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Martes, 19 Junio 2018 02:49

Ambidiestro

Ambidiestro Escrito Por :   Silvino Vergara

“Los papeles se han invertido; la derecha se ha vuelto utópica y la izquierda realista” Daniel Innenarity


 

Posiblemente, en estas próximas elecciones será donde exista una mayor ausencia de claridad en cuanto a lo que representan los partidos políticos, sus candidatos y las propuestas que abanderan cada uno, o por lo menos, es lo que se observa en la publicidad que circula en los medios. Por eso es que la población en general estamos ante una gran incertidumbre. Y esa ausencia de claridad puede ser una de las razones por las cuales las estadísticas dictan un resultado y después aparece otro totalmente contrario, como fue el caso de las elecciones en EUA o, bien, en Inglaterra con el ‘Brexit’.

 

Actualmente, la distinción entre izquierda y derecha es más tenue, es decir, la frontera entre uno y otro es poco delimitada y, como consecuencia, pareciera que todas las propuestas son muy similares. Para justificar esto, basta un ejemplo: todos los candidatos de todos los partidos (de cualquier partido político, incluso los propios independientes) plantean aumentar las fuentes de empleo, otorgar servicios de salud, promover una mejor calidad en la educación —todo esto, desde luego, son propuestas que salen del simple sentido común—. Ahora bien, todas estas propuestas provienen de lo que se denominan derechos sociales, que son los que otorgan los Estados sociales de derecho o también llamados Estados de bienestar, y este tipo de Estados derivan de las luchas que ha habido en la historia de la humanidad en contra del poder; por tanto, su origen emana de lograr igualdad entre los miembros de las naciones, es decir, de luchas de las denominadas políticas de izquierda, ya que, en su origen, lo que éstas proponían era una mayor protección a los derechos de igualdad en general. Un anhelo que se incrementó al final de la segunda Guerra Mundial en muchos países (sobre todo en Europa), pero que, a causa del crecimiento poblacional y de la expansión de las necesidades y, con ello, de una economía que tomaba a cada ocasión una mayor relevancia, disminuyó y, con él, los también denominados derechos sociales, en particular en Europa. A esto se le suma la crisis del 2008, momento clave para el retroceso de la efectividad y la materialización de los derechos sociales, por el alto consumo de productos y la necesidad de otorgar créditos en exceso: “el crédito se infló más allá de cualquier necesidad productiva para convertirse en un mecanismo especulativo” (Lorente, Miguel Ángel; Capella, Juan Ramón. El crack del año ocho. La crisis. El futuro. Madrid: Trotta, 2009).

 

No obstante, aún con toda esa crisis, se sigue haciendo mención de los derechos sociales, de ir implementándolos o, bien, de mejorarlos. Y esas son propuestas hoy tanto de las políticas de izquierda como las de derecha, lo cual, desde luego, provoca ante la población mucha confusión, pues pareciera que ambos pensamientos apelan a lo mismo. Cita el español Daniel Innerarity: “Buena parte de nuestro desconcierto ideológico se debe a que a veces la derecha utiliza un lenguaje progresista y la izquierda habla en clase conservadora” (Innerarity, Daniel. Política para perplejos. Barcelona: Galaxia Gutemberg, 2018). Y es que la derecha también propone la existencia y expansión de los derechos sociales, cuando es claro que su tendencia debería ser sobre mayores libertades a los grupos económicos, a las corporaciones, en vez de pensar tanto en los derechos sociales que benefician a la población y no a las corporaciones; sin embargo, apelar por los derechos sociales para las políticas públicas de derecha se debe, en primer término, a la necesidad de contar con consumidores, es decir, que la población sea potencialmente la consumidora de esas corporaciones. Por ello, requieren de los derechos sociales. Además, en segundo término, esos derechos sociales —a decir de Zygmunt Bauman— benefician a las grandes corporaciones, pues estas requieren para sus plantas, para sus centros de producción, personas sanas, capacitadas, preparadas para prestar sus servicios y, desde luego, esas condiciones no las otorgarán las propias corporaciones económicas sino que ellas requieren que sean los Estados, al hacer efectivos los derechos sociales, a quienes les corresponda otorgar esos derechos. Por ello, se requiere de la vigencia de dichos derechos a la educación, a la salud, a la vivienda, etc, pues estas corporaciones no harán esfuerzo alguno para poner en condiciones a quienes formen parte de ellas como empleados. Así las cosas, es evidente que tanto izquierdas y derechas, en muchas ocasiones, proponen conceptos muy similares. Por ello es que nos quedamos como en una especie de políticas ambidiestras.

 

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