Crónica distante del 18
La III convención del pejismo
Primera de cuatro partes
Jesús A. Castañeda Montes
A André Gorz
Y todos los suicidas del mundo…
In memoriam
I
Veinte minutos después de las nueve de la mañana del domingo…
¿Al Ángel o al Zócalo? Primero al metro. No habrá marcha, al menos no la oficial que debería encabezar el “Presidente legítimo”, pero no hay que perder la esperanza de que alguna se articule.
El punto medio (aproximadamente) entre el Zócalo y el Ángel, para quien se perdió el corredor que va del desafuero a las marchas históricas en contra del fraude pinche y todo lo demás (es decir, contra todo), es Reforma y Juárez, punto que es relativamente cercano Monumento a la Revolución. Y ya va a ser veinte de noviembre, pero antes de eso son las nueve y media de la mañana del 18.
“Cantos jilgueros y zenzontles veo pasar / Pero qué tristes cantan esas avecillas /
Van a Chihuahua a llorar sobre Parral / Donde descansa el general Francisco Villa.” Sin pedirlo, el microbusero que me llevó al metro General Anaya puso el soundtrack del día (o del mes).
Así nos fuimos, con La tumba de Villa y otras canciones interpretadas por Antonio Aguilar, quien también ya descansa en su propia tumba.
Los que no descansamos somos quienes seguimos en esto de marchas históricas que ¡están en peligro de extensión!
En lo que llega el metro, llaman mi atención varios microbuses que están entre la estación General Anaya y el CNA, como esperando algo o “alguienes”.
Hasta donde alcanzo a ver, no se trata de microbuses del sitio. Mmh. Pero un poco después, el metro llegó y avanzó, y al dejar atrás a los microbuses ya era visible qué ruta tenían: CND. Sin embargo, no sé si en nuestra “despedida” los operativos del “acarreo consciente” nos miraban como si fuésemos avecillas dirigiéndose a un funeral. No, creo que no. Aclaro por qué: no nos veían, creo que nos ignoraban.
Pero no sólo eso, el funeral fue en agosto (ver la “Crónica de balbuceos y berridos”, agosto-septiembre de 2007).
El viaje ha sido rápido. No sólo éste, sino también el que iniciamos desde hace más de un año. Y pues nuestros viajes ahora los hacemos por la azul, ya casi no por la verde, porque Tlalpan invita al voyeurismo (el metro no va bajo tierra), y algo se ve.
¿Ven? Otro contingente más numeroso. Son Panchos Villas (mes de la Revolución). ¿Dónde se concentraron los Villas? En la estación Villa… de Cortés. ¡Qué creativos! Pero no sólo por fuera se puede ver, también por dentro.
En el vagón del metro hay un anuncio de un libro sobre la Constitución del D.F. El libro lo compendia Alejandro Rojas Díaz-Durán, pero más que anuncio de libro, parece plataforma de campaña.
De cualquier forma, él nos invita a que lo contactemos a través de un correo electrónico, mismo que apunto.
Digo, así le mando esto (la “Crónica distante del 18”), máxime si es protagonista (o tan protagónico).
La estación del metro Zócalo, a diferencia de otras fechas históricas del lópezobradorismo, está abierta. Yo me fui de largo, otra vez por partida doble: no me bajé aquí y… terminé encima de una señora obesa (que funcionó como un excelente amortiguador) en virtud de la primera ley de Newton, cuando quien conducía el metro dio un frenón que parecía reversa. Pura inercia.
Y sí, porque ya en la calle hay que buscar una pinche marcha histórica, una sola, así sea así: muy pinche.
Camino al Monumento a la Revolución, donde supuse que algunos podrían haberla iniciado, corté por una callecita “tenebrosa” llena de hoteles. Mas no me pasó nada. Sí vi pasar a contingentes, de entre diez y veinte personas, pero no more. Parece que es mejor dirigirse ya al Zócalo, ¡son las diez y media!
La mañana ya se está yendo... No hubo marcha histórica, pero aún así no desperdicié el amanecer: pisé la Plaza de la República (priísta).
II
Si porque me ven polainas
Piensan que soy militar
Yo soy puro garrotero…
La rielera
Veinte antes de las once…
La cuenta progresiva… Uy, aquí ya hay congestionamiento, pero no puedo decir que se trate de una marcha, porque parece que ya ni para una pinche marcha histórica nos alcanza. ¡Qué bárbaro! ¡Qué bajo caímos!... ¿Caímos?
A ver, dejen pasar. Hasta parecen extranjeros, no me entienden. Con permiso…
Excuse me. Mira, parece que sí son extranjeros. Allá está el Cinemex Real, ahí en
Balderas. Sí, con mi lente clarito se lee en letra chiquita (comparada con la de Cinemex):
Real. Allá está el cine y ahí estuve ayer en la noche, veinte ante de las ocho, es decir, a las siete cuarenta.
“La Victoria es tuya…”, dijo Alejandro Fernández al iniciar la tanda de comerciales que se sucedieron antes de la exhibición de la Derrota. La Victoria se refería a una cerveza, pero en la derrota que se presentó como “Fraude: México 2006” el personaje central fue un borracho (de poder): Andrés Manuel López Obrador.
