La realidad es que a la ‘nomenklatura’ priista poco le importa el segundo lugar. Saben perfectamente que José Antonio Meade está perdido; que no hay posibilidad alguna de triunfo legítimo y que tendrán que imponerlo a sangre y fuego con el aval del Instituto Nacional Electoral.
El plan es que la noche del domingo primero de julio en sesión del instituto se declare a Meade como triunfador del proceso electoral. Tampoco les importa que ‘el tigre’ se vuelque en las calles; poco les preocupa que cientos de miles de mexicanos salgan a protestar, tomen carreteras y autopistas, incendien centros comerciales y desaten la anarquía. Saben que ese clima de caos social sólo durará dos o tres semanas y luego el país volverá a su raquítica estabilidad.
El tema de fondo es que para imponer a Meade necesitan bajar a Anaya del segundo lugar. De otra manera no podrán operar el fraude electoral modelo Estado de México.
Y aunque han desatado toda la fuerza del Estado para acorralarlo, hasta el momento no lo han logrado.
La realidad es que el queretano está demostrando el temple y la entereza que no tuvo Diego Fernández de Cevallos en 1994.
En este momento conviene hacer la acotación histórica. En aquella contienda el país se cimbraba ante el surgimiento zapatista de Marcos; acababa de ocurrir el magnicidio de Lomas Taurinas; el presidente saliente Carlos Salinas de Gortari atravesaba por su peor crisis de credibilidad y gobernanza; en una decisión que a nadie convenció tuvo que ungirse a Ernesto Zedillo.
En 1994 estaban dadas todas las condiciones para la caída del régimen priista. En ese momento se da el debate entre Diego Fernández de Cevallos, Ernesto Zedillo y un opaco Cuauhtémoc Cárdenas. Era el primer intercambio de ese tipo en el México contemporáneo.
El efecto fue el de un terremoto devastador. Diego arrolló, aplastó a sus adversarios. En ese momento el litigante tenía la presidencia de la República en la palma de la mano… pero algo sucedió; alguien lo detuvo.
Hoy Fernández de Cevallos es una referencia política y periodística; es columnista y cita obligada en la ‘comentocracia’ nacional. Pero la realidad histórica es que cuando tuvo la oportunidad de dar un golpe al priismo salinista, bastó una llamada para doblegarlo.
24 años después otro panista con talante busca la presidencia y aunque no aparece en el primer lugar de las preferencias, no se ha arrodillado ante la maquinaria tricolor que busca aplastarlo. Por primera vez se coordinan los esfuerzos de las Secretarías de Gobernación, Hacienda y de la Procuraduría General de la República. Y contrario a lo que esperaban en Los Pinos, el aspirante albiazul no se ha bajado y responde serenamente a la embestida generando una amplia base de respaldo.
La embestida peñista es tan burda que ha desatado una cadena de reacciones en favor de Anaya. Debemos acotar en que esta entrega no busca pontificar al panista.
El abanderado del ‘Frente’ es otro representante más de la política y corriente neoliberal que gobierna al país. Su declaración de que ‘No tiene caso construir nuevas refinerías’ y apostar a las energías limpias solo fue un guiño coqueto a las compañías petroleras holandesas, inglesas, estadunidenses y todas aquellas que hoy se reparten los grandes yacimientos nacionales.
Ideológicamente Meade y Anaya son adversarios naturales de la izquierda nacionalista de López Obrador.
Sin duda Ricardo es más de lo mismo; otro hijo del neoliberalismo; pero hasta el momento, hasta este día, es de los pocos panistas que mantienen la congruencia de no convertirse en lacayos del priismo.
En otra entrega de Cúpula abordaremos nuestra hipótesis de que el gobierno de Washington, distanciado y confrontado con el peñismo, buscaría en el candidato del PAN un proyecto a modo.
Como siempre quedo a sus órdenes en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., sin mx.