Tuesday, 16 de April de 2024

Lunes, 27 Julio 2015 03:04

Y a todo esto, ¿por qué Puebla es un estado tan jodido?




Written by  Arturo Rueda

El país es así, Puebla es así, y hay una especie de resignación a los hechos que impide el pensamiento crítico. ¿Por qué en Puebla, a diferencia de otras entidades como Nuevo León —sólo uno de cada cinco es pobre— o en Jalisco, Tamaulipas o Coahuila —uno de cada tres—, no puede avanzar de forma sostenida? ¿Cuál es nuestro problema? ¿Educativo, cultural, geográfico? ¿Cómo consigue avanzar una sociedad en la que dos de cada tres no puede satisfacer sus necesidades básicas?


Las cifras en realidad alarman a pocos y el interés en el tema parece que se reduce a los especialistas: en Puebla hay 4 millones de pobres según la más reciente medición de Coneval. Es decir, dos de cada tres poblanos no pueden satisfacer sus necesidades básicas. Ascendimos nuevamente al cuarto lugar del ranking nacional, pero no hay discusión seria del porqué Puebla es un estado pobre. Y ahora, también el más desigual del país: los mirreyes se hacen más mirreyes, mientras que los marginales no ven la suya. Antes teníamos una maldición, ahora tenemos dos. Y nadie quiere, o puede, dar una explicación medianamente sensata.

 

Los pobres, como es lógico, carecen de voz pública, y la atención mediática es de apenas unos días tras conocerse las cifras de Coneval, a las que reaccionan dos o tres especialistas del tema, así como dos o tres políticos que condenan enérgicamente la situación, además del clásico llamado de los empresarios a cambiar las prioridades del gobierno. Pero la verdad es que hay mucho de hipocresía porque las elites, aquellos que andan arriba del quinto decil, y especialmente los del décimo piso, quedan muy tranquilos. Siempre será más fácil administrar una sociedad de ignorantes y marginados, que una de personas educadas, con recursos y bien alimentadas.

 

Los gobiernos, del partido que sean, son los primeros beneficiarios de un país de pobres al que no necesitan darle explicación de sus acciones, sino que sólo requieren cada cierto tiempo comprar su voto, por ejemplo, con televisiones o con transferencias en efectivo, subsidios, apoyos y becas.

 

Luis Banck ofreció unas cuantas entrevistas a medios cómodos para cantar victoria, y los partidos de oposición como el PRI decidieron guardar silencio, así como todos los aspirantes a la gubernatura, a excepción de Juan Carlos Lastiri, quien entró a la disputa oportunista de los pocos logros obtenidos en Puebla. Pero debate de los porqués o los cómos, nada.

 

El país es así, Puebla es así, y hay una especie de resignación frente los hechos que impide el pensamiento crítico. ¿Por qué en Puebla, a diferencia de otras entidades como Nuevo León —sólo uno de cada cinco es pobre— o en Jalisco, Tamaulipas o Coahuila —uno de cada tres— no puede avanzar de forma sostenida? ¿Cuál es nuestro problema? ¿Educativo, cultural, geográfico? ¿Cómo puede avanzar una sociedad en la que dos de cada tres no pueden satisfacer sus necesidades básicas?

 

Los especialistas, sobre todo economistas, refieren que la pobreza es un problema estructural y multicausal, lo que viene a ser una confirmación de lo obvio. Que si gran parte de la población indígena, que si la falta de formalidad en la estructura del empleo, que si las carencias educativas y de salud. Pero no hay una historia convincente, ni ganas de un debate a fondo.

 

Por supuesto, Moreno Valle no fabricó en su sexenio los 4 millones de pobres. De hecho, heredó del gobierno marinista alrededor de 3 millones 600 mil, cuando se hizo la primera medición de Coneval, y no parece haber datos previos al 2010 para saber cómo influyeron los gobiernos de Melquiades y Bartlett.

 

La tecnocracia del morenovallismo en su primera etapa —el Grupo Finanzas en la era melquiadista— elaboró la primera gran explicación a la pobreza de Puebla construida de forma técnica, tesis diseñada por Fernando Manzanilla como subsecretario de Egresos en esa época, y que continúa sosteniendo Luis Banck como heredero de ese pensamiento: el problema, dicen ellos, es la dispersión poblacional que hay en la entidad. Es decir, que la existencia de 217 municipios se traduce en más de 5 mil núcleos poblacionales o comunidades desperdigadas alrededor del estado.

 

El problema, pues, es que la dispersión poblacional impide que el gobierno pueda dotar a esas 5 mil comunidades o núcleos poblacionales de los servicios básicos. Básicamente, el gobierno no puede financiar drenaje, agua potable, educación y salud digna, a cada comunidad con unos cuantos cientos de habitantes. Por ello, sostienen desde Fernando Manzanilla a Luis Banck, hay que focalizar los esfuerzos: atender lo prioritario, privilegiar los núcleos poblaciones en los que más gente pueda ser beneficiada. Y claro, aderezar todo con actividad, crecimiento económico, creación de empleos.

 

A mí me suena muy sensata la tesis de la dispersión poblacional, excepto por un defecto de origen: ¿qué explica la dispersión poblacional? ¿Por qué, en términos históricos o sociológicos, se han creado esas más de 5 mil comunidades? ¿A qué obedece ese comportamiento de preferir aislarse, perderse en los montes, escudarse en la identidad mínima que se aleja de los grandes grupos poblacionales? Porque, en el peor de los casos, se ha confundido el efecto con la causa.

 

Es decir, si la causa de la pobreza es la dispersión poblacional, ¿no tendría que arreglarse esto primero?

 

Me encantaría, por ejemplo, que algunos de los aspirantes a la minigubernatura se pusieran a hablar del tema.

 

Como si fuera un bache noticioso, un día desafortunado que ocurre cada dos años cuando Coneval revela sus cifras, el tamaño de la pobreza en Puebla —y de la desigualdad— parece escandalizar a pocos. La reacción gubernamental al informe apenas dio para unos cuantos tuits. 

 

 

 

 

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