Si París bien vale una misa, el poder vale tanto que incluso puede pagarse con el ridículo… siempre que no sea el propio. Durante más de dos años la maquinaria mediática del morenovallismo, impulsada por el uso faccioso de las instituciones, dieron cacería a Eduardo Rivera Pérez para expropiarle cualquier posibilidad de futuro político. Ambos, los periodistas que se prestaron a la cacería y los personajes a cargo de esas instituciones, ahora son el hazmerreír. En buen mexicano: se la pelaron a Lalo.

 

Acostumbrado a doblar a todos, por las buenas o las malas, Lalo Rivera es la excepción a la regla del estilo Ávilacamachista de ejercer el poder de Rafael Moreno Valle. Nunca se entendieron como gobernador y alcalde. Ya fuera de Charlie Hall, le echó la maquinaria para que no se convirtiera en un obstáculo de sus proyectos transexenales. Ofensiva tras ofensiva, periodicazo tras periodicazo, sanción tras sanción, Lalo nunca se dobló.

 

¿Quién ganó y quién perdió con estos lances?

 

Se trata de una especia de empate técnico.

 

Lalo Rivera tendrá la verdad histórica de su lado: no robó mi malversó recursos del gobierno municipal. Con la tranquilidad de que su patrimonio personal no está en riesgo, ni su libertad, volverá a ser compañero de cama del morenovallismo en una misión tan o más complicada que la de 2010: vencer a Morena que vive su boom aún sin candidatos.

 

Pero Moreno Valle también ganó: con su ofensiva jurídica-mediática impidió que Lalo pudiera construir una carrera a la gubernatura para convertirse en una opción viable a la de Martha Erika Alonso. Y luego de que aún conteniendo al yunquista ninguno de sus gallos creció por encima de él -Banck, Aguilar Chedraui, Riestra- decidió sacrificarlos a todos para hacer candidato al único que puede sostener al Frente en Puebla Capital.

 

En ese sentido, Moreno Valle ganó, pues al final su odiado Lalo sumará capital político para perpetuar el dominio otro sexenio a través de su esposa. O por lo menos tiene elementos para intentarlo, pues la Angelópolis será el bastión desde el que se construirá el triunfo de la gubernatura. Si cae Lalo, todo el andamiaje morenovallista se derrumba.

 

Así como el ridículo no es ni para Rivera ni para Moreno Valle, toca hacerlo a todos los demás: periodistas y diputados, quienes ejecutarán presurosos la exoneración. Exoneración, por cierto, que no llega con el amparo, porque la sentencia dada a conocer ayer sólo se otorga para vicios procesales. Como es lógico, no resolvió el asunto de fondo.

 

Ese asunto de fondo no tiene muchos caminos. La Comisión Inspectora del Congreso cumple la sentencia de amparo confirmando la inhabilitación y la multa, o emite una nueva resolución para aprobar la cuenta pública correspondiente a 2013. Y dado el acuerdo político, serán los diputados los que tengan que darle pa´tras a las sanciones.

 

Los otros que harán el ridículo serán los perros de la prensa morenovallista, a quienes primero ordenaron ladrar y ahora les ordenarán comerse sus sesudas investigaciones periodísticas donde exhibieron el enriquecimiento de Lalo y sus funcionarios. Además, deberán comerse los adjetivos de “ladrón”, “sinvergüenza” y demás que le endosaron a lo largo de dos años.

 

Unos y otros, diputados y periodistas, asistirán de la mano al festín de la indignidad para comerse las sobras que les avienten Eduardo Rivera, Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle, los que sí se sientan a la mesa.

 

Ahora que Ricardo Anaya se queja tanto del uso faccioso de las instituciones por la supuesta persecución de la PGR, debería voltear a Puebla para ver lo que hace aquí su partido Acción Nacional: la utilización del Congreso y su comisión inspectora, primero para perseguir y luego para rehabilitar, siempre con objetivos políticos.

 

O lo que es lo mismo: Eduardo Rivera debe darle clases a Ricardo Anaya de cómo aguantar vara.