Selena, una víctima del cura Severiano


Cambió de iglesia para que el cura ya no le coqueteara ni la incomodara


Se juntó a los 14 años con su novio y cuando lo abandonó, el hoy exsacerdote de Atoyatempan le ordenó que nadie más le tocara los labios y que lo visitara cuando quisiera para que él la consolara. Ella es Selena y es testigo de la inclinación de Severiano Méndez para flirtear con las adolescentes del pueblo


Selene Ríos Andraca / Atoyatempan / Enviada Especial

 

 

A Selena le molestó y le espantó que el cura Severiano Méndez Hernández la chuleara, mientras ella confesaba sus pecados en la iglesia de San Salvador en Atoyatempan.

 

A Selena, el padre acusado de pederastia y exorcismo le prohibió que otros labios la tocaran, le exigió exclusividad sobre su boca. Selena, de 15 años de edad, se puso nerviosa cuando el sacerdote le dijo que lo visitara para que él la consolara. Selena concluyó la confesión cuando el hoy expárroco le dijo que se veía más bonita con el cabello largo y oscuro.


Pero la reacción de Selena no fue correr al Ministerio Público ni con sus padres para acusar a Severiano Méndez, expulsado de su parroquia en Atoyatempan el lunes pasado, después de que una veintena de personas lo acusaran ante la Arquidiócesis de Puebla por prácticas exorcistas y por abusar de jovencitas menores de edad. No, la reacción de ella fue simple: cambiar de iglesia para las confesiones.


Hasta el momento, la Procuraduría General de Justicia (PGJ) no tiene el registro de una sola denuncia por abuso o por acoso de parte de Severiano Méndez, quien hace unos meses cumplió tres años de oficiar misas en Atoyatempan.


En entrevista exclusiva con Cambio, Selena relató su experiencia con el párroco Severiano. No, la adolescente no considera al padre un pederasta, para ella solamente es libidinoso, morboso y a veces hasta coqueto.


Aunque el relato de Selena evidencia claramente el acoso de parte del sacerdote. Un ejemplo claro del actuar de Severiano Méndez.


Todo sucedió hace unos meses. En plena Semana Santa. Cuando los habitantes del pueblo recorren las calles de Atoyatempan representando la pasión de Cristo, la cual termina en una cruz en el atrio de la iglesia.


Ese día, Severiano Méndez anunció que las confesiones eran obligatorias, por lo que los católicos de Atoyatempan acudieron a la iglesia y esperaron su turno para pasar al confesionario a que el sacerdote los liberara de todos sus pecados.


Selena se sentó junto al padre para relatarle sus pecados, sin embargo, Severiano Méndez no la escuchó. La observó un rato detenidamente y cuando ella contaba episodios de su vida, el sacerdote la tomó de las manos y le reclamó el corte de cabello.


“Me decía que por qué me había pintado y cortado mi pelo, lo traía yo más largo y de otro color, que me veía más bonita. Me reclamó”, dijo la jovencita que ahora luce el cabello sobre los hombros y de un tono rojizo desgastado.


La niña de 15 años de edad le confesó al sacerdote que había abandonado a su novio, con quien estableció una relación de unión libre un año atrás, y en respuesta, el párroco Severiano le ordenó: “No quiero que te toquen tus labios.”


Pero no sólo eso. Hernández Méndez también le pidió que cuando se sintiera triste o tuviera algún problema lo buscara para que platicaran a solas de la situación, para que él la consolara.


“Y me dijo que… lo que pasa es que había yo dejado a mi novio, y me dijo que no quería que nadie me tocara mis labios (…) Que nadie me besara y que cuando tuviera un problema platicara yo a solas para desahogarme.”


En seguida, Selena le quitó las manos de las suyas al sacerdote y se comenzó a reír. Desde ese día, la adolescente se confiesa domingo a domingo en la iglesia de Ahuatepec, “ahí el padre es más comprensivo”.


—Cuéntame tu experiencia con el padre.

 

—Fue en la representación de la pasión de Cristo.


—¿En este año?


—Sí. Nos dijo que era obligatorio confesarse y entonces, nos fuimos a confesar, yo, varias muchachas y varios muchachos. Nos fuimos y me tocaba por número.


—¿Qué número te tocó?


—No me acuerdo, creo que el 11. Ya me tocó confesarme y le platiqué mis pecados, y ya se salió del tema y me comenzó a tocar mis manos, a acariciarlas. Me decía que porqué me había pintado y cortado mi pelo, lo traía yo más largo y de otro color, que me veía más bonita. Me reclamó. Nomás, me reí del padre y le quité mis manos. Ya me había yo casado y me dijo que no quería que nadie más me tocara mis labios. Y que cuando tuviera un problema me fuera a verlo.


—¿ O sea?


—Yo ya nunca volví.


—¿Cuando te cambió el tema, de qué comenzó a hablar?


—De eso. De que porqué me corté el cabello, de que me veía mejor antes.


—¿Tú estabas contándole tus pecados y el padre comenzó a decirte esas cosas?


—Sí, así.


—¿Te hizo sentir algo raro?


—Sí, me hizo sentir incómoda y le dejé de contar mis pecados. Y pues, ya me dijo que me podía ir con Dios. Y me dijo que… lo que pasa es que había yo dejado a mi novio, y me dijo que no quería que nadie me tocara mis labios.


—¿Qué nadie te tocara los labios? ¿Es decir, que no te consiguieras otro novio?


—Ajá. Que nadie me besara y que cuando tuviera un problema platicara yo a solas para desahogarme.


—¿Qué edad tenías?


—15 años.


—¿Y a qué edad te juntaste?


—A los 14.


—¿Te dijo algo el padre de tu relación?

 

—De eso nada.


—¿Nunca te preguntó algo sobre sexo o relaciones sexuales?


—No, nada.


—¿Lo volviste a ver?

 

—No, ya no. Me confieso ahora en Ahuatepec.

 

 

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