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Miércoles, 04 Julio 2018 04:24

Yo, como AMLO, no creo en la violencia

Yo, como AMLO, no creo en la violencia Escrito Por :   Arturo Rueda

Yo voté por López Obrador, en parte, por su credo antiviolencia. Por su pacifismo a toda prueba. Sabe, entiende, que si de por sí estamos rodeados de violencia, el aparato político no puede ser otra turbina. Definitivamente, no es lo que quiero para Puebla


Una de las cosas que más he admirado en Andrés Manuel López Obrador es su templanza para resistir las derrotas, que se expresa en un pacifismo a toda prueba. Esa es la verdadera esencia de su talante democrático: no recurrir a la violencia.

 

En las horas más terribles del fraude electoral de 2006, cuando sus simpatizantes esperaban la orden para lanzarse violentamente a la toma de los consejos distritales del IFE, López Obrador tomó el mismo camino que Cuauhtémoc Cárdenas en 1988: la resistencia civil pacífica.

 

Ordenó a sus simpatizantes tomar Paseo de la Reforma durante semanas con una sola consigna: ni un vidrio roto. No se golpeó a nadie. No se golpeó a un solo panista. Tomó protesta como presidente legítimo y aguantó todas las burlas.

 

Andrés Manuel López Obrador, en toda su biografía política, jamás protagonizó un acto de violencia.

 

No respondió el golpe cuando custodiaba los pozos petroleros luego del fraude que le hizo Roberto Madrazo cuando pelearon la gubernatura de Tabasco.

 

Tampoco en el desafuero, cuando a la mala Vicente Fox quería sacarlo de la carrera presidencial de 2006.

 

Hombre de mil derrotas, una y otra vez regresó a la vida pública reconstruido gracias a su pacifismo y a que, pese a que en el discurso mandó al diablo a las instituciones, acató democráticamente sus derrotas.

 

Ahora, López Obrador ganó la elección presidencial con un apoyo enorme en las urnas gracias a esa lección de perseverancia, pacifismo y convicción en las instituciones.

 

Profundamente cristiano, el tabasqueño sabe que la violencia es una espiral que crece sin control una vez que se toma ese camino. Como Jesús, sabe que a veces es mejor poner la otra mejilla.

 

Pero los integrantes de Morena en Puebla, ante lo que ellos llaman un fraude perpetrado sólo en la elección por la gubernatura, decidieron tomar un camino diferente al pacifismo. Nada de otra mejilla, sino golpe por golpe. La Ley del Talión consagrada en el Código de Hammurabi: si alguien te tira un diente, tú tienes el derecho de tirarle otro.

 

Es cierto que la espiral de violencia en la elección en Puebla inició el domingo cuando comandos armados, en las horas del cierre de la votación, recorrieron casillas para amedrentar votantes, robarse urnas y causar alarmas. No hubo muertos ni heridos, pero sí miedo.

 

Ayer, los morenistas decidieron aplicar el ojo por ojo impulsados por la violencia verbal que Luis Miguel Barbosa maneja como eje de su campaña, pero que ayer en el IEE, al solicitar la apertura del 100 por ciento de los paquetes, escaló al grado de pedir la renuncia de Antonio Gali Fayad sólo porque “canta y baila bien”.

 

Los hechos acontecidos ayer en el Hotel MM son inenarrables porque las imágenes de los videos hablan por sí mismas: una turba comandada por José Juan Espinosa y David Méndez, acompañada de golpeadores y medios a modo, asalta a patadas y golpes una supuesta ‘mapachera’ del morenovallismo.

 

Un show perfectamente escenificado para alimentar la percepción de fraude contra Barbosa. Todo lo que vino después fue un estilo cavernario de entender la política

 

Patear en el suelo a un septuagenario. Derribar a Eukid Castañón y provocar su cuasi linchamiento. Lanzar sillas, platos, mesas, apropiarse de computadoras, documentación y exhibir supuesto material electoral que probaría el fraude.

 

En el camino, golpear al líder estatal del PAN, Jesús Giles, y por qué no, al juvenil Manuel Domínguez. Atacar al fiscal de Delitos Electorales, escupirlos, derribar a uno de sus asistentes, rasgarle la ropa y tirarlo al piso mientras una turba de gandules gritaba cosas obscenas. Gritarle “¡perra, estás muerta!” a Sandra Izcoa.

 

Se me enchina la piel de imaginar el miedo, luego el terror. Simples funcionarios de partido, o del aparato de justicia, o hasta el titular de SSP, a merced de una turba enardecida que sirve a las ambiciones de otros.

 

Yo voté por López Obrador, en parte, por su credo antiviolencia. Por su pacifismo a toda prueba. Sabe, entiende, que si de por sí estamos rodeados de violencia, el aparato político no puede ser otra turbina.

 

Definitivamente no es lo que quiero para Puebla.

 

Yo, como AMLO, creo en la paz y no en la violencia. Por eso, cuestionado por los disturbios ocurridos y la supuesta sospecha de fraude, delegó en las autoridades electorales su resolución.

 

Impugnen, anulen, cuenten paquetes, marchen, hagan plantones.

 

Pero NO A LA VIOLENCIA.

 

 

 

 

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