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Perciben a México como país racista

 

En entrevista, el autor mexicano de origen catalán Jordi Soler desmitifica la idea de una nación mexicana plural e incluyente

 

Carlos Rubio / Agencia Reforma

 

Dice el escritor Jordi Soler que la idea de que México es un país plural y abierto es un mito, porque en su opinión hay una gran discriminación y es, en los hechos, un país muy racista.


"Siempre me ha inquietado que en México, si se nace blanco y de una familia con cierta posición, puedes llegar a ser Presidente de la República; pero si naces moreno, bajito y hablas mal español, probablemente nunca llegues a nada, algo que me parece una injusticia", afirma en entrevista.


Soler (1963) agrega que la vida en un universo cargado por esos males y prejuicios, fue el punto de partida de su más reciente novela, La última hora del último día, obra que acaba de publicar en España bajo el sello editorial RBA.


Nacido en una familia de origen catalán, Soler recurre a su infancia para dar forma al relato de su nueva novela, tema que tiene poco que ver con su obra anterior, Los rojos de ultramar, aunque rescata el mismo paisaje de la provincia veracruzana de sus orígenes y aparecen los mismos personajes.


"Pero no es una secuela, sino otra historia que parte del mismo escenario. Y es un ejercicio para entender aquel mundo que ahora me parece raro y que era el mundo normal en mi niñez, cuando convivía con esa tribu de exiliados que era mi familia en medio de un contexto selvático en Veracruz", precisa el autor.


Soler explica que aunque a sus abuelos catalanes les preocupaba mucho el prójimo y hacían mucho por ayudar a las personas, la gente del pueblo al final sentía incomprensión y estaban pendientes de ver el momento en que podían hacerles alguna maldad.


"Nosotros, que estábamos ahí de paso, finalmente éramos los invasores que un día nos íbamos a ir, dejando que nuestra casa acabara cubierta por la selva, como ha pasado en efecto y como explico en mi novela", señala.


En este sentido, Soler recuerda a Marianne, uno de los personajes centrales de La última hora del último día.


"Marianne encarna el fracaso de los exiliados que quisieron hacerse de una vida y vivir normalmente en un país sin conseguirlo. Ella fue la primera hija mexicana de esa tribu de exiliados en esa zona específica de Veracruz, y cuando nació todos pusieron su esperanza en ella, porque representaba la evidencia de que todo marchaba bien. Pero resulta que esta niña, a los tres años, se vuelve loca. Y esa es una metáfora terrible de aquella tribu, porque significó un signo clarísimo de que todo se había torcido".


Soler destaca que en La última hora del último día ha tratado de explorar y profundizar en las razones de la incomprensión que, asegura, existe entre España y México, dos países que en su opinión deberían ser muy importantes el uno para el otro.


"España se hizo imperio en México, pero hace poco leí una encuesta en la que se afirmaba que a los latinoamericanos que más quieren los españoles es a los argentinos, cosa que me pareció cuando menos curiosa", dice.


Para el autor, el hecho de haberse trasladado a Barcelona, ciudad en la que actualmente reside, ha representado una cuestión decisiva en la escritura de sus dos últimas obras.


"La prueba es que he escrito dos libros sobre ese tema fuera de México, donde nunca se me ocurrió hacerlo. Y es verdad que cuando éramos niños, aunque vivíamos en Veracruz, era como estar en Cataluña, porque nos hablaban en catalán y el objeto de deseo de mi familia era Barcelona, una ciudad a la que no se podía volver nunca porque cuando era niño Franco vivía y mi familia no podía regresar", indica Soler, quien asume que pese a ser mexicano, siempre ha sentido muy de cerca sus raíces catalanas.


Y si bien muchos elementos de esta novela están basados en hechos reales, el autor aclara que ha tenido que inventar otros para convertir el relato en una novela.


"Encuentro que las historias pueden contarse mejor cuando las montas en la frecuencia de la ficción, porque ahí tienes oportunidad de ordenar los acontecimientos a tu gusto y escribir con cierto suspense y tempo. Por otra parte, yo creo mucho en el poder memorístico de las novelas, que contribuyen muchísimo a conocer la historia", subraya.


Sin embargo, Soler se desmarca rotundamente de la corriente hoy en boga de novelas histórico-esotéricas, ya que su preocupación central es, puntualiza, el lenguaje.


"Hay en mis libros un empeño porque la proeza tenga una música, un ritmo, un estilo, que he ido cultivando a lo largo de mis otras novelas, de manera que hay una ambición literaria, sobre todo. Más que contar lo que cuento me importa de qué forma lo cuento", destaca.


 

 

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