Friday, 19 de April de 2024

Jueves, 04 Febrero 2016 02:52

Estas son mis 10 razones por las que ningún Poblano puede perderse el Museo Barroco




Written by  Arturo Rueda

El MIB no es un conjunto de proyectores y pantallas. Posee un acervo brutal de pinturas, esculturas, lienzos, armarios, muebles, vestidos, armaduras, tapetes, miniaturas, frontispicios y objetos que literalmente vienen de muchas partes del mundo a través de préstamos y comodatos firmados en los últimos tres años. Hacer el recuento de las obras valiosas es imposible, pero usted va a ver un museo con vida propia, lleno de estímulos visuales


 —Crónica—

 

Va por delante que he sido un crítico permanente del proyecto del Museo Internacional Barroco desde que comenzó a fraguarse en las sombras.

 

No le entiendo a su estructura arquitectónica de pergamino, por mucho que la haya diseñado el japonés Toyo Ito, ni me gustan sus muros porque el terminado parece de tablaroca.

 

El Guggenheim de Bilbao, por ejemplo, impacta desde su estructura. El de aquí se ve barato, pues.

 

El costo del recinto, como a miles de poblanos, me parece una barbaridad.

 

De acuerdo con la licitación, temí que el MIB fuera un conjunto de proyectores y pantallas de alta tecnología pero sin obras auténticas, al estilo del Gran Museo del Mundo Maya en Mérida.

 

Y ya para terminar, fui uno de los cientos de poblanos que se fueron con la finta de que otros museos como el José Luis Bello —al que por cierto no visito desde que iba en la secundaria— había sido saqueado para que el MIB pudiera tener algo que exhibir.

 

Dicho lo anterior, y con las bajas expectativas con las que acudí al recorrido de pre-apertura oficial que el gobernador Moreno Valle ofreció a empresarios, personajes del sector cultural y medios de comunicación, mi veredicto sobre el MIB es este:

 

¡Impresionante!

 

¡Espectacular!

 

¡Asombroso!

 

En verdad, sea usted Rafafóbico o Rafafílico, a partir del viernes no puede perder un minuto para hacerse de un juicio propio y acudir a un recinto que, en verdad, se encuentra a la altura de los mejores museos del mundo.

 

No se trata de ser pretencioso ni dárselas de sabiondo.

 

Le ofrezco detalles de lo que vi y oí.

 

Diez razones para no perdérselo a partir de su arranque de operaciones al público el próximo viernes.

 

Primero: el MIB no es un conjunto de proyectores y pantallas. Posee un acervo brutal de pinturas, esculturas, lienzos, armarios, muebles, vestidos, armaduras, tapetes, miniaturas, frontispicios y objetos que literalmente vienen de muchas partes del mundo a través de préstamos y comodatos firmados en los últimos tres años. Hacer el recuento de las obras valiosas es imposible, pero usted va a ver un museo con vida propia, lleno de estímulos visuales.

 

Segundo: la tecnología de proyectores y pantallas no es como la del Museo Maya. En verdad, quita el aliento, en especial la sala con una bóveda de proyección de altura que por momentos se asemeja a frescos tipo la Capilla Sixtina. Otro juego de luces reconstruye las fachadas de nuestras iglesias. Y la maqueta de la Puebla del Siglo XVII es, de verdad, increíble.

 

Tercero: el curador del recinto, Miguel Ángel Fernández, define al MIB como un “arca de Noé del Barroco”: entre todo lo relacionado con tal corriente artística, y de cualquier parte planeta. Si usted espera un museo que se centre en la capilla del Rosario o en las curiosidades poblanas, se equivoca. El MIB tiene piezas de todo el mundo.

 

Cuarto: Un meticuloso trabajo de tres años, solicitando piezas en préstamo, firmando comodatos y acudiendo a otras colecciones públicas y privadas, alimentan el acervo que llena las salas permanentes y de exposiciones temporales. Imperdibles los frescos que, por su tamaño, cuelgan del techo y provienen del Principado de Liechtenstein.

 

Cinco: No más de una decena de piezas proviene del Museo José Luis Bello y González. De esta manera, es falso que se haya ejecutado un saqueo de ese recinto. Las piezas tomadas en realidad lucen mejor que en el céntrico museo al que ya muy pocos acuden.

 

Seis: Las sorpresas esperan en cada esquina. El gobierno morenovallista logró obtener el comodato del viejo comedor de Don Manuel Espinoza Yglesias que tantos pleitos provocó. Una curiosidad histórica.

 

Siete: el gobierno catalogó los libros más valiosos de la Biblioteca Palafoxiana y le dio dignidad a algunos volúmenes que permanecían amontonados sin que nadie les prestara atención. Por ejemplo, a una primera edición de los “Principios Matemáticos” de Newton.

 

Ocho: la categoría de “internacional” no es jactancia del morenovallismo, sino una denominación que le otorga el manejo de las piezas de acuerdo con un protocolo estándar especializado en el que influye hasta la temperatura de las salas, el tipo de iluminación, el manejo en bodegas y un largo etcétera.

 

Nueve: la parte superior, en efecto, se encuentra vacía y todavía en obras. Sin embargo, ahí no se prevén salas de exposiciones, sino talleres. Ah, y un restaurant de dudosa calidad a juicio del menú ofrecido ayer.

 

Diez: porque simple y sencillamente es un espacio cultural que le da valor a Puebla, cuando ahí hace seis años había un conjunto desvencijado de juegos mecánicos llamado “Fraude Fantástico”, lo que en realidad nos hacía motivo de burla

 

 

 

 

 

 

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