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Pacheco Pulido
No soy hombre de conflictos, porque a mí me enseñaron a respetar a las personas como son y no como quiero que sean. Me llevo con todo mundo, y quienes no se llevan conmigo será porque no quieren.
Ambición nunca la he tenido y tal vez por eso no haya yo llegado a muchas cosas por esa falta de ambición. Es un apetito que yo controlo. Todos tenemos defectos, somos desacerbados. Un defecto que tengo es que no me apasiono por el dinero ni por el poder.
¿Que si pienso que me faltó llegar a la gubernatura? No puedo decirlo así. Pensado así, entonces significa que ya me he descartado. Ahí está la respuesta.
No he cumplido con las enseñanzas de mi padre. Él era absolutamente honesto para consigo mismo. Su convicción no se derrotó por ningún interés. Era un antigobiernista cien por ciento. Yo soy al revés.
A veces, en la política, actuar con ética te frena porque se juegan muchos intereses donde no entra la ética. Apasionarse no quiere decir que usted sea ambicioso, porque la pasión lleva honestidad, y la otra forma de querer ser político lleva a intereses particulares.
El poder es tener la fuerza mental, psíquica de poder servir a lo demás y a uno mismo. Hay muchas expresiones del poder, pero yo creo que la expresión máxima del poder es luchar por lo que uno quiere. Al final, el poder lo ejerce uno mismo, lo lesiona uno mismo o lo alcanza uno mismo.
Justiniano es el mejor abogado que he conocido. Dio certeza y seguridad jurídica a los derechos del hombre y a los derechos de la sociedad. Compiló las leyes y ordenó quemar las que no entraron. Así se prohibió que cualquiera interpretara el derecho.
La receta más importante para ser político es entregarse, apasionarse por la actividad política ¿Y qué es apasionarse? Debe uno meterse de lleno a esa actividad. La pasión es entregase por convicción sobre todo, no por intereses.
Uno es el motor de un avión. Si uno no se ama, echa uno a perder todo lo demás; soy equilibrado en esto y en el dinero, el poder y el amor, me voy a los términos medios.
Yo no me considero orador. Participé muchos años con mis hermanos en los concursos de oratoria de El Universal, pero nunca podría sentirme orador, aunque sí me gustaría serlo. Es como el golf; alguien me decía que si jugaba golf, yo no juego golf, yo salgo al campo pero no jugaba yo golf, igual con esto, me avientan al campo de la oratoria pero no soy orador.
Macario Pacheco, mi padre, tenía una ideología de izquierda, y eso lo hizo pisar la cárcel muchas veces, siempre en defensa de sus ideales. Muchos políticos me han ofrecido borrar su nombre de ahí, de los asientos, pero no he aceptado. Pienso que si lo hiciera, vendrían a jalarme las patas. Me enorgullece que haya pisado la cárcel en defensa de la gente humilde.
Haber sido diputado federal fue el cargo que me dejó más satisfacciones. Ahí hay grandes retos. Pero se ve hasta que uno sale. Mis fotos ahí todavía me enorgullecen.
No me gustan los estereotipos. Llegué a ser abogado porque al salir del Instituto Madero unos amigos sugirieron la carrera de derecho. Por eso. Luego empecé amar la carrera de leyes.
La generación de Melquiades Morales, Miguel Quirós, Marco Antonio Rojas Flores y su servidor todavía está vigente. Aún puede dar magníficos resultados. La pasión política no se acaba.
El litigante es el que realmente hace mover la maquinaria judicial. Es un reto tremendo el de los litigantes. Merecen un respeto absoluto.
El abogado de ganar el juicio de divorcio, de ganar el juicio ejecutivo mercantil, es una función que ya no opera en este momento en la sociedad. Hay una época nueva y en la que el abogado debe llevar la prevacía y es en que los abogados a través de la ley y en el derecho sepan realizar la planeación social.
Fui acólito y ferrocarrilero. Una vida como la de Pito Pérez, llena de vaivenes.
Si el destino me da otra fase en el poder, qué bueno, pero no por ambición mía. Lo digo con toda honestidad.
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