Friday, 19 de April de 2024


Sin honestidad, eficiencia y legitimidad, el modelo morenovallista colapsó




Escrito por  Arturo Rueda
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Pero sus opositores ni desaparecieron, ni se sometieron. Moreno Valle desdeñó el factor fundamental: el tiempo. Cada día que pasa, es un día menos de poder. Su ciclo se termina en diciembre de 2015 cuando designe al candidato a minigobernador. Después de eso, cederá lentamente la estafeta de la toma de decisiones. Hablamos exactamente de 17 meses con un efecto descendente en su curva de poder

El régimen morenovallista se quebró. Con estruendo, la figura imponente de Moreno Valle se derrumbó en cuestión de días. A estas alturas de la crisis, nadie duda que la soberbia fue el mal que lo hizo enfermar y perder las coordenadas de la realidad. El gobernador poblano, que llegó al poder desde la oposición, a partir de 2013 soñó en gobernar sin oposición. O peor: que sus decisiones eran inapelables, irrevocables, fruto de su sueño modernizador. El sueño de trascendencia nacional terminó en pesadilla cuando él mismo y su grupo descuidaron las variables locales, rompieron alianzas. Para perder el menor tiempo posible en la negociación política local aprobaron una ley represiva que dejó la suerte del gobierno en manos de un policía de probada ineficacia, Facundo Rosas Rosas.

 

 

Todos los errores de diseño del proyecto quedaron expuestos en el último trimestre, especialmente desde que Madero ganó la reelección al frente del CEN panista. Además de la ceguera que produce la soberbia, sintió que se había vuelto intocable. Los pobladores de Chalchihuapan y el niño José Luis Tehuatlie lo regresaron a la realidad. Se había fugado a un Olimpo, pendiente de las negociaciones de la gran política nacional y la conformación de su estructura en Veracruz, Nuevo León y Jalisco.

 

 

El modelo de fuerza para gobernar, diseñado en 2010 tras la victoria, funcionaba para un gobierno eficiente, honesto y legítimo. Sólo desde esa altura se podían despreciar grupos, alianzas y pactos con “indeseables”. La cosa funcionó más o menos hasta las elecciones intermedias de 2013. Al día siguiente, con la mayoría contundente en el Congreso local, sintió que Puebla y los poblanos le estorbaban para sus grandiosos planes. Sus opositores sólo tenían dos opciones: someterse o desaparecer.

 

 

Pero ni sus opositores ni desaparecieron, ni se sometieron. Moreno Valle desdeñó el factor fundamental: el tiempo. Cada día que pasa, es un día menos de poder. Su ciclo se termina en diciembre de 2015 cuando designe al candidato a minigobernador. Después de eso, cederá lentamente la estafeta de la toma de decisiones. Hablamos exactamente de 17 meses con un efecto descendente en su curva de poder.

 

 

Pero hace tiempo que el gobierno morenovallista ya no es honesto, ni eficiente y, a partir del 9 de julio, tampoco es legítimo. La percepción social de la corrupción es creciente, por algo llegamos al tercer lugar del ranking nacional. Tampoco hay la percepción de una administración eficiente. La temporada de lluvias se llevó, entre otras cosas, la idea de que las avenidas con concreto hidráulico son la octava maravilla. Las fotografías de las inundaciones y sus posteriores reparaciones se llevaron todo. Hoy que cumple su primer año la Ruedota de la Fortuna, aunque ya nadie se sube, no deja de ser un símbolo del despilfarro absurdo.

 

 

Y por supuesto, Moreno Valle ya no ostenta un gobierno legítimo. Dejó de serlo cuando un muchachito de 13 años, manifestante o no, cayó herido de muerte por los proyectiles que la Ley Bala autorizó a disparar a los policías estatales. Sembró vientos, ahora cosecha la tempestad de la violencia.

 

 

Sin honestidad, sin eficiencia, y sobre todo sin legitimidad, el modelo político del morenovallismo se colapsó y no se ve nada en el horizonte para sustituirlo. La orden para abrogar la Ley Bala es en realidad un primer paso atrás, pero no sirve si al mismo tiempo no se entrega la cabeza de Facundo Rosas, de Luis Maldonado y se libera a los cuatro pobladores de Chalchihuapan detenidos en el violento desalojo que terminó mal. Parece imposible, pero no estaría mal un acto de nobleza humana para Elia Tamayo, la mujer que perdió un hijo y hoy lo entierra.

 

 

La caída arrastra al jefe y al grupo. Los poblanos no van a perdonar la masacre. Hemos aprendido a cobrar en las urnas. Ni Cabalán ni Tony Gali van a poder ganar la minigubernatura en 2016 haciendo campaña contra la fotografía del menor José Luis Tehuatlie. Como las ratas son las primeras en abandonar el barco, el desmoronamiento del morenovallismo es inminente. Como grupo, demostraron que no estaban preparados para siquiera intentar llegar a dos cuadras de Los Pinos.

 

 

Algo se perdió en el camino en estos cuatro años. Moreno Valle nos pidió abrir los ojos para construir una Puebla diferente. A la distancia, nuestro estado no es mejor de ninguna forma. Hay más obra pública, realizada más de forma maniática que para resolver problemas sociales. En los indicadores, casi todos, nos ponen por detrás del punto en el que nos dejó el marinismo. El sueño de progreso sólo fue realidad para unos constructores fuereños. Ahora pagamos el costo de cuatro años de sometimiento. Lo importante es que hay tiempo para reponernos.

 

 

 

 

 

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