Beijing ilumina la noche


Dan Levin / Beijing


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Brillando a través del cielo nocturno lleno de esmog como hedonistas batiseñales gemelas, los reflectores en la entrada del gigantesco club de baile GT Banana también iluminaban una pequeña placa de bronce al lado de la puerta que dice: “Aprecia tu vida, di no a las drogas”.


Apresurándose a entrar hacia la retumbante música tecno en una reciente noche de viernes, Chen Ping, un diseñador gráfico de 26 años, se río entre dientes de la solemne advertencia. “La persona que pensó en eso es inteligente”, dijo. “Los jóvenes chinos están buscando un escape porque trabajan muy duro. Quizá es bueno recordarles que no pierdan su camino”.


Los camareros dentro del club de niveles múltiples hacían malabares con botellas de champaña coronadas con luces de bengala mientras los parroquianos estaban tendidos en bancas blancas, bebiendo Chivas Regal y té verde. En la pista de baile, que está diseñada para rebotar bajo los pies, cientos de hombres y mujeres sudorosos se meneaban al ritmo de ensordecedores remixes pop en mandarín bajo una lluvia de burbujas. La Macarena, o algo parecido, sonaba a todo lo que daba. Para no ser superados, una docena de varones jóvenes vertiginosamente se habrían paso en una fila de conga. Otros permanecían de pie y miraban, asombrados por la sobrecarga sensorial.


No hace mucho tiempo, la vida nocturna de Beijing significaba principalmente cenas privadas o los poderosos bares de karaoke por los que corría el alcohol o visitas a salones de “masajes”. Las universidades aún son conocidas por cerrar con llave las puertas de los dormitorios alrededor de la medianoche.


Pero conforme la ola de banqueros globales, empresarios del entretenimiento y estudiantes universitarios extranjeros ha inundado la ciudad, y el desarrollo impulsado por los Juegos Olímpicos aquí este verano demuele antiguos vecindarios y las tradicionales inhibiciones comunistas, la nueva clase adinerada de la capital ha salido a festejar.


“Hace 15 años, todos querían ir a dormir a las 9 de la noche”, dijo Wang Xiaodong, un DJ profesional de 36 años. “¿Qué pudiera hacer? ¿A dónde pudiera ir? No había fiestas, no había nada”.


Las reformas de mercado del país también abrieron el blindaje cultural de Beijing, y los extranjeros empezaron a introducir la música tecno a los residentes locales ansiosos de sonidos del mundo exterior. Para fines de los años 90, las fiestas de toda la noche en la Gran Muralla estaban atrayendo a cientos de chinos y gente extranjera. Las reuniones fueron prohibidas en 2006 después de que reportes que las describían como “orgías salvajes” aparecieron en los medios noticiosos chinos controlados por el estado.


Sin embargo, el apetito de Beijing por la cultura de los clubes y los ritmos tecno continuó creciendo, en parte alimentada por la información y la velocidad del Internet.


“Antes, no había forma de conseguir esta música, y yo tenía que encontrarla a través de amigos que la traían de Europa”, dijo Wang, que organizó algunas de las fiestas de la Gran Muralla. “Ahora podemos entrar a Internet y escuchar las pistas más recientes de Berlín al mismo tiempo que los alemanes”.


Jin Shu, un ejecutivo de relaciones públicas que estudió en Oxford antes de regresar a Beijing hace cinco años, está entusiasmado de que la capital esté poniéndose al nivel de Londres e Ibiza. “La electrónica es ahora más popular que el hip-hop”, dijo. “Los chinos tienen más deseo de ver y compararse con la vida nocturna del extranjero, y esto es lo que están escuchando”.


Hoy en día, los chinos parecen estar descubriendo simultáneamente los últimos 40 años de música pop, no sólo los ritmos house y tecno sino el rock clásico, la salsa y el punk. La fusión caótica de las influencias da a la vida nocturna de Beijing un toque creativo, aunque agitado.


