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Pericles Olivares
Espero publicar para el fin de año mi primer libro. Tentativamente se llamaría La gobernabilidad en México, contiene historia, ideas políticas al respecto, y analiza algunos casos concretos del país. Estoy trabajando en él; aún no tengo definida la editorial porque si algo aprendí en el Congreso del Estado, cuando fui diputado, fue que si quieres lograr algo tienes que partir de certidumbres, de cosas concretas.
Mario Marín y yo nos conocemos desde hace muchos años, fuimos contemporáneos en la universidad, pero él es el gobernador, y yo, secretario de su gabinete. Mi relación con él es de respeto en el trabajo, y de afecto en lo personal, sin que esto implique llevar las cosas por planos indebidos, porque el trabajo es el trabajo.
Debiéramos entender el poder no como obsesión o como carrera desesperada hacia ser y tener, sino como un instrumento para lograr beneficios para todos. Qué triste buscar el deleite personal, atesorar, a costa del sacrificio de los demás, cuando hay quienes no tienen ni la oportunidad para una tortilla. Es difícil remediar lo de todos, pero hay que hacer la lucha, y se tiene que hacer desde el poder, porque desde abajo no se puede.
Creo en la solidaridad, el respeto, la honestidad, la sinceridad, el amor y en Dios; aunque no acudo a la iglesia regularmente, soy creyente.
Soy acrofóbico: le tengo miedo a las alturas. Concretamente los vuelos en avión o helicóptero no son mi fuerte. He tenido oportunidad de hacer viajes largos de 12 ó 13 horas, y ¡no sabes!, es una sensación muy compleja.
Mi padre fue un luchador contra la injusticia, en todas sus facetas: moral, legal, social, económica. Gracias a lo que él me enseñó soy una persona más propositiva, más productiva y menos apegada a la ambición por lo material.
Mi padre fue profesor de educación primaria durante 47 años, líder campesino, dirigente magisterial y escribió dos libros. Fue un hombre que vivió intensamente en todos los sentidos, y que murió con 20 pesos en la cartera y una casa pequeña, producto de su trabajo.
Si uno quiere una participación social, y algún liderazgo, no para obtener bienes materiales, sino llenarte de algo más importante, tienes que aprender de todos, yo aprendo del señor que le da grasa a mis zapatos, de mis maestros, de los editorialistas. De todos aprendo todos los días. Soy muy observador.
Veo la muerte con mucha serenidad; entiendo el ciclo: vivir y morir, y porque lo comprendo busco vivir intensamente. Lo que no quiere decir que me proyecte en un tobogán a toda velocidad para estrellarme al final del mismo.
Le dedico todo el tiempo al trabajo y a veces no veo a mi familia como debiera, pero entra uno en una dinámica de contradicción: uno quisiera pero a veces la responsabilidad no lo permite; yo creo que eso es el reclamo que mis hijos tienen hacia mi trabajo, pero por otro lado se sienten satisfechos de que su papá pueda hacer cosas que trasciendan a la sociedad. Ya son jóvenes, ya se puede discurrir con ellos de otro tipo de cosas, el más pequeño está en preparatoria y la más grande es abogada.
Sin novedad en el frente, de Erich María Remarque, es la lectura que más enseñanzas me da dejado: es una novela que, en el contexto de la guerra, dimensiona al ser humano con todas sus pasiones, sus miedos y sus actuares. Aunque fundamentalmente leo sobre política, editorialistas y columnistas de periódicos.
Soy arrebatado y apasionado y necesito fijarme un autocontrol, que me cuesta mucho trabajo: quiero hablar, decir, pero a veces tengo que meter el freno. Duermo poco y de repente siento el peso de ello, no hago ejercicio como debiera, ésos son algunos de mis defectos.
Me encanta viajar, aunque no puedo hacerlo con la frecuencia que quisiera, me gusta salir con la familia, leer, oír música, ir al cine y caminar; podría caminar muchos kilómetros sin cansarme. No como los deportistas de las olimpiadas porque no practico metódicamente.
Para mí la comida es un larguísimo camino hacia el postre, decía un amigo, y yo adopté la frase. Soy muy comelón, por estos días estoy a dieta y ya bajé seis kilos. Me gustan mucho los postres, por eso engordo, son mi debilidad.
No me arrugo ante el trabajo; me llaman mucho la atención los retos porque me motivan a superarme. También considero que soy sincero y honesto cuando digo las cosas.
Temo no poder cumplir las metas que me he fijado, pero le resto con ese ánimo que tengo para enfrentar los retos.
La STC representa para mí la realización de una aspiración añeja, desde que fui secretario general de la Junta local de Conciliación y Arbitraje del Estado, director general de Trabajo y Previsión Social. Hice mi tesis, litigué y di clases sobre materia laboral muchos años.
Quiero dignificar de la Junta de Conciliación y Arbitraje: en lo material, lo moral, lo económico, lo funcional; quiero hacerla dinámica, propositiva, respetada. Que la sociedad conozca su importancia, porque a veces se le ve como un tribunal de segunda y es de primera importancia en todo lo que hace. Quisiera poder contribuir a la construcción de un edificio que agrupe todas las dependencias del sector laboral, con proyectos, ideas, con buenas propuestas para que quien ponga la lana nos pueda decir que sí. Cosas de esa naturaleza.
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