Friday, 29 de March de 2024


El PRI se quedó sin bandera ni causa: Ayotzinapa es el antídoto de Chalchihuapan




Escrito por  Arturo Rueda
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Ayotzinapa y Chalchihuapan son eventos hermanados por la violación a los derechos humanos, así como por la respuesta autoritaria del régimen, pero puestos a comparación, la crisis política—social que enfrenta el gobierno de Peña Nieto se convirtió en el antídoto a la que vivió Moreno Valle entre julio y septiembre. Uno de sus efectos imprevistos es que, nuevamente, dejó sin discurso a los tricolores poblanos que creían haber encontrado asidero en la muerte del menor José Luis Tehuatlie

Apenas emitió la Comisión Nacional de Derechos Humanos su recomendación contra el gobierno morenovallista por las graves violaciones a los derechos humanos ocurridas en Chalchihuapan, el PRI estatal estalló en júbilo. Por fin, calcularon los Marín, Allende Cano, Alcalá, Lastiri y compañía, el gobernador poblano estaba contra las cuerdas y tenían la bandera adecuada no sólo para ganar con contundencia la mayoría de distritos en 2015, sino que había posibilidad de ganarle Casa Puebla.

 

 

Entre la fotografía de José Luis Tehuatlie herido de muerte, más el fallo de la CNDH que desmontaba la teoría de la onda expansiva, el tricolor tenía probabilidades de montar una ofensiva que acelerara el desgaste del grupo en el poder. Poco más de dos meses después, ese escenario ya no existe. El PRI no tiene bandera con Chalchihuapan ni Tehuatlie, porque entonces el PAN responderá con Ayotzinapa y los 43 normalistas muertos o desaparecidos.

 

 

Ambas tragedias terminaron por neutralizarse en la arena electoral pese al dolor de las familias que sufrieron sus efectos. En pocas palabras, Ayotzinapa es el antídoto para Chalchihuapan. Pareciera que es imposible comparar, pero a fuerza de ello, la crisis político-social que enfrentó el morenovallismo entre julio y septiembre sequeda pequeña junto al vendaval que azota a Peña Nieto. Pese a la diferencia de impactos, son tremendamente parecidas que casi casi son hermanas del mismo gen autoritario.

 

 

Veamos.

 

 

El primer punto en común entre Ayotzinapa y Chalchihuapan es que ambas crisis nacieron del descuido, menosprecio o minimización de los hechos, así como de su trascendencia. Horas después del desalojo violento de la autopista a Atlixco, Moreno Valle declaró a los medios que continuaría la misma política de no permitir bloqueos por protestas sociales. En el caso de los 43 desaparecidos, pasaron 9 días para que la PGR atrajera la investigación, pensando que el caso podía quedar en el fuero local del gobierno guerrerense y que la federación poco tenía que ver en los hechos sangrientos ocurridos la noche del 26 de septiembre en Iguala.

 

 

Ambas crisis también se caracterizan por la destrucción del escudo de protección de los medios tradicionales, así como la emergencia insurgente de las redes sociales. En el caso poblano, las investigaciones de un puñado de periódicos y portales digitales literalmente masacró al consorcio de medios llamados tripack, en el que destacan radio y televisoras. En el caso de Ayotzinapa, aunque casi todos los medios han procurado construir un blindaje alrededor de la figura presidencial, poco éxito han tenido, especialmente en lo referente a la #CasaBlancadeEPN.

 

 

Ya sumidos en la espiral de la crisis, tanto el gobierno estatal como el del federal dieron su versión oficial de los hechos sin que pudieran generar mucha credibilidad. El morenovallismo se apostó por la teoría de la onda expansiva, ilógica desde el principio, pero defendida a capa y a espada por el procurador Carrancá en medios estatales y nacionales. Así, tras más de un mes de búsqueda, Murillo Karam recurrió a la versión de que los 43 cuerpos fueron incinerados al aire libre en un basurero de Cocula en un fuego alimentado solamente por plásticos, gasolina y madera, del que solo habrían quedado cenizas y fragmentos de casi imposible análisis. Ya veremos qué dice la universidad a la que enviaron los restos.

 

 

Con el agua al cuello, tampoco resistieron crear una teoría del complót. El morenovallismo hizo un amplio ejercicio de propaganda para demostrar que, entre los pobladores de Chalchihuapan, se infiltraron jóvenes que venían del Estado de México y tenía el rostro cubierto, y que uno de ellos fue quien disparó el cohetón que mató a Tehuatlie. En el caso de Ayotzinapa, el presidente habló de claros propósitos de desestabilizar su proyecto, y los corifeos no han tardado en señalar a empresarios que sufrieron afectaciones por las reformas fiscal y de telecomunicaciones. O sea, en ambos hubo “mano negra”.

 

 

Chalchihuapan y Ayotzinapa se emparentan, además, por el hecho de que la principal presión ha venido de fuera. En el caso de Tehuatlie por la amplia cobertura que le dieron algunos medios nacionales de comunicación, y en el de los normalistas por la de la prensa internacional. Nada le ha hecho más daño a Peña Nieto que las notas y editoriales de The New York Times, The Economist, Wall Street Journal, Financial Times y varios de los medios más influyentes del mundo que decretaron el fin del Mexico´s Moment.

 

 

Por último, el estilo personal de gobernar de Moreno Valle y Peña Nieto se asemeja más de lo que los priistas quisieran. En las horas más oscuras de las crisis que los enlazan en el segundo semestre de 2014, Chalchihuapan y Ayotzinapa, ninguno de ellos optó por cortar la cabeza de los funcionarios señalados por la opinión pública como responsable o negligente como una salida a la crisis. Si aquí el tribunal mediático demandó las renuncias de Maldonado Venegas, Facundo Rosas o Víctor Carrancá, allá las de Murillo Karam y Osorio Chong. Ambos resistieron las tempestades y decidieron, con todos los costos que eso implicaba, respaldar a su equipo de trabajo, sin dar muestras de debilidad externas.

 

 

Ayotzinapa y Chalchihuapan son eventos hermanados por la violación a los derechos humanos, así como por la respuesta autoritaria del régimen, pero puestos a comparación, la crisis política—social que enfrenta el gobierno de Peña Nieto se convirtió en el antídoto a la que vivió Moreno Valle entre julio y septiembre. Uno de sus efectos imprevistos es que, nuevamente, dejó sin discurso a los tricolores poblanos que creían haber encontrado asidero en la muerte del menor José Luis Tehuatlie.

 

 

¿Qué priista va a querer criticar al gobernador poblano con estos argumentos?

 

 

 

 

 

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