Admiro a mi hermano Javier: Luis Lozano


El hermano del secretario de Trabajo comenta que su profesión es el aliado más fuerte que tiene, además que su pasión es la música

 

Karla Espinoza

 

Luis Lozano es músico y hermano de Javier Lozano Alarcón, secretario del Trabajo y Previsión Social del país, además lo admira, y sabe que el puesto se lo ganó a pulso. Sin embargo, asegura que nunca le pediría nada, porque no lo necesita; lo que tiene es suficiente para su momento, y nunca intercedería por alguien ante su hermano.


La música es su aliado más grande, su pasión, y trabajo. Alguna vez sintió miedo por no saber si la música le daría lo suficiente para vivir. Pero su objetivo de vivir en la música lo logró. Luis, el quinto de seis hermanos: Gerardo, Javier, Sergio, Óscar, él y Mario, escribió una canción, uno de sus más grandes tesoros, para este último.

 

Karla Espinoza (KE): ¿Qué género es tu música?
Luis Lozano (LL): Es un pop latino, muy acústico. En las canciones que grabo no uso sintetizadores, sino que son guitarras reales, instrumentos reales.
KE: ¿Quiénes son tus influencias o es algo que tu creaste?
LL: No, para nada. Todo mundo tiene influencias. Nadie ha hecho algo totalmente original. Todos tenemos influencias y construimos. Las letras que compongo se basan en vivencias, y trato de que sean metaforeadas, que sean como las viví, pero que te puedas identificar. Mis influencias en este momento son, en inglés, Sting, un ícono para mí. En español Diego Torres, Alejandro Sanz, Bacilos, un poquito de esa música latina, percusiones, ritmo, destiempos.
KE: ¿Dónde estudiaste música?
LL: Empecé con la música a los siete u ocho años. Comencé con un grupo de amigos, quienes tocábamos y cantábamos en fiestas canciones como la de “La Patita” y cositas así.
KE: ¿Cómo se llamaban?
LL: “Grupo Alegría”, así de colores, tipo Parchis. Después estuve practicando mucho con un hermano que estaba en una rondalla, y aprendí mucho. Posteriormente, en la Orquesta Sinfónica de Tlaxcala toqué el violín y aprendí muchísimo, estuve en los tres primero violines por tres años.
KE: ¿Cuáles instrumentos sabes tocar?
LL: El violín, la guitarra, el bajo, la batería, las percusiones, el piano, un poquito de kena y la armónica.
KE: ¿Después de la sinfónica, qué hiciste?
LL: Me compré una guitarra eléctrica.
KE: ¿De lo clásico al rock?
LL: Al rock. Hicimos una banda que se llamaba Mezcal y la segunda Ritual. Con la primera toqué en bares en Tlaxcala, y la segunda fue un más profesional, abríamos conciertos de Santa Sabina, Panteón Rococó, Coda, más profesional. Grabamos un disco, pero no pasó nada, porque no sabíamos nada de la industria de la música. Al mismo tiempo que tenía la banda, estudiaba música en la escuela Martell en México, donde estaba becado pero después me dio mucho miedo…
KE: ¿A qué?
LL: Tenía miedo porque había profesores buenísimos, excelentes, que me enseñaban blues. Cuando salían de clases, se ponían a hacer empanadas para vender porque no les alcanzaba el dinero. O tocaban en bodas, fiestas, y todo eso, pero eran músicos de muchísima calidad. Lamentablemente en México la situación de los músicos es difícil. Por el miedo que me dio, decidí regresarme a Puebla.
KE: ¿Dejaste la música?
LL: No, pensé que la música nunca la iba a dejar, pero debía vivir de algo. Regresé a Puebla para estudiar la licenciatura en Mercadotecnia. La terminé, y en el transcurso trabajé en productoras, donde hice música para comerciales.
KE: ¿Qué significa la música para ti?
LL: Pues es aliado más fuerte que tengo en la vida.
KE: ¿Cuántas canciones propias tienes? 
LL: No sé, me imagino que unas 70 u 80 canciones.
KE: ¿Tienes alguna que sea tu máximo, tu tesoro?
LL: Sí, dos, pero son como algo muy mío. Nunca las grabaría para venderlas.
KE: ¿Se puede saber de qué tratan?
LL: Las tengo escritas. Una habla de mi hermano Mario, que tiene una enfermedad muy grave, es una canción dura porque toca sentimientos muy adentro. La otra la escribí como a los 17 o 18 años. (Ríe).
KE: ¿Por qué te ríes?
LL: Porque fue para una niña, estaba profundamente enamorado y no pegó, no pegué. Pero me gusta mucho esta canción porque fue como retroalimentación, todo lo que dije realmente lo sentí, y a veces es muy difícil decir lo que sientes.
KE: ¿Cuántas musas has tenido?
LL: Uy, uy, uy. Pues no sé.
KE: Puedes tener muchas mujeres en la vida, pero pocas que hayan llegado a ser tus musas como para escribirles una canción.
LL: Soy muy coquetón. Pero no muy enamoradizo, de eso de estar un ratito con alguien y enamorarse profundamente. Duro mucho con mis relaciones, pero ahorita estoy solo.
KE: ¿Cómo describirías el sentimiento de estar en un escenario, que todo mundo esté prendido con tu música?
LL: Es como que te sientes tan grande, tan vivo que todo es una retroalimentación. Lo que sientes por parte del público es muy especial, pero saber que tú lo trasmites, es inexplicable. Es como hacerle el amor a una mujer y dejarla así como si tú fueras lo máximo para ella.
