Thursday, 25 de April de 2024

Lunes, 07 Noviembre 2016 02:44

La incidencia delictiva en Puebla




Written by  Jose Zenteno

Este es un tema del que preferiría no tener que escribir. La realidad me obliga a hacerlo para llamar la atención de las autoridades y también de la sociedad. El problema de la creciente inseguridad que se vive el estado de Puebla en los últimos meses es un fenómeno atípico que se presentó de forma casi repentina. Salvo por el delito de robo de combustible que ya era un problema importante en Tecamachalco, Tepeaca, Palmarito, Quecholac e incluso en San Martín Texmelucan, no habíamos tenido noticias de manifestaciones del crimen organizado en otras regiones del estado.


Usted sabe -amable lector- que mi oficio de encuestador me lleva a viajar por el estado y a registrar la frecuencia estadística con la que los informantes señalan una u otra problemática. Además, solemos realizar sesiones de grupos focales en las que los asistentes nos hablan con amplitud de la situación que viven en sus comunidades. Pues ni en las encuestas ni en grupos focales habíamos registrado señalamientos reiterados sobre la inseguridad en el estado de Puebla. Pese a que la incidencia delictiva continúa siendo aquella que se considera “delincuencia común”, ya se observan muestras de un deterioro en la calidad de vida en los municipios de casi todas las regiones del estado como consecuencia del crimen organizado.

 

En la sierra norte principalmente del lado de Huauchinango y Xicotepec, hay localidades en las que nuestros encuestadores han sido conminados a salir antes de la 7 de la tarde, ya que nadie les garantiza su seguridad después de esa hora. En esos lugares se vive un toque de queda sin que ninguna autoridad se haga responsable por la integridad de las personas. Nos relatan los informantes que hay organizaciones sociales (muy famosas por cierto) que han establecido alianzas con redes de criminales para crear inestabilidad y desorden que les permitan a unos el ejercicio de su actividad predilecta, la extorsión al gobierno, y a los otros para realizar sus actividades ilícitas como el secuestro, el cobro de piso o el tráfico de personas -niños y mujeres-, con total impunidad.

 

En la zona de Tehuacán se ha incrementado el número de secuestros y los casos de homicidios, también han comenzado a aparecer cuerpos desmembrados como en Acapulco y Veracruz.

 

En las zonas de San Martín Texmelucan, Tepeaca y Tecamachalco, las familias se han incorporado a las filas de los criminales. Los tambos con combustible robado los guardan en sus domicilios, los niños operan como halcones (avisan de la presencia de la policía) y los mayores incluso lo comercializan a pie de carretera o en los mercados. También nos reportan que las organizaciones de comerciantes informales de esos municipios se han coludido con los criminales y ya extorsionan a los pequeños negocios establecidos con la amenaza de secuestrar, golpear o incluso matar a quien se resista.

 

En la zona metropolitana de la capital no encontramos situaciones como las que se relatan en regiones del interior del estado. Aquí en la Ciudad de Puebla y municipios como Atlixco, San Pedro o San Andrés Cholula, la incidencia más frecuente es el asalto en el transporte o la calle, el robo a casas o negocios y el robo de auto partes. Afortunada pero misteriosamente, la delincuencia organizada aun no se hace presente en esta región de Puebla.

 

Las cifras oficiales muestran una realidad diferente a la que nos encontramos en nuestros estudios de opinión pública. Salvo por el robo con violencia en las carreteras que ha presentado un incremento significativo durante el año, se han mantenido estables el resto de los delitos del fuero común registrados en el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Esta situación nos lleva a suponer dos situaciones: o hay cifras ocultas en forma deliberada o los ciudadanos ya no denuncian los hechos delictivos de que son víctimas.

 

Por otra parte, Arturo Rueda sostiene la teoría de que los 2500 reos liberados como consecuencia del nuevo sistema de justicia penal son la causa que explica el incremento repentino en la incidencia delictiva en el estado de Puebla. También explicó en el programa El Juego de Troles del 24 de octubre que derivado de la instrumentación del nuevo sistema penal, los ministerios públicos prácticamente no atienden las denuncias de los ciudadanos afectados, quienes imposibilitados de comparecer ante las instancias ministeriales del estado, se retiran frustrados y sus agravios no se registran en las estadísticas oficiales. Lo cierto es que la citada reforma a nuestro sistema penal ha traído más perjuicios que beneficios y la impartición de justicia no tiene para cuando mejorar.

 

Del lado de los ciudadanos nos encontramos con varias sorpresas. Primero, mucha de la gente de todos los niveles socioeconómicos que se queja por el incremento de la delincuencia también nos relata que ya no puede educar a sus hijos porque apenas pasan algo de tiempo con ellos, "¿para qué lo regaño?, mejor lo dejo hacer lo que quiera", "como no tengo tiempo lo compenso comprándole lo que pide". Y luego viene la justificación "como no hay empleo o son mal pagados los trabajos, no queda de otra que robar".

 

Así las cosas en la sociedad. Los que se quejan por la delincuencia y por la corrupción son incapaces de educar a sus hijos en valores, no ponen límites, les enseñan a burlar a la autoridad, compensan sus carencias afectivas con artículos materiales y luego aprueban el acto de robar como culpa de otros por no dar el empleo necesario. Los delincuentes no vienen de otra galaxia ni de otro país, nacieron y crecieron en familias mexicanas y son consecuencia (por no decir excrecencia) del desorden social en que vivimos.

 

El problema de la delincuencia que crece es sumamente complejo y preocupante. Hay tres aspectos que requiere de atención inmediata por parte de las autoridades, que para eso fueron electas. Primero la contención de la delincuencia organizada, segundo la reorganización del sistema penal para mantener a los delincuentes fuera de las calles y tercero la reconstrucción del tejido social que logre incorporar en forma positiva y constructiva a las nuevas generaciones en la vida de sus comunidades. Este último aspecto es una tarea que no debería de depender de la voluntad de los gobiernos en turno, para eso habría de concebirse una nueva generación de de derechos sociales del Estado Mexicano con el mismo rango que el derecho a la educación o a la salud.

 

 

La crisis de inseguridad apenas comienza en Puebla, espero y exijo que el gobierno del estado haga algo eficaz que le ponga un alto.

 

 

 

 

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