Andrés Manuel López Obrador no es un peligro para México. Su victoria en la elección presidencial es imprescindible para darle a este país la sacudida que necesita luego de décadas de ‘PRIAN’ gobernándonos desastrosamente entre la corrupción, la negligencia y el entreguismo hacia intereses extranjeros.

 

Pero habría que empezar a analizar si el verdadero peligro para México es el zoológico que acompaña al tabasqueño, quienes, en sus aires de victoria anticipada muestran su verdadero talante. Algunos son profesionales de la mentira. Otros del oportunismo, pero también los hay laureados en la canallada.

 

En Puebla, por ejemplo, la élite de Morena se empeña todos los días en mostrar cuan lejanos están de los ideales de AMLO, y por tanto, no merecen el voto en cascada que los lleve a gobernar Puebla, los principales municipios y dominar el Congreso local.

 

Esta cúpula de poder, todos los días nos da razones para el voto diferenciado. Sí a AMLO, no a los morenos de Puebla. No a darle todo el poder a un solo hombre. Ellos no representan los valores de López Obrador.

 

El problema ya no es sólo el candidato a gobernador, quien de plano aceptó “sin conceder” que sus propiedades valen 25 millones de pesos, y las que ocultó al ponerlas a nombre de sus hijos “es porque puede hacerlo”.

 

Bañado en estiércol, Luis Miguel Barbosa ha decidido convertir la campaña en un lodazal y poner a funcionar el ventilador de mierda. Ya no se trata de decir que es honesto, sino que sus rivales son más marranos que él. Más ricos. Con más propiedades. Con peor vida.

 

Decía yo que el problema ya no es el candidato a gobernador, sino la mezcla de oportunistas, canallas y profesionales de la mentira que se subieron al barco.

 

Uno de esos canallas es Gabriel Biestro, el líder estatal de Morena que se ‘agandalló’ la primera plurinominal al Congreso local aprovechándose de su posición como dirigente, hecho que lo rebaja al mismo nivel que a Pablito Fernández del Campo y otros dirigentes estatales en la historia del ‘PRIAN’.

 

Decididos a convertir la elección en un lodazal 2018, Barbosa necesitaba un carnicero. Nadie quiso jugar ese papel, ni siquiera los atrabancados de Armenta y José Juan. Como ni siquiera originario de Puebla, Biestro asumió el papel de mancharse las manos de sangre. Y lo hizo de forma épica.

 

Fue una canallada ejecutada sin remordimientos. Una a una, fue leyendo las supuestas propiedades de Enrique Doger que, dicen, puso a nombre de sus concubinas. Exhibió los nombres. Dijo que ésta vivía acá y aquella allá. No le importó involucrar a personas que no tienen nada que ver con la política. Que son madres de familia de niños que hoy, probablemente, sufrirán bullying por ese hecho.

 

Biestro rompió el pacto que hasta los criminales y las mafias respetan: con la familia no.

 

Culminó su rueda de prensa con otra infamia: afirmó que mi domicilio es una residencia cuya propiedad atribuye a Enrique Doger en la 37 Oriente en El Mirador. Lo dijo entre risitas y volvió a escenificarlo como el canallita que es.

 

Pues bien: yo no vivo en la 37 Oriente. Mi casa no solamente no tiene nada que ver con Enrique Doger. Su adquisición fue auditada por el SAT para verificar la legalidad de los recursos. Tengo todos los documentos para probar que miente.

 

Así que va mi reto para Biestro y el dueño de su correa: que pruebe documentalmente que vivo en una casa de Enrique Doger o que renuncie a la diputación plurinominal que robó a las bases de Morena cancelando todas las asambleas en las que se entregarían posiciones a la militancia, un rasgo distintivo de ese partido.

 

Te equivocaste. Acepta poner en la mesa tu plurinominal o vive el resto de tu carrera política como mentiroso.