Daniel Zazueta / Agencia Reforma
El Tri Sub 20 vivió un déjà vu en
el atardecer del Lago Ontario.
La Selección Mexicana hizo recordar ayer a aquella que ganó
el Mundial de Perú hace dos años, con la misma solidez y hambre
de triunfo que ahora le aseguró la clasificación a la segunda ronda,
al vencer 2-1 a Portugal.
Igual que en el primer partido, a México le costó acoplarse a la cancha
del Estadio Nacional de esta ciudad, pero los segundos tiempos les sientan
bien, pues fue ahí donde se confirmó el liderato del Grupo C.
Renato, el encargado de la marca personal sobre Giovani dos
Santos, falló en la hora buena, al jalarlo dentro del área al minuto 46
y obligar a que el árbitro Howard Webb marcara la pena máxima.
Ya antes, “Gio” se lo había llevado, al 35’, pero su vistosa
conducción terminó en un centro que Efraín Juárez mandó
apenas arriba del travesaño.
Dos Santos cobró raso y a la izquierda del cancerbero luso,
Rui Patricio.
El juego comenzó con ambas escuadras peleando en el medio
campo, moviendo el balón a ras del pasto artificial, un poco
húmedo, por la llovizna previa, con mucha velocidad y gambetas
por parte de los portugueses.
Pese a la lucha, no hubo una llegada real de peligro en
ambos extremos durante la primera media hora. A César
Villaluz le costaba mucho acomodarse para desbordar,
mientras que los embates de Bruno Gama se estrellaban en
los zagueros mexicanos.
El rival, que vistió de blanco, apenas pudo mandar un
disparo de Fabio Coentrao, al 37’.
Tras el primer tanto de los mexicanos, Portugal apretó un
poco, empujado por su gente, que era mayoría en el inmueble.
Al 60’, una chilena de Guedes pasó apenas por encima.
Pero la costumbre iniciada el lunes, indica que al menos
un gol debe venir desde la banca.
Pablo Barrera entró al 63’, y tres minutos después aprovechó
para meterse al área y clavar el balón, al ver que Julio César
Domínguez se metía hasta el fondo y le daba el pase.
La insistencia de los lusos acortó distancias ya sobre
la hora, al demostrar Antunes que la fortaleza de
su selección era con pelota detenida, haciendo inútil
el lance de Alfonso Blanco.
Los últimos minutos fueron cardiacos, con el
rival volcado encima, y con los nacionales tratando
de manejar el balón hasta que llegó el silbatazo
que hizo celebrar.