Thursday, 28 de March de 2024

Jueves, 26 Noviembre 2015 02:41

El enfrentamiento EPN vs nomenklatura decide la candidatura del PRI




Written by  Arturo Rueda

En ese enfrentamiento entre Peña Nieto y la nomenklatura se juega la candidatura del PRI a minigobernador en Puebla. Los Nuño, Videgaray, Meade y compañía se sienten a gusto con Moreno Valle como aliado: lo apapachan y lo vislumbran como un aliado posible frente a los duros del PRI, pero también frente a López Obrador. ¿Para qué aniquilarlo ganándole Casa Puebla? ¿Para qué desmadejar a un aliado valioso?


Aurelio Nuño tiene el ímpetu torero que le hace falta a sus compañeros del gabinete peñanietista. En apenas tres meses eclipsó a Luis Videgaray, rebasó a José Antonio Meade —aunque fueron designados al mismo tiempo— y ya tiene mayor dimensión política que Miguel Ángel Osorio Chong, maniatado por la fuga del “Chapo” Guzmán. Por su juventud, se trata de un rock star inesperado, que carece de carrera partidista y nunca ha ganado un cargo de elección popular. En la vieja terminología tricolor, es uno más de los tecnócratas advenedizos que se apoderaron del PRI buena parte de los años ochenta y noventa del siglo pasado. Pese a todos esos antecedentes, Peña Nieto lo ha colocado en la primera línea de sucesión y de momento, Nuño aprovecha todos los reflectores para posicionarse.

 

Pero esas mismas características —juventud, tecnocracia, ausencia de carrera partidista— lo hacen inviable como carta sucesoria para los otros grupos del PRI que no son ni Los Pinos, ni Toluca ni Pachuca. Se trata de ese priismo duro en el que militan Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa y los gobernadores, aquellos que sostuvieron al tricolor durante los dos sexenios de presidencia panista. ¿Por qué un recién llegado merecería el privilegio y no uno de los que han hecho el trabajo duro, como el propio Beltrones o Eruviel Ávila?

 

Se equivoca quien analiza al PRI como una unidad monolítica. Su historia marca dos grandes tendencias en conflicto que no siempre se han resuelto de forma pacífica: centro contra periferia. O visto de una forma práctica, el péndulo que se da entre el poder de Los Pinos y el poder regional de los gobernadores actuando en bloque. En 2015 se observa la misma contradicción: una cosa quiere el presidente y otra cosa quieren Beltrones y los gobernadores.

 

A ese priismo duro Carlos Salinas lo llamó la nomenklatura: fueron los que boicotearon sus reformas y luego le mataron a su sucesor. Es una hidra de mil cabezas, liderazgos regionales que no tienen empacho en recurrir a la violencia, la desestabilización con tal de mantener el poder y sus prerrogativas.

 

Antes de enfrentarse a la nomenklatura, Peña Nieto decidió entregarles la dirigencia nacional del PRI por medio de Manlio Fabio Beltrones para que la sucesión comience a jugarse. De fondo se disputa el derecho de designar candidato del PRI a la Presidencia en 2018. El mexiquense recurrirá a la tradición del dedazo para imponer a su delfín. La nomenklatura buscará impedirlo con el argumento de que es más importante la competitividad. La pregunta es quién puede ganar, no a quién se quiere hacer ganar.

 

En ese enfrentamiento entre Peña Nieto y la nomenklatura se juega la candidatura del PRI a minigobernador en Puebla. Los Nuño, Videgaray, Meade y compañía se sienten a gusto con Moreno Valle como aliado: lo apapachan y lo vislumbran como un aliado posible frente a los duros del PRI, pero también frente a López Obrador. ¿Para qué aniquilarlo ganándole Casa Puebla? ¿Para qué desmadejar a un aliado valioso?

 

La nomenklatura no hace concesiones: aunque dure apenas 20 meses, es mejor tener la gubernatura poblana en 2018 que dejarla en manos de Moreno Valle. Debilitar a la oposición es la primera obligación del poder y Moreno Valle es oposición por más que hoy se declare aliado leal. De todas formas, derrotado en 2016, tendrá que seguir prestando servicios a Los Pinos como caballo de Troya en el PAN. Es el momento de arrebatarle Casa Puebla y alinear el estado frente al complejo reto del 2018.

 

Peña Nieto no tiene argumentos para decirle no a la nomeklatura, como no pudo hacerlo en el caso Sonora con la designación de Claudia Pavlovich. En el fondo, quizá, desea que Beltrones sea derrotado en Veracruz, Puebla, Tamaulipas, y así quitárselo de encima. Por eso, los Nuño, Videgaray y Meade fortalecen a la oposición: la derrota de Manlio Fabio es su única oportunidad para hacerse con la candidatura a Los Pinos. No tendrán otra oportunidad.

 

El lector cuidadoso se habrá dado cuenta de la esquizofrenia que vive el PRI. Sólo así se entienden tantas contradicciones en el caso Puebla, lo que retarda y retarda la decisión. Hay dos líneas políticas y solamente una podrá imponerse.

 

La línea de la elección tersa, impulsada por Nuño-Videgaray-Meade.

 

La línea de la elección ruda, impulsada por la nomenklatura y Beltrones

 

Para cada línea hay un tipo de candidato.

 

El lector inteligente ya sabe cuál es cuál.

 

 

 

 

 

 

 

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