KE: ¿Cuál crees que sea la clave de tu éxito para crecer en la música, al saber que es un medio difícil?
LL: Creo que la mentalidad es importante, un factor vital. Por ejemplo, todos los días que me levanto sé que todavía no tengo éxito, que apenas estoy en el camino. Pero al otro lado de mí, digo que soy exitoso, porque no me levanté a trabajar, me levanté a hacer mi más grande pasión: la música, y eso es una gran ganancia.
KE: ¿Cuál es tu visión o tu sueño como músico?
LL: Está bien raro. Te lo juro.
KE: ¿Por qué?
LL: Mi objetivo personal pasa del objetivo al cual me estoy guiando. Me imagino vendiendo discos, quiero estar representado por una buena disquera, pero al mismo tiempo en conjunto con la disquera quiero hacer el movimiento que hago con la gente: seguir produciendo su música. No sólo hago mi proyecto, si no el de mucha gente, y esto lo quiero hacer todo el tiempo, conforme vayan pasando las cosas conmigo, ir haciéndolo. Incluso, he tenido más éxito como productor que como cantautor.
KE: ¿Tienes el sueño de llenar el Auditorio Nacional?  
LL: No sé. Me gustaría mucho llegar a mi casa, y al otro día del concierto desayunar con mi esposa y mis hijos, y ver juntos el periódico y leer la reseña del concierto del día anterior. Creo que es lo que más me interesa.
KE: ¿Tuviste la intención de meterte a programas como La Academia y Operación Triunfo?
LL: No.
KE: ¿Cuál es tu opinión de esas “fábricas de estrellas”?
LL: No son honestos, totalmente. Son gente que cantan muy bien, tiene muy buena voz, pero son aprovechados por la mercadotecnia. Por ejemplo, un Erasmo Catarino que se ve muy bonachón, buena persona, trabajador, y con talento, pero que al mismo tiempo lo escogieron para conmover a la gente y vender. Al fin y al cabo es una herramienta de la empresa. También es una persona que no es honesta con su trabajo, porque tal vez él, si tuviera la oportunidad de hacer lo que le gusta, no lo realizaría. Por eso, yo no lo haría, por la honestidad que tengo conmigo mismo. Prefiero hacer música todos los días y dormirme tranquilo, que estar atado y que me digan qué tengo que cantar. (…) Para mi vale más ser reconocido que conocido, pero también para ser reconocido tienes que ser conocido, y debes de ser muy inteligente para saber la manera en la que te das a conocer. No me considero un cantante con una excelente voz, pero sí una opción. Me considero una persona que trata de ser lo más honesto que pueda, con las influencias que tenga, y trato de ser una opción. De juntar mi voz a la música y hacer un solo sonido.
KE: ¿Le llegaste a poner nombre a tus guitarras?
LL: A todas. Camila, porque fue la primera que me compré con mi dinero. Entonces, siempre quise que mi hija se llamara Camila, y como no tengo hijos, por mientras la guitarra. Bartola, porque se me chiqueaba mucho esa guitarra, por tonta. Es de 12 cuerdas y para afinarla necesitas como media hora. Elena, porque me la regaló Elena Poniatowska. Y el bajo, Juventino, porque tengo un amigo que se llama así, nomás en su honor. Cada instrumento es muy especial, cada uno tiene su lugar. He tenido guitarras muy buenas, pero no nos entendemos.
KE: ¿A poco?
LL: Son locuras mías, pero uno como músico se entiende. Con Elena me acomodo muchísimo, y esa está en mi casa, veo el noticiero y como con ella.
KE: ¿Si pudieras vivir la vida de un artista por 24 horas, de quién sería?
LL: Del vocalista de Buena Vista Social Club, unos cubanos.
KE: ¿Cómo fue el apoyo de tus papás?
LL: Incondicional, 100 por ciento. Mi papá es una persona muy culta, cuando se muera siempre lo voy a recordar leyendo, escuchando música clásica y con su mano como si dirigiera una orquesta sinfónica en la sala de la casa.
KE: ¿Se realiza contigo?
LL: Tal vez.
KE: Cuando estabas en la Sinfónica de Tlaxcala le ha de haber dado más orgullo que cuando nombraron a tu hermano Javier como secretario del Trabajo.
LL: Creo que diferente, pero fíjate que gran parte de ser violinista fue por él, le fascinó la idea de que fuera violinista.
KE: ¿Y en Navidad o reuniones familiares pones ambiente?
LL: Fíjate que no. En Navidad, en mi casa, hay mucho sentimiento, no hay mucho glamour.  
KE: ¿Cómo es tu relación con tu hermano Javier, el más reconocido de los Lozano? ¿Has recibido apoyo de él?
LL: Hasta ahorita, hay mucha gente que me habla para felicitarme por el nombramiento de Javier, y yo lo único que les digo es “gracias” en su nombre, pero yo no moví ni un dedo para que él estuviera ahí.
KE: ¿Te hablan para que los conectes con él y les consiga chamba?
LL: Sí, claro.
KE: ¿Qué les dices?
LL: De repente te encuentras a gente que se entera por el apellido. Les digo que realmente no tengo nada que ver, él tiene su lugar, otra vida, pero no puedo hacer nada. Lo admiro mucho, pero intervenir para alguien con él, ni por mí lo hiciera.
KE: ¿Por ti no? 
LL: Porque no me falta nada. Lo poco que tengo ha sido suficiente para el momento en el que estoy, soy feliz.

 

 


 
 
Todos los Columnistas