El panda es un éxito, y los chinos sienten envidia


Richard Bernstein


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Beijing —Uno no pensaría, con todas las cosas en la mente colectiva de China en estos días, Tíbet, el terremoto de Sichuan y las próximas Olimpiadas— que una cinta animada estadounidense sobre un panda generara alguna discusión de reproche.


Pero estaría en un error, como lo demostró ampliamente el comentario sobre Kung Fu Panda, la exitosa cinta de caricaturas de Dreamworks que presenta a un oso excedido de peso llamado Po que salva al mundo.


Hace unas semanas, cuando la película se estrenó en China, ya había un llamado al boicot, con base al razonamiento de que los extranjeros habían tomado uno de los símbolos más preciados de China, el panda, y lo estaban usando para su propio beneficio.


El boicot nunca se realizó, y Kung Fu Panda fue un inmediato éxito de taquilla. En las últimas semanas la película ha provocado una discusión más profunda, incluso un grado de análisis introspectivo y un autoexamen crítico del tipo que China, que tiene una sorprendente mezcla de ambición, confianza en sí misma e inseguridad, emprende de vez en cuando.


El interrogante principal que se formula es: ¿Cómo los cineastas occidentales han usado temas chinos para crear esa brillante película animada con tanto atractivo para los propios chinos?


¿Por qué, en otras palabras, China misma no parece capaz de usar sus ricas tradiciones con ese brillante efecto cinematográfico y comercial?


“Además de tomar prestadas varias secuencias de las películas de kung fu clásicas en China, la comedia animada capturó la esencia de nuestra cultura”, escribió Lu Chuan, un joven director de cine chino en un comentario muy comentado en China Daily.


“Como director de cine, no puedo dejar de preguntarme cuándo China podrá producir una película de este calibre”, dijo Lu.


Los temas de la película evocan algunos elementos chinos importantes, no todos ellos tan obvios como el panda. Por encima de toda la historia de Po y su triunfo sobre su propia naturaleza torpe está una sensibilidad reconociblemente budista; está representada por el escenario estilo monasterio shaolín, donde la iluminación espiritual se fusiona con la disciplina mental y el dominio de uno mismo que son requisitos para la comprensión.


Quizá al lamentar su fracaso para ser quienes exploten estos temas, los chinos están siendo un poco duros consigo mismos. La verdad es que el éxito de Kung Fu Panda está teniendo lugar dentro de un contexto de considerable florecimiento cultural que parece haber usado las tradiciones e historia de China con un efecto tremendo, en películas de directores como Zhang Yimou y Chen Kaige, y en la estupenda explosión de la pintura china contemporánea.


En cierta forma, Kung Fu Panda es sólo el más reciente ejemplo de una tradición de siglos a través de la cual artistas occidentales han usado a China y otros países asiáticos para producir obras de arte duraderas. Sólo se tiene que pensar en Mikado de Gilbert y Sullivan, o Turandot de Puccini, o, del mismo modo, la película animada Mulan de hace unos años para recordar la fuerza y antigüedad de esta tradición.


En realidad, todas estas obras ilustran un continuo desequilibrio histórico en la fertilización cultural cruzada. El uso que hace occidente de China como un escenario artístico no es igualado por algún uso chino de Europa o Estados Unidos como telones de fondo para sus propias producciones culturales.


Ese desequilibrio está conectado con otro elemento en la película: la propia animación. Desde Walt Disney en adelante, los estadounidenses han desarrollado desde hace tiempo la animación como un formato cinematográfico, mientras que China, en esta área particular de las artes, no se ha desarrollado mucho.


La animación estadounidense no es lo único que preocupa a los chinos. Algunas de las personas que comentaron sobre Kung Fu Panda también evocaron la popularidad en China de otras producciones extranjeras, especialmente las japonesas, que han explotado temas chinos. En los años 80, una película animada japonesa, Dragon Bell, usó al rey mono, un clásico chino si acaso lo hubo alguna vez, como su personaje principal. La cinta se estuvo repitiendo en la televisión china durante dos décadas y probablemente jugó un papel en la decisión de China en 2005 de prohibir las animaciones extranjeras en el horario estelar. Sin embargo, es ciertamente raro que una cinta animada tenga el tipo de éxito en taquilla en China que Kung Fu Panda ha logrado, lo cual sin duda explica la intensidad del interés en la producción de Dreamworks.


“Cuando lo vemos en retrospectiva, vemos que la mayoría de la animación que hemos hecho ha sido basura”, dijo Jiang Bo, decano de la escuela de artes del Colegio de Cinematografía de Shanghái. Éste es el caso pese al hecho de que un gran número de estudiantes de cine chinos realmente hacen animación de estudio.


Pero lo que podría ser más interesante son algunos anhelos provocados por Kung Fu Panda que surgieron en respuesta al llamado a boicotearla. Ese llamado fue en gran medida iniciativa de una sola persona, un artista, Zhang Bandi, y parece han provocado al menos tantos comentarios despectivos como apoyo.


Incluso ha habido algunos signos de que se está sacando una lección del éxito de la película que va al corazón de la situación cultural de China; es decir, que una cinta como Kung Fu Panda pudo haber sido producida sólo en una atmósfera de libertad cultural y artística que China no disfruta. En el último de los casos, algunos comentarios con base en estas líneas se han filtrado en los cuidadosamente monitoreados y censurados sitios de internet del país.


“China tiene directores de primera clase, dramaturgos de primera clase, actores de primera clase, pero es una vergüenza que tengamos la censura de los funcionarios del gobierno”, escribió un blogger anónimo. “Si no les gusta su trabajo, entonces no hay manera.”


Lu, el comentarista en China Daily, tenía una historia reveladora en este tenor, sobre un proyecto que emprendió para producir una animación para los Juegos Olímpicos. “Estuve recibiendo instrucciones y órdenes de las partes involucradas sobre cómo debería ser la película”, recordó. “Nos dieron normas muy específicas sobre cómo promoverla.


“Bajo esa presión, mis compañeros de trabajo y yo nos sentimos realmente sofocados”, continuó. Al final, “la animación planeada nunca se produjo”.

 

 

 

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