La ‘pinche señal’ no llegó para Juan Carlos Lastiri: nadie, ni él mismo, se pronunció en el Consejo Político Estatal a favor de la Consulta a la Base como método para elegir al candidato a la gubernatura.

 

Todos, incluido él mismo, se plegaron mansamente a aceptar la Convención de Delegados, es decir, el dedazo que compartirán Peña Nieto y el candidato presidencial del tricolor.

 

El subsecretario entiende que los vientos no soplan a su favor y no pudo disimular ayer su cara de tristeza tanto en el Consejo Político Estatal como en la visita de Enrique Ochoa Reza. Sabe que se quedó esperando la ‘pinche señal’, esto es, la validación del mecanismo que él habría propuesto.

 

Alguien, quizá Rosario Robles o sus contactos en Bucareli, le vendió que la candidatura era suya si Peña Nieto le daba visto bueno a la Consulta a la Base.

 

Quizá Peña Nieto sí sienta simpatía por Lastiri, e incluso le dio un último empujón al nombrarlo representante del gobierno federal para la reconstrucción de los daños provocados por el terremoto del 19-S. Probablemente el mexiquense quiso darle la última oportunidad tras cinco decepcionantes años buscando posicionarse con los recursos del Gobierno federal.

 

Pero si cinco años no fueron suficientes para hacerlo subir de la barrera del 35 por ciento de conocimiento, tampoco iba a hacer más en 45 días de reconstrucción, pese a sus constantes apariciones en medios, giras con el gobernador e incluso el pago de publicidad social media en Facebook.

 

Lastiri tiene algo repelente para el electorado poblano. No se sabe si es su aspecto físico, su actitud dinosáurica, su tufo a corrupción, su pobreza discursiva, su pasado marinista o una mezcla de todas ellas. Pero simple y sencillamente no conecta.

 

Quizá si la decisión estuviera sólo en manos de Peña Nieto, Lastiri sería el candidato a la gubernatura del PRI. Pero no lo es. Por lo menos no tiene el monopolio, ya que su destape será una tarea consensada con el candidato presidencial del tricolor. La transferencia de la jefatura política lo obliga a acordar con Meade, Osorio Chong, Nuño o Narro el nombre del candidato para Puebla. Así lo dicta la ortodoxia, la liturgia tricolor.

 

El candidato presidencial va a querer a un candidato competitivo que le sume votos, no a un lastre que le reste. Según las encuestas, el más competitivo es Enrique Doger y Juan Carlos Lastiri nunca se le pudo acercar, ni en niveles de conocimiento ni en intención de voto.

 

El zacatleco conocía su desventaja en las encuestas, por ello quiso forzar la Consulta a la Base, pues el control de cierta estructura financiada con los programas sociales del Gobierno federal era su fortaleza. El mecanismo era el mensaje, según le dijeron en Bucareli.

 

Tanto forzó la maquinaria que anunció la realización de foros para conseguir 500 mil firmas que convencieran a Ochoa Reza, al CEN y a Peña Nieto, de autorizar la Consulta a la Base. Solamente tiró el dinero de los foros y de los promotores para conseguir las firmas. No debe dolerle porque seguramente lo hizo con dinero público, pero con tanto alarde hizo su derrota más evidente.

 

Por el contrario, a diferencia de cómo actuó en 2010, 2013 e incluso 2016, Enrique Doger se ha expresado poco y espera con paciencia pues sabe que los números están de su lado, por lo que sea quien sea el candidato presidencial, y cuando ocurra el destape, Meade, Osorio o compañía lo van a necesitar peleando por sumarle votos al PRI.

 

Con tanto dinero amasado en el Gobierno federal, a Lastiri sólo le queda la opción de comprarse un bosque y perderse en él.