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En horario laboral y gira de trabajo, Rafael Moreno Valle festejó su cumpleaños 47, tercer día consecutivo de mañanitas, pastel, abrazos y porras. Tocó el turno de testigo a la funcionaria federal Nuvia Mayorga, su esposa, Martha Erika y hasta la diputada federal electa, Lilia Arminda García.
Tras subir al templete de inauguración del Centro de Salud y Servicios Ampliados (Cessa) de San Gabriel Tetzoyocan, se escucharon los discursos del presidente municipal, José Luis Tenorio, y de Mayorga Delgado.
Moreno Valle comenzaba su discurso cuando se escucharon Las Mañanitas que no eran parte del programa, y el público comenzó a cantar y a lanzar “vivas” que interrumpían las estrofas. El mandatario sonreía.
Cuando terminaron Las Mañanitas, continuó con el discurso que anunciaba obras por más de 40 millones de pesos en materia de salud y apoyos al campo, cuando hubo otra interrupción: un mariachi y tres mesas con pasteles de tres metros para todos los asistentes.
Martha Erika tomó el cuchillo y comenzó a cortar el pastel para darles a todos los miembros del presídium, pidió los platos y apoyada con la mano colocaba una por una las rebanadas del pastel. Al recibir su plato el gobernador no dudo en comenzar a comer con las manos, mientras platicaba con Mayorga.
Todos optaron por seguir la práctica hasta que las cucharas se hicieron presentes. Algunos no dudaron en repetir.
Al momento el maestro de ceremonia instaba a las personas a esperar en su lugar su respectiva rebanada, pedía al mariachi que siguiera tocando y solicitaba a las autoridades a proseguir con el acto y tomarse la foto a un lado de las obras.
En el trayecto todos, se le acercaron, le dieron el abrazo y le desearon mucho éxito, “buena vibra” e inclusive hubo aventurados que solicitaron bendiciones del cielo para que llegara a la Presidencia de la República.
La segunda parte del día consistió en una comida acompañado de su abuelo, el general Rafael Moreno Valle, así como de su esposa, continuando hasta al anochecer con felicitaciones a través de redes sociales, llamadas telefónicas y presentes, finalizó con la frase de que “47 años se van como agua”.