Él esta embarazado: como para quedarse sin habla
Guy Trebay / Nueva York
Cuando Thomas Beatie dé a luz en las próximas semanas a una bebé, el bendito acontecimiento marcará un hito personal y una extraña y maravillosa encrucijada en la evolución de la cultura pop estadounidense.
Beatie —como sabe todo el que haya encendido un televisor, entrado a un blog o tomado un tabloide en los últimos meses— es un hombre casado de 34 años de edad que nació mujer, se las ingenió para embarazarse el año pasado usando esperma congelado y que se dio a conocer esta primavera como el primer “padre embarazado” de Estados Unidos.
Que esta historia atrajera la atención en todo el mundo difícilmente fue sorprendente. ¿Quién, después de todo, pudo resistir la imagen de una Madona sin camisa, con un vientre hinchado en un cuerpo carente de senos y con una mandíbula cuadrada inequívocamente cubierta de barba?
En parte un número de carnaval y en parte un vistazo a la cambiante tectónica sexual, su imagen e historia superaron las definiciones tradicionales de género y expusieron un terreno que pareció más que extraño a algunos observadores y del todo natural para quienes lo habitan.
“Esta es simplemente una historia de interés humano sobre una pareja particular que usa las capacidades reproductivas que tienen”, dijo Mara Kiesling, directora del Centro Nacional para la Igualdad de Transgéneros en Washington. “Realmente no hay nada notable” sobre el embarazo de Beatie, dijo.
Sin embargo, como el primer transgénero embarazado que se hace público, Beatie ha expuesto a un público masivo alteraciones en los perfiles de género que pudieran superar nuestra comprensión. En las discusiones que siguieron a su anuncio, lo que se volvió patéticamente claro es que no hay un buen lenguaje aún para discutir su situación, palabras como un pronombre para todos los usos que describa una idea tan compleja como un hombre embarazado.
“Cuando hay mucha fascinación en torno a un personaje como Thomas Beatie”, dijo Judith Halberstam, profesora de inglés y estudios de género en la Universidad del Sur de California, “eso apunta a otros cambios que ya están sucediendo en otras partes en la cultura”.
Entre los cambios que Halberstam señaló están las innovaciones médicas que han ampliado las posibilidades para la modificación del cuerpo. También hay estudios que indican, como señaló Halberstam, que las mujeres responden sexualmente ante el individuo, antes de diferenciar por sexo. Y el creciente alcance legal del matrimonio también ha tenido sus efectos sobre personas como Beatie, que dice de sí mismo: “Soy un transgénero, soy legalmente varón, y estoy legalmente casado con Nancy”, pero es una persona que pudiera tener problemas para sostener algunas de esas afirmaciones si hiciera algo tan simple como mudarse fuera de Oregon.
Los estadounidenses, dijo Halberstam, desde hace tiempo se han sentido fascinados por las historias de transformación sexual, al menos desde la era de Christine Jorgensen, una de las primeras transexuales de hombre a mujer (nacido como George Jorgensen Jr. en el Bronx) cuyo cambio de sexo, realizado por médicos en Suecia, provocó que The Daily News, un tabloide de Nueva York, publicara un artículo de primera plana bajo el titular “Ex soldado se vuelve belleza rubia”. La nota hizo a Jorgensen tan famoso en los tabloides como lo es Beatie hoy.
El caso de Jorgensen en 1951 fue tratado como vanguardista, al igual que lo fue el de Beatie en “Oprah”, pese al hecho bien establecido de que los médicos en el Instituto Alemán de Ciencia Sexual habían realizado cirugías de reasignación sexual exitosas décadas antes. Si la historia de Jorgensen es un antecedente de la de Beatie, también apunta hacia un futuro en el cual el género seguirá modificándose en respuesta a las leyes y costumbres cambiantes, e igual de importante, a la nueva tecnología.
