Thursday, 28 de March de 2024


Las calles contra las instituciones. ¿Es esto la Primavera Mexicana?




Escrito por  Arturo Rueda
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Para un país apático e indolente, más de 50 días en una revuelta in crescendo es un parteaguas, aunque a ciencia cierta nadie sabe hacia dónde se mueve esta energía social que choca con el muro de la clase política erigida en la República Mafiosa, cuya máxima es cubrirse unos a otros, permanecer formados a la espera de los beneficios que otorga el sistema a los disciplinados. Por eso es que los teóricos partidos de oposición, PAN y PRD, son incapaces de reaccionar aunque sea con el objetivo de lucrar electoralmente

Si esto no es la Primavera Mexicana, se le parece mucho. Un monigote de la figura presidencial fue quemado anoche en el zócalo del Distrito Federal, a unos pasos de Palacio Nacional, rodeado de miles de jóvenes universitarios que salieron a una nueva y más multitudinaria marcha de #AcciónGlobalPorAyotzinapa. La esposa del presidente literalmente vive un linchamiento tras la fallida explicación sobre cómo adquirió la “Casa Blanca” de Las Lomas, revelación periodística que un puñado de medios y redes sociales hizo explotar pese al blindaje que el sistema tradicional de medios de comunicación quiso darle a la familia presidencial. Las movilizaciones no sólo fueron en la capital del país, sino en Puebla, Tijuana, Culiacán, Toluca, León, Cuernavaca, Zamora, Xalapa, Tenosique, entre otros de las ciudades más importantes de México. El movimiento, pues, ya es nacional.

 

 

Pero también es global. Las acciones de reprobación en contra de Enrique Peña Nieto se desarrollaron a lo largo y ancho de un mundo que nos observa a la distancia: NY, Londres, Boston, Madrid, Buenos Aires, Copenhague, Berlín, Bolonia, Roma, Oslo, Sao Paulo, Santiago, San Juan de Puerto Rico y numerosas ciudades en Estados Unidos.

 

 

México se reconfigura a una velocidad que la clase político no alcanza a entender, y quizá, ni los mismos ciudadanos. Los viejos tabús caen. Hay periodistas metidos de plano en la cama presidencial, un tema escabroso que siempre fue parte de la rumorología y el chisme post sexenal. El caduco concepto de Primera Dama se derrumba luego de que la esposa del presidente es sometida al escrutinio de los medios y de la sociedad que no le muestra clemencia en las redes sociales, donde se convierte en objeto de mofa.

 

 

La energía social contenida en la última década finalmente explotó. El terremoto social es profundo, semejante a la reacción de la sociedad tras el sismo del 85 o la crisis financiera del error de diciembre en 1995-96. Quizá sea incluso ya algo mayor: quizá los libros de Historia lo manejan como Cananea o Río Blanco, un momento precursor de algo más grande. O incluso ya es algo más grande. Es difícil que los hombres le pongan nombre a su tiempo histórico, decía Octavio Paz. Los revolucionarios de 1789 no sabían que estaban haciendo una revolución ni derrumbando el Antiguo Régimen.

 

 

Para un país apático e indolente, más de 50 días en una revuelta in crescendo es un parteaguas, aunque a ciencia cierta nadie sabe hacia dónde se mueve esta energía social que choca con el muro de la clase política erigida en la República Mafiosa, cuya máxima es cubrirse unos a otros, permanecer formados a la espera de los beneficios que otorga el sistema a los disciplinados. Por eso es que los teóricos partidos de oposición, PAN y PRD, son incapaces de reaccionar aunque sea con el objetivo de lucrar electoralmente.

 

 

Por inaudito que sea, los dirigentes de ambas formaciones permanecieron callados ante la revelación de la #CasaBlancaDeEPN: lo que en cualquier democracia habría provocado solicitudes de investigación, comités para hacer indagatorias, una prensa desatada a la búsqueda de más evidencias del conflicto de interés entre Grupo Higa y Peña Nieto, en México produjo el cierre de filas. En los nuevos tiempos, sin embargo, la energía de las redes sustituye al muro de la elite. Ni siquiera Ricardo Anaya dijo pio, pese a que días antes había propuesto un Sistema Nacional Anticorrupción. ¿Qué podría reclamar el PRD, cuya tribu dirigente está manchada con la sangre de los normalistas?

 

 

Con ocho años de retrasado, llegó el fenómeno social que en otras latitudes se conoció como la Primavera Árabe o el movimiento de Los Indignados. Durante casi una década los mexicanos nos sentamos confortablemente a ver cómo la elite política usurpaba el país. Con resignación y hasta indiferencia vimos cientos, miles de desaparecidos y muertos en la guerra contra el narco. Con pasividad hemos soportado las vejaciones de un inexistente Estado de Derecho. Ni la procuración, ni la administración de justicia han sido capaces de erradicar la impunidad.

 

 

Esta Primavera Mexicana puede tener varios finales. Uno, que el PRI ofrezca lo único que siempre ha tenido a la mano: represión y más impunidad. O sea, que los tanques rusos se hagan presentes y todo termine como en 1968. Se ve difícil, es un mundo global, pero es posible. Dos, que los mexicanos apuesten otra vez por la democracia y esperen cobrar sus agravios en las próximas elecciones, aunque el sistema se haya reducido a una democracia fallida. Tres, que la energía social liberada obligue a la elite política a realizar cambios de fondo, a modificar el sistema de responsabilidades y el Estado de Derecho. Cuatro, que las movilizaciones pacíficas poco a poco se tornen en violentas y más violentas, sumiéndonos en un proceso de descomposición todavía más grave.

 

 

Habría que tener un poco de fe en los jóvenes que ayer marcharon pacíficamente, a excepción de un puñado de violentos. Y habría que tener muy poca en una elite política estupefacta, reacia a abandonar sus privilegios, apertrechada en el llamado a respetar las instituciones que ya han demostrado una y otra vez que son fallidas. O las instituciones atienden el clamor de las calles, o las calles van a arrasar a las instituciones. 

 

 

 

 

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