Saturday, 20 de April de 2024

Martes, 27 Octubre 2015 02:42

Ajalpan: los mitos detrás del linchamiento




Written by  Javier Arellano Ramírez

Se han escrito tantas y variadas hipótesis que pueden compilarse en una novela.


Múltiples explicaciones se han vertido, algunas con fundamento, otras propias de un mero protagonismo.

 

Cada quien externa una opinión de acuerdo con su peculiar perspectiva, cuando la gran mayoría de los escribanos ni siquiera conocen Ajalpan y su problemática.

 

Por esto es necesario puntualizar lo siguiente.

 

Primero. Históricamente Ajalpan es una región volátil y explosiva; tierra de caciques de horca y cuchillo. Desde siempre en esa zona los jefes políticos recurrieron a la pistola como sinónimo del férreo control impuesto.

 

Así fue desde la Revolución. Una cadena sucesiva de caciques que sobrellevó su preeminencia con base en el terror. En las primeras décadas del siglo XX, en Ajalpan los linchamientos eran hechos comunes. Por supuesto, siempre como expresiones (directas o indirectas) del cacicazgo prevaleciente.

 

No es una región serena como la Puebla con poses de la burguesía prudente, ni tranquila como la región de Cholula. No, en absoluto, en Ajalpan las diferencias políticas y sociales se resolvían a balazos.

 

Eran tiempos de jefaturas políticas de hombres de recio, de duro carácter. Esa gente no se andaba con juegos. Y no eran ligas menores, eran grupos políticamente fuertes.

 

Segundo. La violencia como una carga genética.

 

La última expresión violenta en Ajalpan la representaron dos grupos de asaltantes que operaban en la región en la década de los ochenta. Una banda se hacía llamar “los bacinicas”, la otra “los gabrieles”. Una noche de 1982 “los bacinicas” estuvieron consumiendo bebidas alcohólicas en exceso. Alrededor de las diez de la noche, salieron a asaltar gasolineras, con la agravante de que en cada estación asesinaban al encargado. Así recorrieron Ajalpan, Tehuacán, Cacaloapan hasta terminar su loca carrera en Tlacotepec de Benito Juárez. Aquella masacre itinerante ocupó los titulares nacionales; en el noticiero 24 Horas conducido por Jacobo Zabludovsky se mencionó a la temible banda de “los bacinicas”, que por cien pesos de aquellos tiempos mataron a los encargados de cinco gasolineras.

 

Tercero. Empero y pese a esos antecedentes históricos, en las décadas recientes Ajalpan se desenvolvió en un clima de notoria calma social. Las pugnas políticas siempre existieron, pero no pasaban de la toma de la Presidencia municipal, así como de los típicos gritos y sombrerazos.

 

A tal grado llega la tranquilidad de las dos décadas recientes, que en Ajalpan no hay registros de homicidios dolosos, tampoco existen pruebas de otros ilícitos delicados como extorsión o secuestro. Realmente el delito más recurrente era el robo de gallinas de traspatio. A ese punto llegó la tranquilidad.

 

Durante los sexenios de Manuel Bartlett, Melquiades Morales y Mario Marín no se registraron hechos dignos de mencionar. Pero todo eso se rompió la noche del pasado lunes 19 de octubre.

 

Cuarto. Para entender lo que ocurrió esa noche es indispensable e inevitable analizar lo que sucedió desde dos semanas antes.

 

Aproximadamente desde la primera semana de octubre aparecieron una serie de cuentas de facebook con perfiles falsos, asimismo desde teléfonos inteligentes comenzó una intensa campaña de manipulación.

 

Vía publicaciones en facebook y mensajes por WhatsApp se aseguraba que en Ajalpan se estaban “robando niños”, que se habían encontrado cuerpos de infantes sin órganos en los basureros; que el alcalde Gustavo Lara Torres era el responsable omiso de esa ola de crímenes; que el cártel de “la letra” ya había entrado al municipio con la complacencia de la autoridad municipal. Los rumores corrieron sin freno, se aseguraba, se juraba que los cuerpos de los infantes habían sido despojados de sus pequeños órganos internos.

 

La psicosis social se desbordó.

 

Es falso que hubiera un especial, un peculiar “hartazgo” contra los aparatos de justicia, porque como hemos apuntado, en Ajalpan los índices de delincuencia y criminalidad son verdaderamente irrisorios.

 

Si hay que indagar una explicación a los hechos de Ajalpan debe buscarse en el gen violento que lleva ese pueblo. Pero sobre todo en la campaña electrónica desatada en redes sociales y aplicaciones.

 

Sin duda, dicha campaña tenía la clara intención política de provocar una ola de  animadversión social contra el alcalde Gustavo Lara Torres, pero las víctimas fueron dos encuestadores que sólo hacían preguntas sobre los hábitos alimenticios de los ajalpenses.

 

Como en los viejos tiempos las rivalidades políticas desataron atroces tormentas.

 

Como siempre quedo a sus órdenes en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., sin mx.

 

 

 

 

 

 

 

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