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Visitarán Marín y
Calderón Huauchinango
Exigen poblanos fuentes de trabajo; se desintegran las familias en las comunidades rurales porque ya son más los que persiguen el llamado ‘sueño americano’, huyendo de la marginación extrema
Francisco R. Zarate / Huauchinango
Mientras los habitantes de la Sierra Norte poblana padecen en carne propia la miseria y sobreviven apenas de milagro, hoy estará aquí en Huauchinango el gobernador Mario Marín Torres para inaugurar, al lado del presidente Felipe Calderón, un nuevo tramo de la autopista México-Tuxpan, donde, paradójicamente, se invierten cinco mil millones de pesos.
Las penurias en esta olvidada región propician que cada vez más varones abandonen las comunidades rurales huyendo de la marginación extrema, dejando atrás a sus familias, como es el caso de la señora Silveria Gregorio, madre de dos hijos, cuyo esposo, Jorge Méndez Maldonado, tuvo que irse a trabajar a Estados Unidos, al no encontrar empleo aquí.
“Yo no quería, pero juntó su dinerito y se fue, porque decía que no quería matar de hambre a sus hijos”, expresa Silveria, con ojos húmedos por la tristeza y la nostalgia, mientras observa a sus dos pequeños, Pablito de nueve años y Fabiola, de apenas tres, quienes viven en una pequeña casita en Nopala, comunidad a escasos veinte kilómetros de esta cabecera municipal.
Refiere que su marido a veces trabajaba como albañil por 600 pesos a la semana, y otras veces se alquilaba como peón, por sesenta pesos por jornal, en empleos que “a veces fallaban”, por eso decidió migrar el 29 de diciembre del año pasado junto con otros vecinos.
Sólo en Huauchinango se estima que de las 38 comunidades, 24 son de alta marginalidad, como son los casos de Tepetzintla, Ixhuacatla, Alcececa, Tlalmaya, Cuacuila y Xaltepec, donde sólo hay mujeres, pues los hombres tuvieron que migrar a otros estados o fuera del país, para encontrar trabajo con una remuneración decente.
El caso anterior lo sufren miles de familias que van desintegrándose paulatinamente por el factor desempleo, a grado tal que organismos como el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) analizan con preocupación las estadísticas y reportan cifras de terror: hasta seis de cada 10 poblanos viven debajo de la línea de pobreza.
Dice el estudio que el nivel de pauperismo que se vive en Puebla es tal que tres de cada 10 habitantes viven prácticamente en la indigencia, ya que no cuentan con la capacidad económica para poder obtener una canasta básica: “aun si se hiciera uso de todo el ingreso disponible en el hogar en comprar sólo los bienes de dicha canasta”; es decir, que se ubican en el rango más de alto de pobreza, el de pobreza alimentaria.
La cosa no termina ahí, entre los 85 municipios que presentan indicadores de pobreza alimentaria mayor al 60 por ciento de su población —el doble de la media estatal y casi cuatro veces la nacional—, y de muy alto rezago social, destacan los enclavados en la sierra norte poblana.
La pobreza y el rezago social es una historia que se conoce en todas las regiones de la geografía poblana y no deja lugar a dudas: en el estado viven 3 millones de 174 mil poblanos, quienes por sus paupérrimas condiciones económicas se ubican debajo de la línea de pobreza.
Aún así, el gobernador Mario Marín, parece emular a famoso personaje político al aplicar ese mal dicho que reza: “ni los veo, ni los oigo”, y viene a la Sierra Norte de Puebla, a parodiar las cuentas alegres de su ‘preciosa’ administración, a presumir su suerte de codearse con el Jefe del Ejecutivo Federal y a insultar con fantasías la realidad de miseria y pobreza extrema que prevalecen en esta abandonada región.
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