En su libro Política Vigilada (2011), Antoni Gutierréz-Rubí reinterpreta el significado de “El poder de los sin poder” una expresión de Václav Havel, en el nuevo contexto del uso de internet y las redes sociales.
Y es que Gutiérrez-Rubí señala que se abre paso lentamente una nueva fuente de conflictividad y de observancia crítica. El descrédito de la política formal y el deterioro de la reputación de sus representantes puede dar pie a la ruptura de la cultura corporativa que protege y preserva el estatus laboral o profesional de los representantes políticos.
En algunos casos, las trampas o los excesos de confianza han jugado un papel clave. Esta disfunción entre lo que se piensa, se dice y se hace, deteriora enormemente la credibilidad política. Veamos tres casos más en México:
1. La #LadyProfeco, Andrea Benítez, hija de quien fue titular de la Procuraduría Federal del Consumidor, desató un escándalo al pedir al personal de la Profeco que acudiera a un restaurante donde no le dieron la mesa que quería. Luego de la clausura del establecimiento, llovieron las críticas en redes sociales y vino la remoción de Humberto Benítez Treviño.
2. Heliodoro Díaz Escárraga renunció a su cargo de coordinador regional en el Infonavit, tras publicar en Facebook una foto de su hijo en un Porsche con un comentario que indicaba que él había regalado ese auto. Ambos renunciaron a sus respectivos cargos; el hijo, de nombre Heliodoro Díaz Aguirre, al de subdirector jurídico de Liconsa.
3. Gilberto Sánchez Ortiz duró sólo 22 horas en el cargo de director del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca, luego de la filtración de unas publicaciones en su cuenta en la red social Facebook en contra del magisterio oaxaqueño, e imágenes de mujeres semidesnudas.
Es
evidente que estos representantes públicos se enfrentaron al escrutinio de unos ciudadanos críticos y atentos a los abusos del poder. El poco cuidado de las implicaciones que tiene convertir su vida privada en pública los enfrenta ante la vergüenza de quedar al descubierto por la falta de prudencia o desconocimiento de los medios sociales.
Lo relevante es que la política es vigilada desde dentro y fuera de las instituciones, tanto por los empleados como por los ciudadanos. La política será denunciada anónimay públicamente. Los ciudadanos ya no están indefensos; tienen un móvil en la mano que puede filmar y fotografiar pero, sobre todo, compartir en la red y viralizar de manera instantánea.