Viernes, 19 de Abril del 2024
Indicador Político

La violencia criminal ha sido producto de la disputa por territorios de control, paso y consumo, por la incapacidad de las autoridades políticas, de gobierno, policiacas, judiciales y sobre todo sociales, porque ha sido la sociedad la que ha apostado a entenderse con los criminales por la derrama de beneficios que antes llegaban por el Estado y el neoliberalismo cortó la transferencia de recursos

De nueva cuenta se abre la oportunidad de construir instancias de equilibrio al poder absolutista del presidencialismo mexicano con el relevo en la Auditoría Superior de la Federación, pero otra vez la intención no es limpiar la corrupción sino proteger al gobierno que sale.

La sola reunión en lugar público del candidato no-priista de los priistas José Antonio Meade Kuribreña con Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, fue la pista que reveló la fragilidad del ‘grupo de interés’ detrás de la propuesta peñista para las elecciones presidenciales del 2018.

Como secretario de Hacienda del gobierno panista de Felipe Calderón en el 2012, José Antonio Meade Kuribreña calculó que el PIB mexicano en el periodo 2013-2018 sería en promedio anual de 3.9 por ciento, pero la realidad bajó el saldo final a 2.1por ciento, un error de cálculo de 1.8 puntos porcentuales, casi de la mitad de lo deseado.

Empeñado en hacerle el juego al PAN y al PRD, el consejo general del Instituto Nacional Electoral de Lorenzo Córdova se embarcó en una aventura contra el PRI en Coahuila y fue aplastado finalmente por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación al decretar la victoria priista.

La candidatura presidencial priista del no-priista José Antonio Meade Kuribreña forma parte de un proyecto de élite financiera creada en 1988 cuando el candidato priista Carlos Salinas de Gortari le expropió al PAN su modelo económico-social.

Si los elogios de Luis Videgaray Caso a José Antonio Meade Kuribreña fueron o no un predestape producto de la euforia del grupo ITAM en el gabinete presidencial, sus efectos aportaron elementos para considerar ese acto como un método tradicional –pero científico-social– de sondeo: ‘medirle el agua a la tamalera’ priista.

Como en política mexicana nada se inventa sino que todo se transforma, cada presidente en turno crea un método que quiere ser propio para destapar a su sucesor pero al final del día sólo son algunas variaciones sobre el mismo tema.

Si se revisan las propuestas de gobierno de Morena y del PAN-PRD-MC, todo es demagogia. En materia de seguridad hay que contrastar las promesas de campaña con la forma en que esos partidos han bloqueado, secuestrado, condicionado, pospuesto y politizado una de las reformas indispensables para combatir la delincuencia: la Ley de Seguridad Interior.

Si la nominación del candidato presidencial del PRI debió salir antes de la 22 asamblea nacional del PRI de agosto, los retrasos han ido descomponiendo el ambiente al interior del grupo peñista, del gobierno y de los priistas.

Lo más grave de los engaños de Ricardo Anaya, Alejandra Barrales, Dante Delgado y el Frente es que están diciendo lo que no harán en la presidencia, pero que están haciendo en la realidad.

Cuando hizo su último intento por pactar la sucesión de 1994 con el presidente Salinas de Gortari, Manuel Camacho Solís acudió a Los Pinos con una tarjeta en la que señalaba sus compromisos: todo con el ex presidente, cuidar a su familia y darle espacio internacional a Joseph-Marie Córdova Montoya.

 

Cuando pudo decirle a Camacho Solís por qué no había sido el candidato, Salinas de Gortari le dijo que él, Camacho, se había aislado en el gabinete y no representaba una alianza de grupo.

 

Ahí sí, sobre la marcha de la sucesión de 1994, se fijaron de nueva cuenta los parámetros de toda designación del candidato presidencial priista: la continuidad personal del presidente saliente y su familia, la continuidad de proyecto y la continuidad del grupo.

 

Por tanto, todos los presidentes salientes dicen que auscultan a la sociedad para percibir si los aspirantes tienen compromisos sociales y todos sin excepción dibujan un retrato hablado que destaca patriotismo, honestidad, compromiso social y patriotismo, pero al final de cuentas el presidente saliente escoge a su sucesor en función de sus propios intereses.

