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Arturo González Orduño
En esto creo
Director general del Sicom, 49 años
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Elisa Vega Jiménez
El término periodista no se lo puede adjudicar uno, son los propios lectores, los oyentes, los televidentes y la gente que reconoce un buen trabajo quienes pueden hacerlo. La labor de reportero es el escalafón que le permite a uno irse fogueando y alcanzar algún nivel de desarrollo y reconocimiento profesional. Aunque hay reporteros que se han quedado en ese nivel después de muchos años de trabajo y otros acceden de inmediato a un nivel de reconocimiento profesional. Lo que me queda claro es que, entre una y otra cosa, hay mucho esfuerzo, trabajo, entereza, búsqueda de información, buenas entrevistas…
Mario Marín es político químicamente puro, lo admiro, siempre lo he dicho. Me parece que es un excelente gobernador; como jefe ha respaldado proyectos importantes para el Sicom, me ha dado libertad para trabajar, para innovar. Lo conozco desde hace muchos años y siempre he tenido una relación respetuosa, franca con él.
Fingí ser abogado de (Joaquín Hernández Galicia) “La Quina”, y conseguí hacerle la primera entrevista para un medio electrónico, estando él preso. Los primeros segundos pensó que yo era su abogado pero le confesé que no lo era; se enojó mucho y después de regañarme preguntó “Bueno, ¿y usted quién chingados es?”, pues soy un periodista, “¿y cree que voy a hablar con usted?”, yo tengo la esperanza de que sí. Esa grabación fue en sí misma una entrevista, que él me autorizó trasmitir. Fue una entrevista acerca de cómo quería yo entrevistarlo, lo cual me permitió, de hecho, entrevistarlo. Y después, logré que me diera otra entrevista con mayor abundancia de temas.
Siempre he procurado ir tras lo que creo que debo lograr, soy muy necio. Y aún cuando considero que me han faltado muchas cosas por hacer, me siento satisfecho, porque he hecho lo que me ha gustado. Lo que no tengo es fortuna, pero ni modo, no es lo importante.
Mis mejores maestros en el periodismo fueron mis compañeros de redacción, Fernando Crisanto, Socorro López, Mónica Arteaga, Rafael Velasco Oliver, Jesús Manuel Hernández —a quien le grabé mi primera nota—, Joseluis Ibarra Mazari, que me decía: “Muchacho, tenga usted cuidado. No compita con los demás en el obsceno hábito de decir la mayor cantidad de pendejadas en el menor tiempo posible”, con ellos aprendí muchísimo. Fue mi encuentro frontal, directo y hasta violento con mi vocación porque supe desde que grabé mi primera nota que yo no iba a ser otra cosa que comunicador.
Un periodista que no trabaja en la calle, entrevistando, trabajando los géneros periodísticos no es un buen —para empezar— reportero. Los nuevos licenciados en Ciencias de la Comunicación creen que salen de la carrera mereciendo todo, y no es así, no hay un periodista que se forme en las aulas.
Tengo más amigos políticos que políticos amigos. Hablando de medios y de comunicadores, de gabinete y de políticos, lo que yo veo son amigos. Es difícil navegar en las complicadas aguas de la política pero, cuando uno tiene claro lo que debe hacer, no hay mayor problema. Mi único proyecto profesional y encomienda es Sicom.
Antes el proceso para llegar a ser columnista llevaba varios años; hoy se ha acortado esa distancia, y eso ha generado que se abaraten los contenidos, y ha facilitado los infundios. Un hallazgo que me parece perturbador son los correos (electrónicos), incorporados como fuente de información anónima. Me parece muy grave. Sin embargo, también hay muestras de un trabajo profesional y bien documentado. Algunos medios se leen principalmente por las columnas, lo cual es un mérito de los columnistas en cuestión pero, no por ello se debe demeritar el manejo de otros géneros periodísticos.
Soy un jefe chambeador, muy obsesionado con el quehacer. Siempre estoy pensando y pidiendo que piensen en nuevos proyectos; pretendo ser motivador, y hacer que la gente trabaje a mi ritmo. De pronto siento que mis revoluciones por minuto son muchas, ese es un problema, pero quiero ser un jefe proactivo, eficiente.
Terminar mi carrera fue un verdadero sacrificio. Fui un estudiante muy aplicado hasta los tres primeros años y medio de la universidad pero, mi actividad como reportero incipiente, dio al traste con mis buenas notas y terminé mi carrera con un promedio aceptable de ocho. Trabajaba entre ocho o nueve horas diarias y aparte estudiaba, entonces las horas de sueño eran apenas cuatro o cinco. El esfuerzo fue muy grande.
Admiro, entre otras cosas, ese ímpetu casi juvenil con el que don Enrique Montero Ponce enfrenta a sus años un nuevo proyecto de televisión —en el canal 26—. Para mí es enaltecedora esa capacidad, que él tiene, de emocionarse ante un nuevo proyecto después de que ha logrado prácticamente todo.
Estudié derecho por una inclinación vocacional no tan equivocada, pero en séptimo semestre de mi carrera se me cruzó la chamba de “meritorio” en un periódico; empecé a hacer mis notas, me las evaluaron favorablemente y de ahí brinqué a la radio. Prácticamente desde entonces no he dejado de trabajar en medios, o bien el algún otro espacio relacionado con ellos.
Ambiciono poder hacer siempre lo que me gusta: tener un micrófono cerca, trasmitir programas, generar contenidos… Eso seguiré haciendo toda mi vida, y si lo consigo estaré contento. No es una ambición muy grande pero es lo que quiero.
Mi papá fue un trabajador incansable —a veces a costa del sacrificio de la propia familia, y en un extremo en el que yo he procurado no caer— eso aprendí de él.
En Puebla hay voces y plumas muy talentosas. Veo noticiarios y proyectos informativos muy sólidos, muy bien instrumentados y con una calidad incuestionable.
Uno de mis retos es hacer del canal 26 un canal creíble y con buenos niveles de audiencia, consolidar nuestro segmento de programas universitarios; Sicom niños; robustecer nuestros acuerdos con canal 22, TVUNAM, con la BBC, hacer algunas coproducciones de calidad internacional, apuntalar nuestra programación regional en las estaciones de radio, crecer en servicios, capacitaciones en internet, consolidar una red de telecomunicaciones en el estado y seguir trabajando.
Soy un lector voraz. Mis horas —en las que no trabajo y que no son de convivencia con la familia— más ricas son las de lectura. En este momento leo La voluntad y la fortuna de Carlos Fuentes.
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