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Miércoles, 24 Mayo 2017 01:25

Puertas

Sentados alrededor de una mesa, un grupo de políticos priistas platicaban hace algunos años.


“Soy gobernador, pero el partido me tuvo castigado mucho tiempo, me maltrató, hasta que logré la candidatura y gané”, mascullaba entre bocados un viejo político cuando fue interrumpido por otro, cercano a su edad. 

 

“¿Maltratado?, yo quiero que el partido me maltrate igual: fuiste diputado dos veces, senador, dirigente estatal, formaste parte de la dirigencia nacional. Que me castiguen así”, dijo entre carcajadas.

 

La vida al interior de los partidos políticos es para muchos ciudadanos, un misterio, y lo es porque hay quienes han abrevado de su partido y un día deciden abandonarlo en medio de ‘gritos y sombrerazos’.

 

La pertenencia a un Instituto tiene como base la ideología. Es decir, pertenecemos a un partido porque comulga con lo que pensamos, porque ahí están las soluciones a los problemas de nuestra comunidad, porque nuestros ideales encuentran respuesta.

 

Por eso, muchos ciudadanos se sorprenden cuando alguien decide abandonar a su partido para afiliarse a otro, con otra ideología, otros intereses.

 

Por ejemplo, alguien que durante su carrera ha sido contralor municipal, alcalde, secretario estatal, miembro de la dirigencia de su partido, director general en el Gobierno Federal, diputado, senador, gobernador, difícilmente puede decir que ha sido maltratado por su partido.

 

¿Cuántos militantes de un partido quisieran ser castigados así? Con esa larguísima carrera en la administración pública.

 

Estoy convencido que los apetitos personales provocan amnesia, porque muchos de los que hoy anuncian su salida de un partido olvidan, o fingen olvidar, que todo lo que tienen, lo que consiguieron, el bienestar personal y familiar, salieron de un sólo lugar: la militancia en el partido que los cobijó.

 

Nadie pone en duda sus capacidades y talentos para desempeñar cargos públicos o puestos de representación popular, pero ahí, en su partido, había muchos más con capacidades y que debieron esperar su turno.

 

Por eso llama la atención que alguien diga que es momento de recuperar a Puebla, cuando ellos lo dejaron perder, cuando ellos llevaron a Puebla a lugares que no sabíamos que existían, al fondo de las estadísticas.

 

No creo que alguien deba mantenerse en un partido por gratitud, pero creo que abandonarlo porque no logró, en algún momento, satisfacer sus ambiciones, es un acto de incongruencia.

 

Las puertas de los partidos siempre están abiertas, para entrar y para salir.

 

Los que se van dejan a los que se quedan para decidir con libertad, democracia, congruencia y lealtad, el rumbo del partido.

 

Así son las puertas, sirven para entrar y para salir.

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