En alguna ocasión en esta columna Cúpula nos referimos a él como un político inteligente; empero, su débil dimensión emocional opaca (por mucho) sus indiscutibles capacidades académicas.

Jorge Estefan Chidiac está convertido en un retazo de lo que era.

Aquel dirigente partidista echado para adelante, que subió a la tribuna de San Lázaro para embestir al gobernador Moreno Valle con el tema de la deuda pública ya no existe; simplemente desapareció. En su lugar quedó un sujeto doblegado, sumido en la discapacidad política, que no ata ni desata.

Puebla atraviesa por la más grave crisis de Seguridad Pública que se haya visto. Balaceras, enfrentamientos, “levantones”, son parte de la fotografía del momento. Pero Jorge Estefan y el comité que representa no reaccionan. Se muestran ajenos; como si vivieran en Chiapas o en Aguascalientes.

En Puebla ejecutan con toda premeditación, alevosía y ventaja a un presidente municipal; fue seguido, emboscado y ultimado. Pero el líder del tricolor calla como si el asesinato hubiera ocurrido en Bagdag. Es cierto que el edil no pertenecía al partido de Jorge; pero se supone que el dirigente está atento al acontecer, al devenir de todo lo que ocurre en Puebla. Y máxime en un tema tan delicado y grave como el homicidio de un alcalde, sinónimo de un ataque del crimen organizado.

En Puebla ocurre una de las mayores tragedias naturales de las últimas décadas; tal vez la más grave en la historia local. La desgracia tiene múltiples facetas y aristas. Desde el lucro político; la utilización de seguros contra riesgos y desastres; entre otros factores. Pero ante todas las secuelas del doloroso siniestro, el presidente del PRI estatal permanece en un total y absoluto silencio. Completamente ajeno, como si la tragedia hubiese ocurrido en una población asiática.

¿Qué le pasa a Jorge Estefan Chidiac?

Es evidente que su estatura emocional es muy diferente a sus capacidades intelectuales. El diputado –sin duda–, es un hombre inteligente, pero adolece de fortaleza moral frente a los embates.

El presidente del CDE no puede salir de su postración emocional; mientras Blanca Alcalá trata por todos los medios de mostrar una sonrisa forzada, Estefan no puede ocultar la profunda depresión, el abatimiento en el que vive.

En un acto de congruencia y sensatez Jorge debería presentar su renunciar. En un ejercicio de autocrítica al estilo de Manlio Fabio Beltrones, el diputado federal debe entregar una estafeta que ya no puede soportar; que simplemente no puede aguantar.

Es un presidente en estado de discapacidad política; tiene a su instituto en la postración más denigrante y él mismo no puede salir de su letargo catatónico.

Poco se ha publicado sobre un priista que recorre toda la entidad; que encabeza reuniones de agradecimiento, que se suma a todas las corrientes en las que aún habita el espíritu tricolor.

Javier López Zavala no para, no se detiene. Su trabajo no se ve, pero constantemente recorre municipios para reunirse con esa base priista agraviada, lastimada, menospreciada.

El mismo Zavala vivió en carne propia el desdén, la indiferencia de sus correligionarios. Pero hoy es el único que permanece con la moral tricolor en alto. Algo que Jorge Estefan ha perdido completamente.

Como siempre, quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com, sin mx.