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Pudor, ¿pa’ qué te quiero?
Pavimentan el zócalo capitalino con desnudos; Tunick impone récord en México
Edmundo Velázquez / Enviado / Ciudad de México
Al grito de “¡fuera ropa!” 20 mil mexicanos abarrotaron el zócalo de la ciudad de México para que la cámara de Spencer Tunick los fotografiara desnudos.
De todas las tallas, colores de piel, de ambos sexos y diversas orientaciones sexuales, a los mexicanos quienes asistieron ayer por la mañana se les olvidó el pudor para aparecer sobre la Plaza de la Constitución “como Dios los trajo al mundo”.
A las 4:30 de la madrugada, se notó un tráfico inusual en el Eje Uno Norte de la capital mexicana. Las calles de Palma y Madero fueron cercadas y así los asistentes completaron el registro, y otros más aprovecharon e improvisaron para su primer desnudo artístico grupal.
El acceso principal en la calle de Madero se duplicó en cada esquina. A cuentagotas comenzó a entrar la gente hasta que fueron cerradas todas las arterias del primer cuadro de la ciudad.
Poco antes de las cinco de la madrugada, la única entrada fue Madero y provocó molestias entre los participantes; algunos de ellos habían llegado vestidos sólo con bata de baño o la típica gabardina del exhibicionista. Eso sí, todos con su hoja de registro en mano para pasar.
En la esquina de Madero y Zócalo, los participantes comenzaron a formarse en filas que llegaron —en forma de escuadra— desde el Hotel Majestic hasta la calle 20 de Noviembre. El nerviosismo y el sueño hicieron lo propio ya que algunos corrieron al baño, y otros más terminaron recostados sobre el arroyo vehicular o acurrucados entre sus amigos.
A las 6:30 de la mañana en punto se escuchó la voz de Spencer Tunick desde el centro de la plancha del zócalo. “¡Buenos días México!”, dijo en su poco articulado español. Un traductor le hizo segunda mientras seguía formándose gente.
“¡Pinches huevones!”, les gritaban los madrugadores en coro. Unos más comenzaron a corear la porra de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), hasta que el fotógrafo retomó la palabra. A la par el equipo de logística seguía haciéndose bolas con megáfonos baratos que apenas y se escuchaban.
El fotógrafo dio las instrucciones básicas:
“¡Tienen que quedar totalmente desnudos. No joyería. No calcetines. No zapatos!”, repetía el traductor luego de que Tunick explicaba en inglés. La primera pose, la figura A, apareció en una lona gigante montada en la fachada del Hotel Majestic. Simplemente los modelos debían de estar de pie y mirando hacia el hotel.
En punto de las siete dio la orden: “¡México…! ¿Están listos? ¡Ya!”, gritó el fotógrafo en inglés. Su traductor se limitó a un “¡Fuera ropa!”.
Camisas, playeras, faldas, sudaderas, zapatos, chanclas… todo fue retirado como un estorbo. Ansiosos y sin prestar mucha atención al vecino, los asistentes comenzaron a quitarse la vestimenta y a colocarla en una bolsa de plástico.
Cuando se descubrieron uno a otro desnudos ya el pudor era lo de menos. Comenzaron a gritar a los mirones que veían desde balcones y azoteas: “¡Que se encuere! ¡Que se encuere!”. En el balcón del Majestic una mujer optó por mostrar sus senos en reciprocidad y fue vitoreada por la bola de encuerados.
“¡A la cola! ¡¿Cuál de todas?!”
La orden fue que cada desnudista se ubicara sobre una laja de la plancha. Esa fue la medida para calcular a los participantes. Desde la esquina de Madero hasta la entrada al metro Zócalo, la plaza de la Constitución estaba repleta. Lo único que faltó fue la bandera mexicana para cobijar el frío que comenzaban a sentir los desnudos.
La primera pose se siguió a cabalidad entre bromas de los asistentes. Poco les importó la advertencia de Tunick: “Por favor, ninguna celebración, ninguna broma. Ésta es una celebración interna”.
