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Martes, 25 Abril 2017 01:10

Moreno Valle decide no agitar las aguas

Moreno Valle decide no agitar las aguas Escrito Por :   Javier Arellano Ramírez

La semana pasada dos notas periodísticas avasallaron a la ya raquítica figura del presidente Peña Nieto y su indolente, ausente e incluso cómplice función ante los gobernadores perseguidos o procesados.


El lunes 17 de abril el agudo Ciro Gómez Leyva en su noticiero de televisión presentó una fotografía tomada el 1 de diciembre de 2012; una imagen que por sí sola es demoledora. El presidente de la República rodeado de mandatarios estatales corruptos, viles, ruines, criminales.   

 

El neolonés Rodrigo Medina; el tabasqueño Andrés Granier; el veracruzano Javier Duarte; el chihuahuense César Duarte, el quintanarroense Roberto Borge; el michoacano Fausto Vallejo; el coahuilense Rubén Moreira; el nayarita Roberto Sandoval cuyo fiscal está en una prisión en Estados Unidos; el tamaulipeco Egidio Torre Cantú; el sonorense Guillermo Padrés Elías, el guerrerense Ángel Aguirre; el morelense Graco Ramírez y el oaxaqueño Gabino Cué.

 

La peor generación de gobernadores de que se tenga memoria en la historia de México.

 

Esta camada de funestos mandatarios solo pudieron ejercer funciones, desarrollar sus desgobiernos y concluirlos gracias a la complicidad del presidente de la República. No había otra manera. Peña Nieto supo en el preciso momento de los desvíos, los saqueos, los negocios al amparo del poder, el tráfico de influencias y jamás actuó. Solamente cuando ya habían dejado los cargos y las imputaciones eran imparables dejó que iniciaran los procesos jurídicos. El presidente de la República, de una u otra forma, pasará a la historia como el gran protector, el cómplice de esa generación del latrocinio y el despojo.

 

La misma semana el portal informativo Sin Embargo publicó un amplio reportaje que acusa a Peña Nieto de generar junto con 22 gobernadores una deuda global de 258 mil millones de pesos.

 

En ambas piezas periodísticas, tanto en la nota televisiva de Ciro Gómez Leyva, como en el reportaje de Sin Embargo, en ningún momento se alude al exgobernador de Puebla. Cuando una veintena de exmandatarios son acusados por excesos que llegan a niveles delictivos, Moreno Valle ni remotamente es referido. Las imputaciones contra él se quedan en la esfera meramente local. En medios críticos al morenovallismo. En la prensa nacional ocasionalmente se le señala en alguna nota de Reforma o Proceso. Pero no es una embestida constante como la que acosa a Roberto Borge.

 

Esta comparación por sí sola debiera catapultarlo, impulsarlo; debiera ser un gran argumento en favor de sus aspiraciones presidenciales. Pero por alguna extraña razón tal pareciera que el aspirante no quiere hacer mucho ruido; no desea vanagloriarse; de manera atípica rehúye los reflectores nacionales. Como si no quisiera agitar las aguas. A tambor batiente recorre todo el país encabezando reuniones, pero estas no trascienden más allá de su página de facebook.

 

Alguna estrategia muy singular trae bajo el brazo. Algún acuerdo cupular lo lleva a conducirse con extrema mesura y discreción inusual.

 

¿Qué trae Moreno Valle bajo el brazo?

 

Sólo él lo sabe. Pero por el momento ha decidido no agitar las aguas.

 

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