“Es el último laboratorio post-modernista”, dijo Dan Stephenson, de 31 años, un estadounidense que se mudó a Beijing hace seis años y creó el Syndicate, que organiza fiestas en bares y clubes.


“El mismo tipo que montaba en bicicleta hace 10 años ahora está conduciendo su nuevo Ferrari hacia un club y bebiendo champaña”, dijo.


En realidad, en cualquier noche, filas de BMWs, Porsches y SUVs Mercedes negras, muchos con placas del gobierno, se alinean fuera de los sitios nocturnos de moda, a menudo a la sombra de templos imperiales y monumentos comunistas. Dentro, quienes están dispuestos a pagar cientos de dólares para ser sentados ante una mesa y que les sirvan alcohol por botella son segregados detrás de cordones de terciopelo.


Las casetas especiales para la elite en clubes como Suzie Wong's pueden costar hasta 570 dólares, más de lo que muchos agricultores chinos ganan en un año. Sebastien Noat, el gerente de Block 8, un lujoso complejo de vida nocturna inaugurado hace un año que importa arena blanca australiana para sus fiestas en la azotea, dijo que vendió 240 botellas de Moet & Chandon en una reciente noche de sábado. En los últimos cinco años, las ventas de botellas mensuales de champaña y vodka Grey Goose se han duplicado. “Beijing es el banco”, dijo Noat, que tiene 31 años y es originario de Monte Carlo. “Los dueños de Estados Unidos viven aquí”.


En una reciente noche de viernes en Lan Club, el epítome de la ostentación de Beijing, figuras proletariadas de cerámica miraban desde una vitrina de cristal a una multitud de jóvenes burgueses que fumaban habanos, brindaban con martinis y bailaban en sillones de piel al ritmo del tecno de David Guetta, un DJ francés.


Wang Jing, una nativa de Beijing que es una contadora de 22 años de edad, dijo que ella y sus amigas acostumbraban ir a bares de karaoke, pero últimamente han estado dando un vistazo a la escena de los clubes. “Es más popular ir a estos lugares ahora”, dijo. “La gente tiene más dinero para comprar alcohol, y aquí podemos beber y bailar”.


Aunque los megaclubes como Lan y GT Banana evocan a sus ostentosos primos en todo el mundo, incluido Las Vegas, hay también lugares más pequeños que atienden a géneros musicales marginales como el tecno minimalista y el drum 'n' bass.


“La corriente principal es salir a beber mucho, gastar dinero y conquistar chicas”, dijo Miao Wong, de pie en la pista de un club llamado el Boat, una barcaza en el sucio río Liangma. “Pero nosotros salimos en busca de cultura”.


Wong, de 23 años, que administra un sello discográfico tecno local, dijo que su grupo bromea diciendo que para los chinos, la fiesta más grande aún tiene lugar ante la mesa de una cena, donde amigos, vecinos y compañeros de trabajo pasan horas comiendo, fumando y bebiendo mucho.


“Los occidentales piensan que no tenemos libertad aquí”, dijo Wong, “pero China es un lugar libre. Un chico de ocho años puede comprar cigarrillos y alcohol, lo cual no es bueno. Pero ese es el tipo de libertad tergiversada que tenemos. En tanto no toquemos al gobierno, a nadie le importa”.


Esa actitud de laissez-faire hacia la vida nocturna está cambiando, sin embargo, conforme funcionarios locales luchan por limpiar a Beijing antes de los Juegos Olímpicos, que se celebrarán del 8 al 24 de agosto.


En los últimos meses, la policía realizó redadas en clubes en el distrito de Sanlitun. Citando “preocupaciones de seguridad”, los funcionarios advirtieron que los clubes cercanos a los sitios olímpicos tendrían que cerrar durante los Juegos.

 

“Todos están preocupados”, dijo Yang Bing, que es dueño de White Rabbit, un club tecno en un sótano oscuro. “Las Olimpiadas son simplemente un gran dolor de cabeza. Esperamos ansiosamente que hayan terminado para que las cosas vuelvan a la normalidad”.

 

 

 


 
 
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