Consideraciones actuales


Umberto Eco


Notas Relevantes

Alguien famoso vivió aquí

Ocultando los privilegios al pueblo

Primer pensamiento. Leí en un periódico de la semana pasada una noticia extraordinaria: “En Roma, un inmigrante magrebí se traga un móvil y la policía lo salva”. Es decir, que la policía, entrada la noche, ve a uno tirado por los suelos escupiendo sangre rodeado de compatriotas, lo carga en el coche, lo lleva al hospital y allí le extraen un Nokia de la garganta.


Pues bien, me parece imposible que (aparte del hallazgo publicitario de Nokia) un ser humano, por muy alterado que esté, se pueda tragar un móvil. El periódico avanzaba la hipótesis de que el episodio se hubiera producido durante un ajuste de cuentas entre camellos y, por lo tanto, es más verosímil que el móvil se lo hayan metido en la boca a la fuerza, no como delicatessen sino como castigo (quizá el castigado había llamado a alguien comunicándole algo que no debía).


La piedra en la boca es un ultraje de origen mafioso y se suele hundir en las fauces del cadáver de alguien que haya revelado secretos a extraños (hay una película de Giuseppe Ferrara con ese título) y no hay nada sorprendente en que la práctica haya pasado a otros grupos étnicos. Por otra parte, la mafia es un fenómeno tan internacional que hace unos años, en Moscú, alguien le preguntó a mi traductora rusa como se decía “mafia” en italiano.


Ahora bien, esta vez no se trata de una piedra sino de un móvil: me parece extremadamente simbólico. La nueva criminalidad ya no es rural, sino urbana y tecnológica, es natural que los rituales mafiosos se “cyborgicen”. No sólo, sino que hundirle a alguien el móvil en la boca es como si le metieran los testículos, es decir, lo más íntimo y personal que posee, el complemento natural de su corporeidad, extensión de la oreja, del ojo y a menudo también del pene (estos días hemos asistido también al caso del catedrático de cardiología pederasta telefónico). Sofocar a alguien con su móvil es como estrangularlo con sus mismas vísceras. Toma, te ha llegado un mensaje.

 

 

Segundo pensamiento. Un senador de la mayoría ganadora de las recientes elecciones ha propuesto revisar los textos escolares y, por lo tanto, también las antologías. Empiezo a recopilar algunos pasos que deberán salir en las antologías del futuro. Mi amigo Diego Marconi me indica este interesantísimo texto de Alexis de Tocqueville de ese gran libro que es La democracia en América, aún actual desde muchos puntos de vista, aunque se escribiera hace 173 años. Transcribo.


A los hombres les sucede a veces “que la excesiva afición que contraen por esos mismos placeres les entrega al primer señor que se les presenta. La pasión del bienestar se vuelve entonces contra sí misma y aleja, sin apercibirse de ello, el objeto de sus ansias. En efecto hay un paso muy peligroso en la vida de los pueblos democráticos. Cuando el afán por los goces materiales se desarrolla en uno de esos pueblos más rápidamente que la cultura y los hábitos de la libertad, llega un momento en que los hombres se encuentran como arrebatados y fuera de sí a la vista de esos nuevos bienes que están próximos a adquirir.


“Preocupados únicamente en hacer fortuna, no advierten el estrecho lazo que une la fortuna particular de cada uno de ellos con la prosperidad de todos. No es preciso arrancar a tales ciudadanos los derechos que poseen; ellos mismos los dejan escapar (...) Si en ese momento crítico un hombre ambicioso y astuto se adueña del poder, encuentra libre el camino para todas las usurpaciones. Si procura durante algún tiempo que prosperen los intereses materiales, fácilmente se le disculpará lo demás. Sobre todo si garantiza el orden (...) Una nación que no exige a su gobierno más que el mantenimiento del orden ya quiere la tiranía en el fondo de su corazón; es esclava de su bienestar antes de que aparezca el hombre que efectivamente la encadene (...) Hasta los más pequeños partidos pueden tener esperanzas de convertirse en dueños y señores de los asuntos públicos cuando la masa de los ciudadanos no quiere ocuparse más que de sus intereses privados. Entonces no es raro ver en el vasto escenario del mundo, al igual que en nuestros teatros, una multitud representada por un grupito de personas, que son las únicas que hablan en nombre de la masa ausente o distraída; sólo ellos actúan en medio de la inmovilidad universal; disponen, según su capricho, de todas las cosas, cambian leyes y tiranizan las costumbres a su antojo; y causa asombro ver en qué pocas e indignas manos puede caer un gran pueblo.” (Trad. cast. de D. Sánchez de Aleu.)

 

Tercer pensamiento. En la web oficial de las Juventudes de la Liga Norte encuentro completo, como era previsible, el poema de Giovanni Berchet, “El juramento de Pontida”. Cuando leo eso de que los lombardos tienen que liberar sus tierras del molesto “Alemanno”, ante la homonimia entre la población germánica y el nuevo alcalde de Roma, me parece que habrá que censurar esos versos, no vayan a poner en crisis a la Liga o hacer tan frágil la nueva alianza de gobierno como la precedente.


Naturalmente, tan ambiguos versos deberán desaparecer también de las futuras antologías escolares.

 

(Umberto Eco es autor de novela La misteriosa llama de la reina Loana, junto con Baudolino, El nombre de la Rosa y de El péndulo de Foucault.) (Traducción de Helena Lozano Miralles.)

 

 

 


 
 
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