En medio del torrente de interpretaciones que realizan medios alternativos y cuentas de redes sociales se pierde la esencia de lo que Ricardo Alemán quiso decir con su tuit (que de ninguna manera fue retuit como se excusó).
Evidentemente el escribano en cuestión no estaba convocando a asesinar a AMLO. Lo que este sujeto hizo fue desbordar la fobia que tiene por el aspirante tabasqueño. Fue un exabrupto burdo, rupestre, agreste, que pretendía burlarse del candidato y de las huestes de millones de seguidores calificados como ‘chairos’. Esencialmente fue eso: un gesto de odio y desprecio. Sólo que en esta ocasión el tiro le salió por la culata.
Durante los minutos siguientes a su publicación, Alemán no se dio cuenta de las consecuencias. Todavía se burló de la crítica masiva que se desbordaba escribiendo: ‘Jajaja ¡Hoy más que nunca les aplica el mote de ‘jauría’! Recuerden que sólo el primero de los perros sabe por qué ladra! ¡El resto son manada! Jajaja! Saludos a la legión de idiotas!’
Ese es su estilo característico, esencial: la agresión visceral, el insulto arrebatado, la burla arrogante, el encono mayúsculo. Todos estos rasgos son ajenos al oficio de columnista que debe pretender –ante todo-, ser un analista equilibrado.
Los desplantes hostiles y violentos de Alemán se fueron apagando conforme se sucedían las consecuencias. Aunque él culpó a Julio Hernández López de fraguar un linchamiento en redes sociales, la realidad es que toda la comunidad periodística del país reprobó y repudió la aciaga publicación.
Horas después toda su arrogancia se dobló y luego se quebró cuando la empresa Televisa canceló su relación laboral. Minutos más tarde el Canal 11 hizo lo propio. Hasta el cierre de esta columna únicamente la empresa Milenio sostiene un nexo con el polemista abatido.
La realidad es que detrás de la burda fobia que Ricardo Alemán tiene por López Obrador, el episodio del tuit funesto revela que existe un temor ante la posibilidad de un magnicidio.
Sobre esto poco se ha escrito o publicado. Es un tema sobre el que nadie quiere hablar, ni siquiera en mesas muy reservadas.
Pero el tuit de Alemán levantó el velo a un temor que está ahí, que es real y fundado: la posibilidad de un magnicidio en este proceso electoral de 2018.
Dice el Diccionario de la Real Academia Española sobre la palabra magnicidio: ‘Del latín magnus 'grande' y -cidio. 1. m. Muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder’. Es decir no necesariamente debe ser un gobernante; puede ser un candidato, como fue el caso de Luis Donaldo Colosio.
Aunque es un tema que nadie quiere abordar, tratar, mucho menos escribir, debe enfatizarse que en este momento existen todas las condiciones para que pudiera darse un episodio de esta naturaleza.
Primero.- Como pocas veces en la historia reciente, vemos una clase gobernante desesperada, alterada, notoriamente enfebrecida en contra de un adversario político. Los discursos, lo mismo del mandatario, que de los operadores electorales, son sólo la punta del iceberg; el bloque de hielo de la élite gobernante que simplemente no tolera, no soporta, no acepta la posibilidad del triunfo de López Obrador.
Segundo.- Una cúpula empresarial que está exactamente en la misma frecuencia que la clase gobernante. Entre ambas cofradías constituyen un solo frente que bien podemos denominar la plutocracia mexicana: el gobierno del dinero.
Tercero.- Un país envuelto en la mayor crisis de violencia de la historia contemporánea, donde lo mismo hay sicarios de alto nivel criminal, que adolescentes que sin llegar a la mayoría de edad están dispuestos a asesinar por un pago. Esa es la realidad de éste México, el de un país donde diariamente el crimen se encuentra en cualquier calle o avenida, desde Tijuana hasta Playa del Carmen.
Cuarto.- Un país vecino cuyo gobierno mantiene una postura y un discurso abiertamente adverso y que al mismo tiempo -por debajo de la mesa-, sigue enviando armas para abastecer al crimen organizado. Empezaron con el operativo ‘Rápido & Furioso’ y desde entonces el flujo de armas no se ha detenido. Todo con la única intención de tener a una nación sometida bajo el yugo de la violencia. Lo mismo que hacen en Medio Oriente, Asia o Centroamérica.
Por ello el desafortunado tuit de Ricardo Alemán despertó una mayúscula indignación en el gremio periodístico nacional. Porque en el fondo de cada redacción se sabe que la posibilidad de un magnicidio es completamente real en el México de estos días.
Esta no es una nota alarmista o sensacionalista. Este es un llamado a las instituciones responsables, pero sobre todo a las huestes lopezobradoristas para tomar las mayores y más estrictas medidas de seguridad en torno al candidato.
Hace unos días, Ciro Gómez Leyva presentó el video de una gira de AMLO en Tamaulipas y mostró cómo la multitud rebasó todas las medidas de seguridad. El abanderado llegó a su camioneta despeinado, desaliñado por todos los abrazos y la cercanía con la gente. En esa ocasión Ciro advirtió que esto había ocurrido en una de las zonas más conflictivas e inseguras del país.
El exabrupto de Ricardo Alemán claramente doblegó su conocida arrogancia, pero abrió la oportunidad para discutir y poner sobre la mesa la posibilidad de un magnicidio.
Por amargo y desagradable que suene la hipótesis nadie debe dudar que es completamente posible. Y por ello deben tomarse todas las medidas necesarias para evitar lo que representaría una catástrofe nacional.
Como siempre quedo a sus órdenes en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., sin mx.