiempo que Peña Nieto y el gobierno federal ven hundir su prestigio internacional, la esperada inversión extranjera y el proyecto político de restaurar la hegemonía del PRI. Entonces, recuerdo al poeta español Miguel Hernández en uno de sus magníficos poemas. Este rayo ni cesa ni se agota:/de mí mismo tomó su procedencia/y ejercita en mí mismo sus furores./Esta obstinada piedra de mí brota/y sobre mí dirige la insistencia/de sus lluviosos rayos destructores/. Si, Iguala es el rayo que no cesa ni para el presidente, sus todopoderosos Osorio Chong, Murillo Karam, Videgaray, pero tampoco para millones de mexicanos que engendramos esa guerra civil que nos devora.

 

 

Sobre la desaparición de los 43 normalistas ya se tejen las historias más fantásticas por la incapacidad del Estado para encontrarlos. ¿Por qué, pese a que supuestamente algunos sicarios ya confesaron su participación en los homicidios, se encuentran cientos de cadáveres por los alrededores de Iguala y Cocula de innumerables desconocidos, pero no aparecen los anhelados? ¿Por qué, incluso, equipos anfibios buscan en el río cercano a Cocula? ¿Nadie ha dado una pista en verdad fidedigna? ¿Si la PGR, con la enorme presión internacional, no puede resolver este caso, qué puede esperarse de otros?

 

 

Unos dicen que los normalistas fueron quemados y sus cenizas tiradas al río. Otros, que los cuerpos fueron llevados al mar, hundidos, y que ya nunca van a aparecer. Otros, que los narcos de Guerreros Unidos los mantienen con vida fuera del estado para negociar su salida. Otros, que no están en las fosas comunes de Iguala, sino en las que hay en la frontera con Michoacán. Incluso, los que afirman que Abarca y su esposa ya fueron liquidados y serán una nueva versión de Manuel Muñoz Rocha, el autor intelectual de Ruiz Massieu. En medio de tantos dichos, el gobierno federal no puede aclarar nada. A la desinformación responden sólo con silencio.

 

 

En un callejón sin salida, el gobierno federal avanza a tientas. No encuentra a los normalistas, pero tampoco al ex edil de Iguala, José Luis Abarca, ni a su esposa, y tampoco al director de Seguridad Pública. El procurador Murillo Karam, quien se había construido una imagen de puño de hierro, se desmorona en su incapacidad para, por lo menos, ofrecer cabezas. Lo único que falta es que también se le escape el gobernador con licencia Ángel Aguirre Rivero, quien más tarde que temprano irá a dar a la cárcel porque es el único cuello a la mano para entregar a la enardecida sociedad mexicana.

 

 

La herida tan profunda de un rayo que no cesa, cualquiera que sea el desenlace, traerá consecuencias profundas para el sistema político mexicano, especialmente para los tres partidos mayoritarios. Al tratarse, como lo definió Human Rights Watch, de la violación a los derechos humanos más grave desde Tlatelolco, sus consecuencias podrían ser semejantes para toda una generación de mexicanos, especialmente los universitarios y normalistas que salen a la calle en desbandada para marchar, quejarse, tomar sus escuelas, realizar actos cívicos y escapar a la pereza social dominante, tal como publicó ayer The New Yorker.

 

 

El recuerdo de Tlatelolco se convirtió en una fuerza motriz que impulsó la transición democrática en los años ochenta y noventa. ¿Puede ser Ayotzinapa un nuevo auto sacramental para las fuerzas democratizadoras? ¿Cuáles serán sus efectos de largo plazo? El crimen de Iguala está lejos de resolverse, y sus efectos también serán impactantes para el proyecto de la restauración autoritaria que Peña Nieto desarrollaba con mediano éxito.

 

 

El proyecto amenaza con derrumbarse estruendosamente. La violencia dejó retratado a Osorio Chong como lo hizo la recesión económica con Luis Videgaray. El punto medio es la inminente licitación de la Ronda Uno: qué ocurrirá si los campos son declarados desiertos o las grandes empresas petroleras desprecian la apertura energética. ¿Cómo cumplirá la promesa de modernización sobre 43 jóvenes desaparecidos?

 

 

El problema estalla cuando las dos fuerzas globales más poderosas ya intervinieron: Obama y el Papa Francisco agravaron más la crisis internacional. Si Estados Unidos y la Iglesia católica reclaman al unísono, es que la cosa está más que grave.

 

 

Al final, no debe perderse de vista que mexicanos atacaron a mexicanos, como viene ocurriendo desde que arrancó la guerra contra el narco. Pero el hecho fundamental es que el ataque fue ordenado por el presidente municipal, perpetrado por policías, y que ellos los entregaron a criminales. El rayo que no cesa es la guerra civil entre mexicanos, la discordia que ignoramos y nos persigue como un fantasma ante la negligencia de las autoridades, cuando no por su evidente colusión con las autoridades.

 

 

Termina el poeta Miguel Hernández que combatió a Franco: ayer amaneció el pueblo/desnudo y sin qué ponerse,/hambriento y sin qué comer,/el día de hoy amanece/justamente aborrascado/y sangriento justamente./En su mano los fusiles/leones quieren volverse/para acabar con las fieras que lo han sido tantas veces.

 

 

 

 

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