Una serie de muchachos llegaron algo tarde e intentaron colocarse en la formación:
—¡A la cola! —Gritaron los puntuales.
—¿Cuál de todas? —Preguntó en son de broma uno de ellos y provocó más carcajadas.
Ya sin pena, uno que otro hombre husmeaba con sus compañeras. Revisaba a las asistentes y de paso se comparaba con sus afines, pero en general poco importaron las autoestimas y los egos.
Cero poses
El fotógrafo explicó previamente que los modelos seguirían tres poses básicas para una primera toma en la plancha. Los asistentes correrían a la calle 20 de Noviembre para abarrotarla, y al final dijo que llevaría a cabo una sorpresa.
Todos debían mirar al Hotel Majestic. Colocar los brazos a los lados y después dar un saludo a la bandera mexicana. Después vino la posición B. Sobre la helada piedra se recostaron con la cabeza en dirección al asta bandera para simular un sol. A continuación se pidió que, viendo hacia la Catedral, los modelos se colocaran en posición fetal.
Las suspicacias no faltaron: “¡Ay wey! ¡A ver, haz una cara Hellman’s!”, gritó un participante haciendo mofa del trasero de su vecino. Esta pose fue la más difícil porque el equipo de logística de Tunick lució por su desorganización, y no controlaron a los mexicanos. Seguían las bromas y las carcajadas mientras se alzaban las caras para fisgonear entre el panorama.
Ya acostumbrados a verse entre ellos, los encuerados comenzaron a notar tamaños y formas de los cuerpos. Pero poco importaron los tatuajes, el vello en exceso, las canas, las marcas de nacimiento, las cicatrices, las enfermedades cutáneas; todo se combinó con el polvo de la plaza; y mientras se recostaban sobre sus piernas y rodillas los asistentes empezaban a entender la “celebración interna” que Tunick sugirió momentos atrás. Más de siete minutos permanecieron de tal forma. Algunos comenzaron a recuperar el sueño o lograron un breve trance.
“¡Todos para el Ángel!”
Cuando los asistentes ya se habían convertido en verdaderos zocaleros sin pudor, Tunick pidió que agilizaran el paso a la calle 20 de Noviembre para atiborrarla. El pavimento de piel continuó su marcha entre porras a la UNAM y una catarsis del 2 de julio al son de “¡Voto por voto, casilla por casilla!”, por aquello de que zócalo es territorio del Peje. Unos muchachos comenzaron a gritar “¡E zeta ele ene!, ¡e zeta ele ene!”, pero nadie siguió su furor zapatista.
Aquellos que no quisieron poner tintes políticos prefirieron gritar: “¡México!, ¡México!, ¡México!”, al puro estilo del Mundial México ‘86. La ola tampoco se dejó esperar, y otros más sugirieron caminar hasta el Ángel como en celebración del Tri: “Todos para el Ángel … todos para el Ángel”, gritaban saltando sin importar cómo se movían sus carnes.
“México, creo que en España no están muy contentos”, comentó Tunick por el entusiasmo y el número de asistentes que provocó el aplastante récord mexicano. En Barcelona se congregaron ocho mil asistentes. En ciudad de México se especula que participaron entre 18 mil y 20 mil personas.
Mano izquierda arriba, mano derecha abajo. Mano derecha arriba, mano derecha abajo. De espaladas al zócalo y de frente a él, las indicaciones variaron e incluso los modelos comenzaron a preguntarse entre ellos si el fotógrafo ya se había desesperado ante lo revoltoso de los mexicanos.
La sorpresa anunciada para el final fue una toma donde sólo participaron mujeres en la zona del metro Zócalo. A los hombres se les dieron las gracias y comenzaron a vestirse. Las mujeres posaron por 15minutos más. El ejercicio terminó poco después de las 8:15 con la indicación de que todas se vistieran de nuevo. De repente, el pudor regresó aunque la ropa ya estorbaba. Uno de los modelos gritó al balcón lleno de mirones: “¡Estuvo buena la vista! ¡¿Verda’ cabrones?!”.
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