Se le para…el corazón a los poblanos con Molotov


Se presentó el grupo mexicana en el zócalo


Condones inflados volaban por aquí y por allá, a todo lo largo y ancho del zócalo, los gritos, las porras y los brazos derechos se agitaban gloriando al grupo de rock


Yoandab Cabrera Cruz

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El grupo de rock Molotov prendió la noche de ayer a los chavos poblanos, quienes se dieron cita en la plancha del zócalo capitalino para vivir la euforia que esta banda desata entre la juventud; a esta tocada llegaron morros vestidos de camisas de todos colores, de zapatos cafés o negros y de chamarras de piel.

 

También asistieron aquellos que gustan de vestir jeans, Converse, playera y sudadera. En pocas palabras, el centro de la ciudad de Puebla fue abarrotado por una diversidad de ideologías, de creencias, de gustos, usos y costumbres, pero unidos todos por un grupo, por una sola identidad.


Más de 10 mil chavos poblanos disfrutaron de las rolas de Molotov, fue impresionante el poder de convocatoria del grupo, que ni Andrés Manuel López Obrador, ni Mercedes Sosa o Lila Downs pudieron albergar a tantos poblanos, sobre todo, a ese sector, el más difícil, el de la juventud, al que algunos llaman apático, otros sin identidad ni madurez.


Los árboles que se encuentran en la plancha del zócalo, así como la fuente de San Miguel, los querubines de la catedral, las sogas que sostenían las mantas que cubrían el escenario y hasta éstas mismas fueron secuestradas por los chavos, porque no se querían perder ningún detalle de sus ídolos y buscaban la manera de quedar cerca de ellos, de sentirlos, de olerlos, de tocarlos.


Incluso, algunos morros aseguraron que se escaparon de la escuela para ver a Molotov sin el consentimiento de sus papás. Condones inflados volaban por aquí y por allá, a todo lo largo y ancho del zócalo; los gritos, las porras y los brazos derechos se agitaban gloriando al grupo de rock, con decir que hasta un viejecillo de unos 70 años que vestía chamarra de paño y gorra de pana café presenció el concierto, bailando y tambaleándose de un lado a otro.


Chavos de secundaria, prepa y universidad y hasta más grandecitos compartieron de sus cigarros, de sus cervezas y mota, la adrenalina, así como la euforia, llenaron las almas de los jóvenes presentes que hasta las chavas se quitaron las blusas y los brasieres e intentaron aventarlos al escenario para que los integrantes de Molotov se llevaran un recuerdo de las poblanas. Un chavo se subió a un árbol a más de tres metros de altura, y ahí gritó, cantó y bailó, mientras que las personas que lo miraban desde abajo le gritaban que se aventara.


La emoción empezó a subir de tono cuando Molotov entonó “Voto LatinoQ, y después “Gimme the power”. En el zócalo se escuchó una sola voz, miles de manos se agitaban, al tiempo que las personas bailaban al ritmo de estas rolas, los chavos se identificaron tanto, se clavaron tanto, que perdieron la noción de tiempo, olvidaron sus problemas, se desahogaron: “¡La policía te está extorsionando!, ¡dame, dame, dame todo el poder!, ¡gimme, gimme the power!, ¡viva México cabrones!”.


—¿Ya se cansaron?
—¡No!
—El que no brinque que chingue a su madre.


Pero la verdadera euforia, la verdadera locura, se desbordó en el momento en que Molotov cantó “Me convierto en marciano”, mientras los ahí presentes bailaban slam. Después cantaron “Frijolero”: “Yo ya estoy hasta la madre de que me pongan sombrero… no me llames frijolero pinche gringo puñetero”. Y finalmente, remató con “Puto”, mientras que una chava anglosajona, de las que participa en el Festival Internacional de Puebla se ligaba a un mexicano y le pedía besos y más besos.

 

Cuando Molotov terminó de cantar “Puto”, a la banda poblana le dio por abrirse; algunos ya sin playera abandonaban la plancha del zócalo, otros empapados en sudor y otros más tranquilos deseando y rogando que un evento como éste se vuelva a repetir.



 
 
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