Operación permite a mujeres musulmanas reclamar su virginidad


Elaine Sciolinio y Souad Mekhennet / París


Notas Relevantes

Nuevo jefe de EMI enfrenta deuda y hostilidad

Notas Anteriores

La operación en la clínica privada sobre Champs-Elysées involucró un corte semicircular, 10 puntadas disolventes y una tarifa con descuento de 2 mil 900 dólares.


Pero para la paciente, una estudiante francesa de 23 años de ascendencia marroquí y residente de Montpellier, el procedimiento de 30 minutos representaba la clave para una nueva vida: la ilusión de virginidad.


Como un creciente número de mujeres musulmanas en Europa, se sometió a una himenoplastia, una restauración de su himen, la delgada membrana virginal que normalmente se rompe durante el primer acto de relación sexual.


“En mi cultura, no ser virgen es ser sucia”, dijo la estudiante, tendida en una cama de hospital mientras esperaba ser operada. “En este momento, la virginidad es más importante para mí que la vida.”


Conforme crece la población musulmana de Europa, muchas mujeres musulmanas jóvenes se encuentran atrapadas entre las libertades que la sociedad europea ofrece y las tradiciones profundamente arraigadas de las generaciones de sus padres y abuelos.


Ginecólogos reportan que en los últimos años, más mujeres musulmanas están pidiendo certificados de virginidad para ofrecer prueba a otros.


Eso a su vez ha creado una demanda entre los cirujanos cosméticos de reemplazos de himen, que, si se hacen adecuadamente, dicen, no serán detectados y producirán el delator sangrado vaginal en la noche de bodas. El servicio es anunciado ampliamente en internet; hay paquetes de turismo médico disponibles a países como Túnez donde es menos costoso.


“Si son mujeres musulmanas que crecieron en sociedades más abiertas en Europa, pueden terminar fácilmente teniendo relaciones sexuales antes del matrimonio”, dijo el doctor Hicham Moualem, que tiene su base en Londres y realiza la operación. “Así que si buscan casarse con un musulmán y no quieren tener problemas, tratarán de recapturar su virginidad.”


No hay estadísticas confiables disponibles, porque el procedimiento se realiza principalmente en clínicas privadas y en la mayoría de los casos no está cubierto por los planes de seguro financiados por impuestos.


Pero se habla tanto del asunto de la reparación del himen que es el tema de una comedia cinematográfica. Corazones de mujeres, como se traduce el título de la película, cuenta la historia de una mujer marroquí que vive en Italia y que hace un viaje a Casablanca para someterse a la operación.


Un personaje se burla de que quiere regresar la cuenta de su odómetro a “cero”.


“Nos dimos cuenta de que lo que considerábamos era una práctica esporádica realmente era bastante común”, dijo Davide Sordella, director de la película. “Estas mujeres pueden vivir en Italia, adoptar nuestra mentalidad y usar jeans. Pero en los momentos que importan, no siempre tienen la fuerza para ir contra la cultura.”


El tema ha sido particularmente emotivo en Francia, donde ha ocurrido un debate renovado y fiero sobre un prejuicio que se supone había sido enterrado con la revolución sexual del país hace 40 años: la importancia de la virginidad de una mujer.


El furor siguió a la reciente revelación de que un tribunal en Lille, en el norte de Francia, había anulado el matrimonio de 2006 de dos musulmanes franceses porque el novio descubrió que su novia no era la virgen que había afirmado ser.


El drama doméstico se ha apoderado de la nación. El novio, un ingeniero no identificado de treinta y tantos años, dejó el lecho nupcial y anunció a los invitados de la boda que aún estaban de fiesta que su novia había mentido sobre su pasado. Fue entregada esa noche a la puerta de casa de sus padres.


Al día siguiente, él acudió a un abogado para que se anulara el matrimonio. La novia, entonces estudiante de enfermería veinteañera, confesó ante el tribunal y aceptó la anulación.


El fallo del tribunal no mencionó la religión. Más bien, citó una violación del contrato, concluyendo que el ingeniero se había casado con ella después de que “ella se presentó ante él como soltera y casta”. En la Francia laica y republicana, el caso aborda varios temas delicados: la intrusión de la religión en la vida cotidiana; las bases para la disolución de un matrimonio; y la igualdad de los sexos.


Hubo llamados en el parlamento este mes para la renuncia de Rachida Dati, la ministra de Justicia de Francia, después de que ella inicialmente apoyó al fallo. Dato, que es musulmana, dio marcha atrás y ordenó una apelación.