La sala en cuestión, ni muy grande ni muy chica, era la cuatro. En un ejercicio neurótico, conté inteligentemente (multiplicando) y resultó que la sala, ni muy grande ni muy chica, tenía capacidad para albergar a casi 200 personas. Antes de que la intensidad de luz (quizá de sodio) empezara a disminuir para dar inicio a los comerciales (que fueron un chingo), dentro de los cuales hubo uno de la Secretaría de Energía del gobierno federal, había alrededor de 50 personas. Más adelante, cuando se terminaron los comerciales y empezaron los promocionales de algunas movies (que no eran un chingo, pero sí insoportables después de que nos recomendaron de un tirón tomar leche, comer arroz, tomar té, llegarle al chocolate, comprar un USB y no caer en el alcoholismo – siendo que lo primero fue el anuncio de la Victoria-), la sala se llenó poco más de su 50 por ciento de capacidad. Yo casi me salía, ya que el mentado documental no empezaba.
Pero me quedé. Apareció una imagen del Zócalo en 2006. Y ahí ni con lentes pude identificarme. Pensé que con un espejo sí iba a poder; ya casi le pedía uno a alguna de las mujeres que estaban a mi alrededor, pero no había luz, excepto la del documental (¿?) de Mandoki y Arreola asociados. Pero como ésta no era mucha…
Ya brinqué de párrafo y se me olvidó (por estar pensando en mí) un crédito. El documental inicia con dos citas, una de Elena Poniatowska y la otra de Fernando del Paso. Como ya estamos entre gente verdaderamente grande, debo decir que aparece un Chaplin legítimo. Si ven el documental (¿?), ahí me avisan porque a mí me pareció que López Obrador caminaba como Charlot. No dudemos que ya sea un gran actor: estamos ante la obra de un gran director de cine, ¿no?
“La historia se repite”, dice nuestro Charlot. ¿En serio?
Chaplin nunca fue a Hollywood a maquilar (dicho esto con todo respeto para los trabajadores –en su mayoría mujeres- de la maquila) películas, y la única maquila que conoció fue actuada (en Tiempos modernos). Tampoco fue en una época decadente, ni quiso salir de la decadencia de la decadencia yendo a un país del “Tercer mundo” para ver a qué político sanguijuela se le pegaba como ídem, y así regresar triunfante –si aquél verdaderamente triunfaba en las elecciones después de la epopeya que inició con el desafuero- a un lugar en donde realmente nunca triunfó (que no es el caso de Chaplin, por supuesto).
¿Pero por qué se repite la historia?
Bueno, López Obrador y Cía. nos creen tontos; es decir, nos explican con manzanas: recuerdan 1988 y el fraude de ese año. Ojo: se refieren exclusivamente a la elección presidencial, porque no hacen más referencia que a Salinas de Gortari y Cuauhtémoc Cárdenas.
Es decir, parece que en 1988, al igual que en 2006, el fraude sólo se realizó en la elección presidencial y no en las elecciones de legisladores. ¿Entonces la historia sí se repite? No, al menos no ésta.
En 1988 el fraude, que sí fue, ocurrió en todo el proceso.
Está en la memoria de algunos, por ejemplo, la imagen elocuente del actual alcalde de Acapulco, Félix Salgado Macedonio, con los costales de boletas quemadas que llevó hasta San Lázaro.
Esa imagen fue, durante sus primeros años de existencia, la presentación de los documentales del Canal 6 de Julio. El segundo documental de este canal fue, precisamente, “Crónica de fraude”.
Éste fue el primer documental sobre un fraude electoral (si hubo otro antes, de fraudes que el PRI le hizo al PAN o algún partido de izquierda –PCM, PMT, PSUM, PMS, PRT-, lo desconozco, pero estoy dispuesto a rectificar si es el caso y me pasan el dato) en México al menos.
Pero este otro, es decir, Luis Mandoki, sigue “creyendo” que es el primero. Y la semana que acaba de terminar hoy, antes del estreno de su documental (¿?), declaró al periódico que dirige hasta el fin de los tiempos Carmen Lira, La Jornada, que él ha hecho el primer documental (¿?) sobre un fraude electoral… ¡en el mundo! (los signos de exclamación son míos… y los de interrogación también).
¿Qué credibilidad puede tener un hacedor de documentales que miente con tal descaro? Pues ninguna, pero aún así fui al cine y no abandoné la sala. Es más, tomé muchas notas.
“18 años después”, es la leyenda que aparece antes de una imagen donde a un lado de López Obrador se encuentra ni más ni menos que Marcelo Ebrad. Parece que los tontos son otros, es decir, ellos. ¿Dónde estaba Ebrad hace 19 años y los seis posteriores que abarcaron el sexenio de Carlos Salinas de Gortari? (Además, en esa imagen Ebrad aparece riéndose ¿cínicamente?)
Una voz inolvidable, la del doctor Salvador Allende, sigue a la voz de nuestro Charlot.
Y pues los oídos inocentes lópezobradoristas prestan atención, creo que sin entender el abismo que existe entre Salvador Allende, socialista democrático, y Andrés López Obrador, un político sanguijuela del priísmo corporativista.
Después de la introducción histórica, pasan a la historia más inmediata, y esto implica chutarse algo de lo que fue la carta de presentación de Mandoki como neo lópezobradorista: ¿Quién es el señor López? Hace su aparición la versión lópezobradorista de los videoescándalos.
“No soy un cínico”, dice por ahí López Obrador. Y se lo dice a Mandoki. Éste no dice nada, todavía, pero hace más de un año dijo que él le había preguntado a Amlo si realmente no sabía nada de Ponce y Bejarano, con un “la neta, Andrés”, a lo que Amlo contestó que no (ver la “Crónica de la marcha pasada”, 15 de julio de 2006). Pero en fin.
Continuará
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