 

Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo y De la Madrid pulsaron la posibilidad de cambiar candidato ya en campaña porque los designados no se comprometieron con la continuidad. Colosio fue asesinado después del discurso del 6 de marzo con el que rompió con la transexenalidad neoliberal salinista; y Zedillo fue leal con el proyecto salinista, aunque hubo de romper con Salinas por el ambiente de insistencia en su complicidad con el asesinato de Colosio bajo el modelo del “beneficiario del crimen”.

 

López Portillo, De la Madrid, Salinas y Zedillo llegaron a su sucesión con dos candidatos que reasentaban las dos opciones: la complicidad y continuidad transexenal y la ruptura política. El caso más específico fue Manuel Camacho Solís, quien jugó abierto y dejó muy en claro que respetaría a Salinas pero no le daría continuidad a su equipo ni al proyecto económico neoliberal porque el país estaba padeciendo -de mayo de 1993 a junio de 1995- una profunda crisis de sistema político.

 

La teoría política del sistema aconsejaba, cuando menos hasta 1976, que el nuevo candidato y el nuevo grupo de poder fuera generoso con el anterior y les diera posiciones a todas las corrientes. Pero desde 1976 todos los candidatos hubieron de definir lealtades.

 

A ello se agregaba otra variable decisiva: desde 1982 todos los presidentes quisieron gobernar más allá de sus seis años reglamentarios. Y aunque el entrante llegó a carecer de grupo -como López Portillo-, los conflictos sucesorios rompieron alianzas, lealtades y complicidades.

 

Y la tercera variable ha tenido que ver con el hecho de que, a pesar de las promesas de lealtades, cada nuevo presidente es un jefe de grupo y que la condición de unidad y cohesión del nuevo grupo es justamente el proceso de sucesión presidencial.

 

Todos los nuevos presidentes llegaron con el juramento de lealtad y dependencia del ex presidente, pero a la hora de jurar el cargo se transformaban en un nuevo grupo.

 

De ahí que todo presidente saliente tiene un conflicto de conciencia: su sucesor promete hasta lo indecible con tal de llegar, pero luego no sostiene sus promesas. Peña Nieto, como todo presidente saliente, está viendo que no existe ninguna complicidad tan sólida como para garantizar continuidad.

 

Así que los presidentes se parten la cabeza pensando cómo dejar atadas las cosas, pero nada garantiza la lealtad.

 

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Política para dummies: La política es el ejercicio de las lealtades falsas, aunque prometidas.

 

Sólo para sus ojos:

 

  • Focos de alarma en los equipos de independientes. Se complica el proceso de recolección de firmas. De los 40 que quieren ser candidatos presidenciales, sólo dos podrían llegar: Jaime Rodríguez El Bronco y Margarita Zavala de Calderón. Y ya comienzan a plantearse dudas porque el umbral marcado por el INE es muy alto. El desgaste en exposición pública, recursos para pagar a activistas y estructura electoral es mayor a la que pudieran juntar en dinero para financiar esas actividades.
  • En el fondo, el equipo mexicano que renegocia el tratado comercial está esperanzado a que Donald Trump sea destituido o no gane la candidatura para la reelección o pierda las elecciones del 2020. Pero si Trump sobrevive y gana, entonces México estará sin posibilidades de desarrollo porque el PIB sin el tratado podría ser de 0% promedio anual.
  • Dicen en los pasillos del poder que el ex presidente Salinas de Gortari está deslizando su disponibilidad para colaborar en la defensa del Tratado, pero que de Los Pinos dijeron que no gracias.

 

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@carlosramirezh

 

Cada seis años los expertos en secretos de la política sucesoria priista creen descubrir el agua tibia. Un columnista publicó el martes que “el presidente ya decidió” apenas el fin de semana el nombre de su sucesor. Y, dice el analista, “fuentes indudables” se lo dijeron, se supone que al oído sólo a él.

Si la aprobación del marco macroeconómico 2018-2024 y el presupuesto de egresos de la Federación constituyen la verdadera sucesión presidencial, entonces al país le esperan siete años más de mala suerte.

Preocupados por el corto plazo, actores políticos, partidos y analistas no se percataron que la sucesión presidencial del 2018 se resolvió a las 4:02 de la madrugada del viernes: la aprobación del presupuesto de egresos para 2018 y el aval automático a los Criterios Generales de Política Económica definieron el perfil del próximo presidente de la República.

Preocupados por adivinar las cartas presidenciales tapadas para adelantarse a la cargada de intereses y rebasada la autoridad electoral por la burocratización del INE, el crimen organizado a niveles estatales y municipales ya tiene el control de las estructuras políticas.