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Por la mañana, los carruajes de las seis cervecerías muniquesas (Augustiner, Hacker Pschorr, Hofbräu, Löwenbräu, Spaten y Paulaner), fundadas entre los siglos XIV y XVI y las únicas autorizadas a servir esta bebida fermentada, desfilaron por las calles al ritmo de la fanfarria.
Por toda la ciudad, y especialmente en la ‘Theresienwiese’ (la pradera de Teresa), el espacio de 34.5 hectáreas en el que se celebra la fiesta, se puede ver a hombres con ‘Lederhose’ (pantalones de cuero) y mujeres con ‘dirndl’ (vestido de corsé que realza el pecho).
Los miles de asistentes deben intentar deslizarse en una de las catorce carpas gigantes (la más grande puede dar cobijo a 10 mil personas) para compartir con los amigos una de las cervezas especialmente elaboradas para la ocasión y un poco más fuerte de lo habitual.
El origen del Oktoberfest se remonta a las nupcias del que más tarde sería el rey Luis I de Baviera con Therese von Sachsen-Hildburghausen, el 12 de octubre de 1810.
A pesar de la gran asistencia de turistas de todo el mundo, el Oktoberfest sigue siendo un evento principalmente bávaro, ya que el 72% de los visitantes vienen de este Land.
Fuente: Excélsior