Algunos abogados, médicos y feministas advirtieron que la aceptación del tribunal de la centralidad de la virginidad en el matrimonio alentaría a más mujeres francesas de origen musulmán árabe y africano a hacer que les restauraran el himen. Pero hay mucho debate sobre si el procedimiento es un acto de liberación o de represión.


“El dictamen fue una traición a las mujeres musulmanas de Francia”, dijo Elisabeth Badinter, la escritora feminista. “Envía a estas mujeres un mensaje de desesperación al decir que la virginidad es importante ante los ojos de la ley. Más mujeres van a decirse a sí mismas: ‘Dios mío, no voy a correr ese riesgo. Reacrearé mi virginidad’.”


La situación de la novia rechazada convenció a la estudiante de Montpellier de operarse.


Ella insistió en que nunca había tenido relaciones sexuales y sólo descubrió que su himen estaba roto cuando trató de obtener un certificado de virginidad para presentarlo a su novio y la familia de éste.


Quizá es como ella dice, que sangró después de un accidente sobre un caballo cuando tenía 10 años.


El trauma de darse cuenta de que no podía probar su virginidad fue tan intenso, dijo, que pidió dinero prestado para pagar el procedimiento.


“De manera repentina, la virginidad es importante en Francia”, dijo. “Me di cuenta de que podía ser vista como esa mujer de la que todos están hablando en televisión”.


Los cirujanos que realizan el procedimiento dicen que están otorgando poder a sus pacientes al darles un futuro viable y evitar que sean sometidas a abusos —o incluso ser asesinadas— por sus padres o hermanos.


“¿Quién soy yo para juzgar?”, preguntó el doctor Marc Abecassis, el cirujano plástico que restauró el himen de la estudiante de Montpellier. “Tengo colegas en Estados Unidos cuyas pacientes hacen esto como regalo de Día de San Valentín para sus esposos. Lo que yo hago es diferente. Esto no es por diversión. Mis pacientes no tienen opción si quieren encontrar serenidad, y esposos.”


Un especialista en lo que el llama cirugía “íntima”, incluyendo alargamiento del pene, Abecassis dice que realiza de dos a cuatro restauraciones de himen a la semana.


El Colegio Francés de Ginecólogos y Obstetras se opone al procedimiento en base a razones morales, culturales y de salud.


“Tuvimos una revolución en Francia para ganar la igualdad; tuvimos una revolución sexual en 1968 cuando las mujeres pelearon por la anticoncepción y el aborto”, dijo el doctor Jacques Lansac, el presidente de la asociación. “Dar tanto importancia al himen es una regresión, sumisión a la intolerancia del pasado.”


Pero las historias de las mujeres que se han sometido a la cirugía, transmite la complejidad y la emoción pura detrás de sus decisiones.


Una musulmana de 32 años nacida en Macedonia dijo que optó por la operación para evitar ser castigada por su padre cuando su relación de ocho años con su novio terminó.


“Tenía miedo de que mi padre me llevara con un médico y viera si seguía siendo virgen”, dijo la mujer, que posee un pequeño negocio y vive por su cuenta en Francfort, Alemania. “Me dijo: ‘Perdonaré todo pero no si has ensuciado mi honor’. No temía que me matara, pero estaba segura de que me habría golpeado.”


En otros casos, la mujer y su pareja deciden que ella se someta a la operación. Una mujer francesa de 26 años de ascendencia marroquí dijo que perdió su virginidad hace cuatro años cuando se enamoró del hombre con el que ahora planea casarse. Pero ella y su prometido decidieron compartir el costo de 3 mil 400 dólares de su restauración de himen en París.


La familia extendida de él en Marruecos es muy conservadora, dijo ella, y está requiriendo que un ginecólogo —y amigo de la familia— ahí la examine para tener prueba de su virginidad antes de la boda.


“A mi prometido no importa que yo no sea virgen, pero representaría un enorme problema para su familia”, dijo. “Saben que uno puede ensuciar de sangre las sábanas en la noche de bodas, así que debo tener una prueba mejor.”


Mientras tanto, la vida de la joven pareja francesa cuyo matrimonio fue anulado está en suspenso. El Ministerio de Justicia ha pedido al fiscal de Lille una apelación, argumentando que la decisión del tribunal ha “provocado un acalorado debate social” que “tocó a todos los ciudadanos de nuestro país y especialmente a las mujeres”.


En el Centro Islámico de Roubaix, el suburbio de Lille donde la boda tuvo lugar, hay simpatía por la mujer.“El hombre es el mayor de todos los burros”, dijo Abdelkibir Errami, el vicepresidente del centro. “Incluso si la mujer ya no fuera virgen, él no tenía derecho a exponer su honor. Esto no es lo que enseña el Islam. Enseña el perdón.”

 

 


 
 
Todos los Columnistas