En un largo mensaje de WhatsApp se exige un alto a compartir los videos de mexicanos borrachos, los videos de reporteros haciendo bromas (de mal gusto desde este punto de vista), las fotos exhibiendo a rusas como objetos sexuales, los cánticos de porras “vulgares”, los ‘memes’ de Zague y demás.
Dicen que esto hace daño, que mostramos al mundo un lado agresivo de nuestra sociedad; genera caos y división social, que ponemos a México en el suelo. Consideran que “exigimos de todo a todos pero nuestras acciones sociales y comportamiento dejan mucho que desear”.
Siendo realistas, así es la clásica diversión del mexicano: agarrando la jarra, haciendo bromas que incluyen ‘carrilla’ (o bullying), haciendo comentarios sobre mujeres atractivas y diciendo groserías y vulgaridades.
Y es que, seguramente, muchos de estos mexicanos en su cotidianidad son personas honorables, que aportan progreso al país, son buenos padres de familia; pero van al mundial, a la vacación, a ‘destramparse’, a divertirse.
Esta reflexión nos invita a vernos al espejo y preguntarnos si nos gusta nuestra esencia, si podemos divertirnos de otra forma. Si le quitas al mexicano todo esto ¿cómo echaría ‘relajo’? ¿De verdad nos avergüenza o nos enorgullece?
Yo veo más al que llega a contar casi presumiendo del ‘pedo’ que se puso en Rusia, el ‘viejorrón’ que ‘se dio’, las ‘pendejadas’ que hizo y atacarse de la risa. En la anécdota nunca falta alguien a quien se agarraron de bajada, molestándolo, echándole montón o haciéndole bullying.
Aquí creo que, para la gente que no es fiestera, que no disfrutan de este tipo de diversión, que, en ocasiones, su religión y sus creencias les prohíbe este tipo de excesos, es fácil juzgar. Pero, para el que está acostumbrado a este entorno y lo ve en sus padres, en sus familiares, en sus amigos y lo practica, no es fácil desaprender a divertirse así.
Sin caer en excesos moralinos y aceptando como dice la frase “si ya sabes cómo soy, pa’qué me invitas”, no debemos esperarnos a que nos dé ‘cruda moral’ y debemos buscar nuevas formas personales, familiares y sociales en donde no haya espacio para los excesos y la agresión.
Cuando la violencia y la inseguridad nos tienen viviendo con miedo y a la defensiva, cuando las agresiones y las ofensas son parte de nuestro día a día, tenemos que admitir que para que todo cambie, nosotros tenemos que cambiar. Pero será que no queremos o que no sabemos cómo.
Cuesta trabajo desaprender a divertirse así, y más a nivel grupal o social. Si desde siempre asociamos la diversión con excesos, bromas, alcohol, mujeres, tonterías… entonces hay que ponerle nuevos significados a la diversión. ¿Cómo desaprendemos juntos? ¿Cómo se pueden crear incentivos para cambiar estos comportamientos? Es un tema casi de terapia, grupal o individual o social.