“El caso de Beatie parece como una forma de hacer públicas algunas de las discusiones de Trans 101, dándoles una especie de rostro y haciéndolo de una manera que no pida nada a nadie”, dijo Eve Kosofsky Sedgwick, una profesora de la escuela de graduados en Inglés de la Universidad Municipal de Nueva York quien ha escrito extensamente sobre temas de género. “El está embarazado, él parece feliz. No está sucediendo en algún tipo de contexto judicial, ya no digamos criminal, así que no es cuestión de reclamar un derecho. Es cuestión de ejercer un derecho.”
Al llevar su historia al público y revelar los detalles de su recorrido anatómico, añadió Sedgwick, Beatie está “haciendo visible el hecho de que la experiencia de muchas personas en la toma de estas decisiones no se refiere a tener un pene o perder un pene”. Para muchas personas transgénero, dijo, “la cirugía genital no es lo que define el género, y eso será una novedad para muchísimos estadounidenses”, que quizá tengan problemas para comprender la idea de que para algunos la anatomía no define lo que es ser mujer u hombre.
Beatie no tiene pene; su clítoris fue reconfigurado quirúrgicamente para imitar un falo. Y la persona nacida en Hawai en 1974 como Tracy Lagondino también alteró su cuerpo con una cirugía de reconstrucción de pecho, se aplicó inyecciones de testosterona bimestralmente durante años para suprimir sus características sexuales femeninas, se dejó crecer la barba y vio cambiar su nacimiento de vello. Como muchos transgéneros, eligió no retirarse los órganos reproductivos femeninos. Y por ello, cuando fue evidente que su esposa no podía tener otro hijo (ella tiene dos hijos mayores de una relación previa), Beatie suspendió la terapia hormonal hasta que pudo concebir.
“No muchos transgéneros se practican lo que se llama cirugía ‘inferior’”, explicó Halberstam, refiriéndose a procedimientos como ese al que Beatie se sometió, ni intervenciones aún más radicales como la histerectomía. “Si quieren un pene, no quieren un micropene”, dijo. Si lo que quieren es ser hombres, añadió, no ven razón por la cual ese objetivo se vea comprometido por conservar sus ovarios.
Cuestiones como éstas son lo que ha hecho a la historia de Beatie tan irresistible; la sensación de que la identidad “trans” en el sentido del diccionario Webster del prefijo significa algún estado de transición: “a través” o “más allá” o “de paso”.
Sedgwick dijo que si uno analiza los mensajes dejados en sitios web como el de Oprah Winfrey y The Huffington Post, “parece como si hubiera muchos comentarios que dijeran: ‘Eso no es un hombre que va a tener un bebé. Es una mujer que va a tener un bebé’”.
En parte esa reacción resulta de lo que Sedgwick llama una respuesta fóbica a cambios en las identidades que para la mayoría de las personas parecen otorgadas por Dios y asignadas al nacer. En parte es una cuestión “de personas que tienen que atravesar las etapas de la comprensión de las cosas”, dijo.
Como señaló Kiesling, del Centro Nacional para la Igualdad de Transgéneros: “El beneficio a largo plazo de esta historia no es ‘Hombre Embarazado Recorta el Seto’”, refiriéndose a una foto que circuló ampliamente en la que se ve a Beatie barbado y embarazado usando una herramienta eléctrica. “La historia de Beatie plantea cuestiones que todos estamos analizando ahora, en muchos contextos”, sobre la confusión de nuevas posibilidades producidas por un paisaje en el cual las asociaciones legalizadas entre personas del mismo sexo dan nueva forma a las ideas tradicionales sobre marido y mujer y mamá y papá.
Contactado en su casa en Bend, Oregon, Beatie declinó hacer comentarios para este artículo. Estaba descansando, dijo, y se reservaría cualquier comentario hasta después del nacimiento de la bebé. Un libro para el cual firmó contrato ha sido archivado, según su editorial, St. Martin's Press. Y así, una vez que el “padre embarazado” dé a luz, podrá regresar a ser la persona a quienes sus vecinos describen como “un tipo común y tranquilo”.
Para entonces su historia quizá haya servido a su propósito, dijo Sedgwick. Nos habrá demostrado que: “La gente experimenta el género de manera muy diferente y algunos realmente tienen usos individuales e imaginativos para el mismo. Eso es algo importante que las personas deben comprender.”
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