Friday, 19 de April de 2024

Lunes, 02 Enero 2017 18:39

Los políticos, una casta desconocida




Written by  Jose Zenteno

En todos los años que llevo haciendo estudios de opinión he podido escuchar muchas historias sobre mis clientes. Conforme se vuelven más poderosos y encumbrados, más frecuentes y diversas son las historias sobre ellos. Algunos se divierten y otros se molestan cuando uno informa a los clientes lo que la gente inventa de ellos, aunque hay ocasiones que es preferible callar algunas de las historias que corren por inútiles, desafortunadas y ofensivas. 


En general a los políticos se les considera de la peor clase: corruptos, tramposos, mentirosos, inmorales, ambiciosos, insaciables. En lo particular y como individuos en el poder, la gente suele atribuirles cualidades fantásticas: visionarios, sagaces, fuertes, controladores, brillantes, calculadores. Es curioso, las personas saben muy poco de los políticos a pesar de que viven en una vitrina y todos los días son objeto del escrutinio público. A los políticos los vemos y los escuchamos, sus actos nos importan y nos afectan, pero casi no les conocemos.

 

Es común desde las primeras sociedades que las personas dediquen tiempo a intentar exponer aspectos supuestamente ocultos de aquellos quienes han destacado y se convierten en personajes públicos. Las frecuentes narraciones que se inventan suelen contribuir más a formar una leyenda que al conocimiento de la realidad. Nuestra imaginación es prolífica cuando se trata de reconstruir pormenores de la actividad de los poderosos, porque tenemos la capacidad de inventar historias a partir de datos limitados. La gente común no tiene acceso a las vidas privadas de los personajes públicos, sólo les queda rellenar los espacios vacíos con conjeturas generadas a partir de su propia percepción e imaginación, así como de los dichos de otros que aseguran contar con fuentes “fiables y cercanas” al personaje en cuestión.

 

En todos los años que llevo haciendo estudios de opinión he podido escuchar muchas historias sobre mis clientes. Conforme se vuelven más poderosos y encumbrados, más frecuentes y diversas son las historias sobre ellos. Algunos se divierten y otros se molestan cuando uno informa a los clientes lo que la gente inventa de ellos, aunque hay ocasiones que es preferible callar algunas de las historias que corren por inútiles, desafortunadas y ofensivas. 

 

Por otra parte, este oficio me ha llevado a tratar de cerca a muchos políticos. El encuestador se convierte en algo parecido a un médico familiar, conoce desde las enfermedades hasta aquellos problemas que no necesariamente están relacionados con la salud. Hay situaciones que se descubren en las investigaciones, otras son reveladas por los propios clientes y algunas se pueden deducir después de un tiempo. Sin embargo, una de las principales cualidades que un encuestador debe cultivar es la discreción. No revelar jamás lo conocido ni cuando las circunstancias profesionales sean desfavorables.

 

Lo que sí es posible compartir con usted es el perfil general de los políticos desde mi personal experiencia.

 

Primero. Son tan humanos como cualquiera, sienten y sufren como usted y yo. Ni son tan malvados como se los imaginan pero tampoco son la nobleza y sinceridad que quieren aparentar.

 

Segundo. Son desconfiados de todo y de todos pero nunca lo dicen. Un político nunca cree en lo que le dicen pero sabe aparentar lo contrario.

 

Tercero. Temerosos de perder. La política es el oficio más ingrato del mundo porque en ella se juega más que dinero. Por eso los políticos suelen tener miedo aunque no lo aparenten. 

 

Cuarto. Son ambiciosos y la búsqueda del poder es su vicio. Un político está pensando todo el tiempo en su siguiente movimiento. Analizan y evalúan escenarios, se imaginan situaciones y reacciones, miden sus fuerzas, ponderan a sus aliados y sus detractores. El político se levanta y se va a la cama con una sola cosa en la cabeza: cómo conseguir más poder. 

 

Quinto. Su umbral de dolor es mayor al de la gente normal. A pesar de que un político siente como cualquier otro ser humano, su capacidad de soportar el dolor de las pérdidas es mayor al de la gente común. La política ocasiona todo tipo de derrotas morales en el ámbito privado: fractura matrimonios, aleja de los hijos, confronta con la familia, distancia de los amigos. Los políticos están para atender compromisos públicos pero suelen faltar a los eventos importantes de su entorno cercano y familiar.

 

Sexto. Son pragmáticos. Si es que alguna vez los hubo, casi no hay políticos que su actividad la guíe una ideología o un sistema de valores, a lo sumo los sostiene un compromiso con su partido y de esos encuentras muy pocos.

 

Séptimo. Son equilibristas en el gobierno. El arte de gobernar de los políticos actuales consiste en mantener los intereses de los poderosos, el apoyo de las clases medias y la funcionalidad de las masas pobres. Sus decisiones casi nunca perjudican a los ricos, los presupuestos de obras son para persuadir a las clases medias y el gasto social para mantener clientelas políticas útiles en la siguiente elección. A los pobres no los ayudan a subir en la escala social porque se convertirían en un problema; van a demandar más servicios y mejores empleos con el riesgo de volverse críticos del propio gobierno que los ayudó a mejorar. Si se privilegia de más a los ricos entonces las clases medias y las masas pobres se vuelven contra el gobierno, como le pasa al de Peña Nieto. Los políticos son parte de un engranaje que debe conservarse en equilibrio, por eso casi nunca hay cambio.

 

Muchos políticos se resistirán a ser parte de la misma bolsa y dirán que no coinciden con todas las categorías que he descrito. Sin embargo y a pesar de su resistencia, están ahí en alguna medida, unos más y otros menos, pero no se escapan.

 

¿Y la gasolina qué?

 

Cerramos el 2016 con la decisión del gobierno de “liberar o ajustar” los precios de los combustibles. En términos económicos, sociales y ambientales es lo correcto a pesar de los efectos negativos que traerá: inflación (no tanto como se cree), incremento en los precios del transporte e insatisfacción social, principalmente en la clase media. Lo malo es el contexto en el que se tomó la decisión: el gobierno federal está muy débil y esto lo debilita aun más porque Peña Nieto se comprometió a que no habría más “gasolinazos”; hay presiones inflacionarias y contracción de la actividad económica ocasionadas por devaluación de la moneda y el alza en las tasas de interés; y una gran incertidumbre de los agentes económicos ante el nuevo gobierno de Donald Trump. La medida debió tomarse a principios del sexenio, no ahora que genera más problemas y contribuye a debilitar a la economía. Es un acto insensible que incrementa la desconfianza en las autoridades, aleja más al PRI de competir en el 2018, y lo peor, es una política recaudatoria que solo beneficiará al presupuesto federal y a empresas del sector energético, próximas a obtener jugosas ganancias en el mercado mexicano. Un ejemplo más del capitalismo de cuates que tanto daño le hace al mundo.

 

Ya estarán preocupados los legisladores que votaron a favor de la reforma energética, sobre todo los del PRI.

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