¿Santos oleos?


Juan Martín Montes / Agencia Reforma

 

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Cruz Azul hizo un partido que merecía los aplausos y Santos jugó como para recibir abucheos.


Sin embargo, el duelo de ida de la Final del Clausura 2008 terminó con un 2-1 a favor de los Guerreros, que para los Cementeros podrá ser totalmente injusto, pero del que seguramente los primeros dirán que fue 100 por ciento legítimo.


Cruz Azul tejió un duelo en el que dominó como pocas veces en el torneo, pero los frutos de su eficacia fueron desalentadores. Sólo un gol concretó la Maquina cuando se le plantaron en la cara a Oswaldo Sánchez en numerosas ocasiones.


Cruz Azul fue vistoso en los toques, espectacular en los desbordes y esperanzador por el esfuerzo. No obstante, todas esas expectativas generadas por su dominio en casi toda la cancha se convertían en frustración por tantos remates fallidos.


Una jugada de Gerardo Lugo al minuto 68 podrá servir como síntesis en los 90 que disputó la Máquina: el atacante hizo gala de técnica, casi de genialidad al gambetear laguneros entrando al área. Al final, su remate lo dirigió a las manos del arquero.


Antes del gol de Nicolás Vigneri que hizo vibrar y romper en alaridos a la afición cementera que llenó el Estadio Azul, el uruguayo ya había fallado un cabezazo frente al arco. Jugadas como ésta y centros llenos de veneno al área que no alcanzaban una pierna que rematara, fueron recurrentes.


Toda esa falta de contundencia y quizá también de suerte fue una historia que el Santos podrá contarla de manera radicalmente distinta. Porque llegó dos veces con claridad al área rival y en ambas vio resultados.


Christian Benítez, Matías Vuoso y Daniel Ludueña encararon el encuentro con la etiqueta de letales, pero tuvo que llegar de la media cancha Fernando Arce para reafirmarse como el talismán verdiblanco.


Cuatro días después de resucitar a su equipo con un gol en tiempo de compensación frente al Monterrey, Arce renovó las ilusiones del Santos con el empate que dejó helado al público, que hasta antes de esta anotación se había mantenido apoyando a su equipo.


El único error de Cruz Azul fue dejar tan solo dos veces a los atacantes visitantes con espacios. Estas fallas les resultaron mucho más caras de lo normal.


Viajar a Torreón con un empate lucía frustrante para Cruz Azul, aunque el resultado no dejaba de estar entre los escenarios posibles. A final de cuentas, la historia terminó peor de lo que esperaban los celestes, pues en un suspiro, el ecuatoriano Benítez convirtió en estatuas a los defensores cementeros.


Cruz Azul tendrá ahora sólo 90 minutos para remontar una desventaja y dejar en el olvido la década sin títulos. Sin embargo, un juego de vuelta en Torreón no aparece como el escenario idóneo para tal hazaña.


 
 
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